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Hace 15 años se apagó la estela de una de las artistas españolas más prolíficas y admiradas de nuestro país. El fallecimiento de Rocío Jurado dejó un gran vacío y dolor en el mundo de la música, pero tuvo una repercusión humana mucho más cruel para su familia: la crudeza de una guerra sin tregua entre todo su clan que, hoy por hoy, está si cabe todavía más crispado.

 

La tensión se centra en la figura de su hija, Rocío Carrasco, fruto de su matrimonio con Pedro Carrasco, heredera universal de La más grande y pieza clave en un puzle que se ha ido desmenuzando con el pasado de los años hasta el momento actual en el que existen dos bandos tan separados que pensar en una reconciliación parece impensable. El testimonio de Rocío en la serie que desde hace dos meses está emitiendo Telecinco no ha hecho más que empeorar los tejidos de una familia que le ha dado la espalda a la hija de Rocío Jurado.

 

Sin ir más lejos, el pasado sábado tuvo lugar en Chipiona un sentido homenaje para recordar estos 15 años sin la presencia de la artista. Estaba casi toda su familia. Casi. La gran ausencia, como era de esperar, fue precisamente su hija y su marido, Fidel Albiac, desde hace años ajenos a lo que sucede en un clan que había dejado posados familiares para la historia. Es muy difícil que esas estampas se vuelvan a repetir.

 

Precisamente, una de las preguntas más recurrentes estos días que el cabal de las aguas vuelve a exhibirse con total intensidad es si se hubiera llegado a esta situación familiar tan crítica de haber seguido viva Rocío Jurado. La artista era el gran pilar sobre el que se sostenía la unidad de familiar, con sus hermanos, Amador y Gloria, su entonces marido, José Ortega Cano, y sus hijos Rocío, Gloria y José Fernando, y sus nietos Rocío y David. Un castillo de naipes, en el fondo más maltrecho de lo que parecía de puertas hacia fuera, y que se desmoronó con la muerte de la folclórica.

 

Fue un 1 de junio de 2006 y Rocío Jurado tenía entonces 61 años. Después de más de dos años de lucha contra un cáncer de páncreas, la cantante falleció pocos minutos después de las cinco de la mañana en su casa de La Moraleja. Su hermano Amador fue el encargado de dar la noticia a los medios que esperaba fuera: “Ha muerto como ella quería, rodeada de los suyos, de su familia, de sus hijos”.

 

Las condolencias no se hicieron esperar en una reacción social que sorprendió a la propia familia, con uno de los velatorios más multitudinarios y con más emoción del país. El adiós se produjo en el Centro Cultural de la Villa en Madrid, y de ahí sus seres queridos se desplazaron en avión junto al resto de la familia a Jerez, Cádiz y Chipiona donde se instaló la capilla ardiente en el Santuario Nuestra Señora de Regla a la espera de ser enterrada.

 

“Fue tremendo porque recuerdo ver gente por la autopista de Jerez a Chipiona, gente en los puentes de la autovía, gente tirando flores, gente andando por la autovía...”, aseguraba Rocío Carrasco en el episodio de la serie que hablaba de ese momento tan duro para ella, y donde dejó una frase igual de contundente: “Todo el mundo lloraba a la artista pero yo lloraba a mi madre”.

 

Tras unos días de cierta unión familiar acunados por el dolor que sentían, llegó la tempestad. Fue el 22 de junio de ese mismo 2006, en la lectura del testamento de la artista en Montealto, la casa familiar de Madrid, donde se debía repartir el patrimonio de La más grande valorado en siete millones de euros. “A partir de ese día con mi familia termina explotando. Cada uno termina por un sitio”, admitió Carrasco en otro de los episodios de su serie.

 

En ella recayó el patrimonio musical y sus efectos profesionales y personales de su madre como trajes, joyas y derechos de sus canciones. También recibió un apartamento en Miami, cuya venta fue uno de los motivos de su distanciamiento con Ortega Cano, y la finca El Administrador en Chipiona. Rocío y David, nietos de Jurado, no recibieron nada de la herencia de su abuela según la joven porque su madre no quería que nada acabara en manos de Antonio David: “La tenían que matar antes de que él viera un duro”, afirmó Carrasco en su serie, donde también aseguró que su madre tenía miedo de su exmarido, Antonio David Flores: “Supo atemorizarla, supo callarla”, deslizó.

 

15 años después el escenario no es muy alentador para una familia cuyas vergüenzas han quedado al aire desde hace años a golpe de exclusivas o apariciones en los platós de televisión por parte de todo el clan. Unos, como Antonio David, han hecho de los focos su particular trinchera desde donde abrir fuego a su anterior mujer, otros han entrado al trapo y ahora es Rocío Carrasco quien ha dado un golpe sobre la mesa con su testimonio. Con el adiós de Jurado, algunas canciones cobraron sentido: se rompió el amor y el cariño de una familia que como las alas al viento vuela cada uno por su lado con el resentimiento como bandera. Ya no es una ola, es un tsunami.

 

Volviendo a Rocío Jurado, muchos han asegurado - entre ellos buena parte de su familia - que si levantara la cabeza y viese lo que ha pasado entre su hija y el resto del clan, volvería a morirse. Otros aseguran que si la artista siguese viva todo esto no hubiese sucedido. Y probablemente tengan razón. Pero este 1 de junio, cuando se cumplen 15 años sin la chipionera, nos quedamos con su chorro de voz y un inmenso talento que la han convertido en un mito que hoy no merece ser recordada por el enfrentamiento entre Rocío Carrasco y el resto de la familia, sino por inolvidables canciones como 'Algo se me fue contigo', 'Punto de partida', 'Como una ola', 'Como yo te amo' o 'Señora' que la convirtieron, para siempre, en 'La más grande'.

 

LA VANGUARDIA