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General: ROCÍO JURADO: LA HISTORIA ÍNTIMA DE LA MÁS GRANDE
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De: cubanet201  (Mensaje original) Enviado: 01/06/2021 14:05
ROCÍO JURADO: LA HISTORIA ÍNTIMA DE LA MÁS GRANDE
Hoy se cumplen otro año de la muerte de La Chipionera. Recuperamos nuestro reportaje sobre su vida, sus éxitos y su gran amor frustrado.
"Alas 5.15 de la madrugada ha dejado de respirar. Ha muerto como ella quería, rodeada de los suyos, de su familia, de sus hijos, de sus hermanos...”. La amarga frase que Amador Mohedano pronunció para comunicar el fallecimiento de su hermana Rocío Jurado abrió todos los informativos. Era el 1 de junio de 2006.
 
Un mes antes, el 28 de abril, la artista había entrado en Villa Jurado, su casa de La Moraleja, saludando a la prensa suavemente con la mano. Fue la última vez que se la vio con vida. Había luchado un año y diez meses contra un cáncer de páncreas que no pudo vencer. Tenía 61 años. “El final de mi vida me gustaría que fuese con todos ustedes”, repetía constantemente. Y así fue. La Chipionera dejó de respirar entre todos los suyos. Su marido José Ortega Cano; sus hijos, Rocío Carrasco, José Fernando y Gloria Camila; sus hermanos, Gloria y Amador; sus sobrinos y su fiel secretario, Juan de la Rosa. La capilla ardiente, instalada en el Centro Cultural de la Villa de Madrid, recibió la visita de más de 20.000 personas. Sonaba uno de sus fandangos Aunque me voy, no me voy / Y aunque me voy, no me ausento. Sería la última vez que toda la familia estuviera unida en el dolor. “Desde que Rocío no está, nada es igual”, me confiesa uno de sus grandes amigos, el poeta gaditano Antonio Murciano.
 
Rocío siempre fue “el nexo de unión de la familia, la clave del clan y la persona más generosa de cuantos había”, asegura Murciano. El mismo día que anunció a la prensa que padecía un cáncer redactó su testamento. Un legado de más de siete millones de euros. “Nadie se ha quejado del testamento, pues fue muy claro —me confía Antonio Murciano—. A Gloria le dejó el chalé de Chipiona; a Amador la finca Los Naranjos y dos naves, una para el hijo de este, ahijado de Rocío; a José Ortega Cano su parte de Yerbabuena y la ganadería; a su hija Rocío la nombró heredera universal de todos sus derechos, sus joyas y vestidos, además de la casa de Madrid, cuyos beneficios, tras su venta, deberían ser repartidos entre sus otros hermanos, José Fernando y Gloria Camila, quienes recibieron una suma de dinero al cumplir los 18 años; y hasta a su fiel secretario, Juan de la Rosa, le dejó un adosado en Chipiona. Todo el mundo conserva lo que ella les dejó. No le falló nunca a nadie”. Sin embargo, Rocío se fue con una duda. En su última entrevista televisiva, con Jesús Quintero, en enero de 2006, se preguntaba: “Cuando uno piensa: ‘Hasta aquí hemos llegao’, siempre tiene una preocupación muy grande. Te viene la duda: ‘¿He hecho lo correcto?”.
 
“Rocío sacaba adelante a toda su familia. No era la hermana de Amador y Gloria, era la madre de todos. Como amiga era auténtica y más como hija, madre, hermana y esposa”, me asegura en Cádiz el modisto Antonio Ardón, el diseñador que hizo célebres los looks de Rocío y que se convirtió en uno de sus mejores amigos. Entre cientos de fotos y diseños aparece una instantánea de María del Rocío Trinidad Mohedano Jurado. Sí, cuando aún no era Rocío Jurado. Había ganado el concurso en el que su tío Antonio la había inscrito, el de Radio Nacional realizado en el teatro Álvarez Quintero de Sevilla. ¿El premio? Cuarenta duros, una botella de gaseosa, un corte de traje y unas medias de cristal.“Con el dinero les compré zapatos a mis hermanos y mis primeros con un poco de tacón”, recordaba Rocío.
 
Así comenzó la carrera de La Chipionera, que hizo huelga de hambre hasta que su familia le permitió viajar a Madrid a probar suerte, que cantaba en los tablaos El Duende y Los Canasteros siendo menor de edad y que con las 300 pesetas que ganaba al mes se trajo a todos los suyos a la capital y les pagaba piso y comida. Aquella niña que se subía al mármol jaspeado de la tienda de ultramarinos de su abuelo Antonio en Chipiona a cantar coplas se convirtió en una estrella internacional. Vendió más de 30 millones de discos, recibió 150 discos de oro y 63 de platino. Obtuvo el premio La Voz del Milenio a la Mejor Voz Femenina del Siglo XX, la medalla de Oro de las Bellas Artes de manos del Rey y la medalla de Oro al Mérito del Trabajo. Ya era La Más Grande.
 
La primera persona que se fijó en la voz de Rocío fue Enrique Garea, director de la desaparecida discográfica Columbia en los años sesenta y setenta. “Yo grabé su primer disco, una recopilación de las canciones de la película Proceso a una estrella (1966) y en el 69 sacamos el álbum que llevaría su nombre, Rocío Jurado”, cuenta Garea. “Era una chica inocente pero provocadora. Si era buena como artista, mejor era como persona. Fue La Chipionera cuando empezó y lo siguió siendo ya consagrada y hasta su muerte. Siempre muy humilde y generosa, nunca fue de egos. Tenía una personalidad como para estar siempre enamorado de ella”.
 
Pero quien la enamoró fue otro, Enrique García Vernetta. Cuenta Juan Soto Viñolo en la biografía de Rocío que una tarde de 1968 este apuesto valenciano se refugió de la lluvia bajo la marquesina del teatro Apolo de Valencia. Allí actuaba la compañía de Enrique Vargas, El Príncipe Gitano, con el espectáculo Aquí estoy yo. Y entró a ver la obra. Cuando Jurado salió al escenario Enrique se quedó prendado de ella y fue al camerino a saludarla. Al día siguiente le envió un perfume de Christian Dior. El valenciano acudió todo los días al espectáculo. Y así nació una de las relaciones que marcaron la vida de Rocío.
 
Enrique se hizo cargo de la carrera artística de La Chipionera, que dejó a su anterior representante, Francisco Bermúdez —exmánager de Raphael—. Durante los casi ocho años de relación su carrera creció junto a Enrique. Editó cinco discos más con Columbia, comenzaron las giras por Venezuela, Argentina, México y Estados Unidos, fue elegida Lady España y obtuvo el tercer puesto en el certamen Miss Europa e intervino en casi todas las apariciones televisivas... con escasa ropa.
 
José María Íñigo escribió en su libro Ahora hablo yo que Rocío fue invitada a su programa de televisión en abril de 1972: “Apareció vistiendo una capa de tipo abrigo que le cubría hasta los tobillos. Era realmente espectacular y así empezó a cantar la primera de sus canciones. En un momento de su interpretación se quitó la capa, la dejó en el suelo y surgió vestida con un escueto traje negro de raso de una manera tan inesperada que cogió por sorpresa a todos los presentes: a los cámaras, al realizador, a los iluminadores. Aquello supuso una especie de destape que debió poner de los nervios al censor Francisco Ortiz (padre de Luis Ortiz, marido de Gunilla von Bismarck) , que ordenó colocarle un chal a Rocío”. Recuerda Juan Soto que “los teléfonos de Prado del Rey echaban humo. Desde El Pardo, la Iglesia, los ministerios y las señoras del Opus, caían repulsas, presiones y consignas. ‘Una exhibición de taberna portuaria’, según el diario Arriba”.
 
Rocío atravesaba una de las mejores etapas de su carrera y era feliz al lado de Enrique. Pero el valenciano no le pedía matrimonio. “Fue ella quien me propuso hasta tres veces que pasara por vicaría, pero no quise —relata al teléfono García Vernetta—. Estaba muy enamorada de mí, y yo de ella, pero no veía el momento. Rompió la relación y al poco se casó con Pedro Carrasco. Actuó por despecho ”.
 
“A Pedro lo conocí cuando atravesaba una época muy mala, me habían operado de un nódulo en las cuerdas vocales y había roto con Enrique”, recordaba la cantante en una entrevista de televisión. Fue en un festival benéfico que se celebraba en la plaza de toros de Las Ventas, el verano de 1974. Viñolo escribe que “al finalizar el festival, el público se abalanzó sobre ella derribándola contra la barrera y perdió el conocimiento. Cuando se recuperó en la enfermería vio a Pedro Carrasco, que había acudido para interesarse por su estado”. Surgió el flechazo.
 
Pedro era campeón mundial de boxeo de peso ligero y toda una figura en España. El 21 de mayo de 1976 contrajeron matrimonio en la iglesia de la Virgen de Regla, en Chipiona. El pueblo entero salió a la calle. “Rocío, vestida de novia, no podía acceder al templo de la cantidad de gente que había. La tuvieron que llevar a hombros hasta el altar”, recuerda Enrique Garea, que fue testigo en el enlace. La pareja había enviado 500 invitaciones y a la celebración en una bodega de Chipiona entraron más de 1.000 personas: habían fotocopiado las tarjetas.Juanita Reina tuvo que tomar los aperitivos sentada en el respaldo de una silla. Hubo invitados que solo tomaron una copa de manzanilla y acabaron cenando en un restaurante.
 
Un año después de la boda nacía en Madrid Rocío Carrasco Mohedano. “Su hija era el verdadero amor de Rocío. Fue muy buena madre, excelente, que no tocasen a su niña. ¡Cuidao!, mataba por Rocío”, asegura Antonio Ardón. En 1981, según Juan Soto, Rocío se quedó embarazada por segunda vez. Tenía 37 años. Sin embargo, perdió el niño y cayó en una profunda depresión. “Una vez hicieron una apuesta entre Rosa Benito, Gloria Mohedano y Rocío para ver quién se quedaba antes en estado. Rosa y Gloria tuvieron éxito, ella no. Rocío siempre quiso tener más hijos, por eso llegó luego la adopción de Fernando José y Gloria Camila”, confiesa el modisto.
 
A las tres de la madrugada de un frío día de diciembre de 1978 Rocío Jurado recibió una llamada en el estudio de grabación de Madrid. Se encontraba junto a su amigo Antonio Murciano finalizando el disco de flamenco Por derecho. Al otro lado del teléfono estaba el compositor Manuel Alejandro. “Le dijo a Rocío que nos fuésemos a su casa de La Moraleja, que quería cantarle el disco nuevo que le había compuesto. Nos presentamos en su casa —relata Murciano—. Nos sentamos en el suelo Rocío y yo con nuestros whiskies, Manuel Alejandro al piano nos interpretó todas y cada una de las canciones de Señora, el disco que encumbraría definitivamente a la Jurado”.
 
Como yo te amo, Ese hombre, Señora... Algo se me fue contigo. “Cuando Manuel Alejandro comenzó a cantar este tema (Algo se me fue contigo, madre / algo siento que me falta, madre / las raíces de mi vida y de mi sangre) , Rocío se emocionó tanto que comenzó a llorar desconsoladamente”, recuerda el poeta. Tan solo unos meses antes, en junio del 78, la madre de la cantante, Rosario Jurado, había fallecido a los 51 años de cáncer de páncreas, la misma enfermedad que se llevaría a La Chipionera. “Rocío se secó las lágrimas y dijo: ‘Este es mi disco’. Y así fue”.
 
Señora (1979, RCA) fue el álbum que marcó la trayectoria de Rocío, con el que dio el salto a América y recibió multitud de premios. Acababa de finalizar su relación con la discográfica Columbia y habían construido un personaje melódico más que folclórico en el que encajaba a la perfección. Con los grandes éxitos que le siguieron, Como una ola, Paloma brava, Punto de partida, conquistó el Madison Square Garden y el Lincoln Center de Nueva York, el Beethoven Hall de Bonn o el Auditorio Nacional de México.
 
En 1985 cantó para el presidente Ronald Reagan en la Casa Blanca, que quedó maravillado. “Pues Ronald me preguntó si vivía en España o en Miami. Yo le dije: ‘En España, bat dis´is mai second cauntry, mister president”, recordó Rocío poco después con su inglés chipionero.
 
Entre idas y venidas, la artista dejaba a su hija al cargo de Pedro y de Juan de la Rosa. En dos entrevistas del canal local de Chipiona Rocío Carrasco, con nueve años, confiaba al locutor: “Mi madre está bien, pero no sé cuándo vendrá” y “Siento mucho que mi madre no esté aquí para verme cómo entrego la corona a la reina del carnaval”. La distancia también pasó factura a su matrimonio. “Yo viví todo el problema de Carrasco con ella. El disgusto tan fuerte que se llevó. Pedro salió con una mujer y tuvo relaciones mientras Rocío estaba en América. Jurado se enteró, le sentó muy mal. ‘A mí no me pone los cuernos nadie’, dijo. Aquello fue muy serio. Pedro intentó por todos los medios pedirle perdón, pero ella se cerró en banda, pues había estado enamoradísima de él”, desvela por primera vez Antonio Murciano.
 
En 1986 los rumores de separación se dispararon. Enrique García Vernetta cuenta que por entonces ella seguía enamorada de él. “Un día en el aeropuerto Rocío me dijo: ‘Pon el coche en marcha, da media vuelta y nos vamos’. Yo le dije: ‘Rocío, tienes un marido y una hija esperándote’. Ahí fui yo un cobarde porque tendría que haber dado media vuelta como ella quería”.
 
En 1988 Pedro y Rocío ratificaron el convenio de separación matrimonial, pero quienes los conocieron bien aseguran que se quisieron toda la vida. Cuando Pedro falleció en enero de 2001 Rocío quedó muy afectada a pesar de que ya había rehecho su vida junto al torero José Ortega Cano y había adoptado a José Fernando y Gloria Camila.
 
El verano de 2004 la cantante sintió un dolor agudo en el estómago. Fue a la consulta de su doctor en Cádiz y este la transfirió de inmediato a la clínica Montepríncipe de Madrid. Le habían detectado un cáncer de páncreas y la sometieron a una operación urgente. Al día siguiente volaba a Houston para seguir su tratamiento. Cuenta su fiel amigo y escritor Antonio Burgos en su libro Rocío, Ay, mi Rocío que mantuvo su sentido del humor en todo momento y que una vez que la llamó a Houston y le dijo que en la voz le notaba mejoría, ella le respondió:
 
—Pues no creas que estoy bien, porque mañana tengo que volver a la emisora...
—¿A la emisora, Rocío? ¿Que vas a cantar en una televisión, o que te van a hacer una entrevista?
—¡Cállate, que yo le llamo la emisora para no darle importancia! ¿Pero tú sabes lo que es la emisora?
—No sé, a lo mejor es una radio, que no es la televisión...
—¡Eso, eso, la radio! ¡Pero la radioterapia, chiquillo, la radioterapia! Ay, Virgen de Regla...
 
En Houston, mientras recibía la radioterapia, Rocío pedía a las enfermeras que pusieran rumbas “y les bailaba a las muchachas el Bamboleo”, recordó Rocío. “Nunca perdió las fuerzas, la esperanza ni las ganas de vivir —cuenta Antonio Ardón—. ‘Así no quiero estar delgada’, me confesaba. Cuando fui a Montepríncipe estaba sentada con un pijama y una cola de caballo. Le dije que la encontraba muy guapa y que le había hecho unos diseños preciosos. Me contestó: ‘¿Por qué no te los has traído para que los viese? Bueno, cuando me ponga algo mejor y salga de aquí, me los llevas a Yerbabuena’. En ese momento entró Rocío Carrasco y su madre le soltó: ‘¡Cuidao, cuidao, con lo que me dice Tony! ¡Que me ha hecho unos diseños! Con lo malita que yo estoy... Fue la última vez que la vi”. En la clínica, ya cercano su final, tenía un televisor bajo la lámina del Papa Juan Pablo II. Le decían que estaba averiado para que no se enterase de la muerte de la otra Rocío, de su amiga, de la Dúrcal.
 
Antes de fallecer, la cantante accedió a grabar su último concierto, Rocío, siempre. Un especial para TVE que contó con la colaboración de un elenco de artistas nacionales. Mónica Naranjo grabó junto a ella el tema Punto de Partida : “Ya estaba fatal y cada poco se iba a su camerino a tumbarse un ratito. Durante una de estas pausas, me acerqué a ella y le dije: ‘Pero Rocío, vete a casa. Ya todo el mundo sabe que eres la más grande. No tienes nada que demostrar. ¿Por qué sigues?’. Ella me respondió: ‘Porque ha venido a verme mucha gente de Chipiona”.
 
El 1 de junio de 2007 se cumplía el primer aniversario de la muerte de Rocío. En la parroquia de la O de Chipiona se celebró una misa en su recuerdo. La primera gran ausente fue Rocío Carrasco. No volvería a un homenaje. Vive aislada con su pareja, Fidel Albiac, y no quiere presenciar en televisión las guerras mediáticas de la familia Mohedano Jurado.
 
El último conflicto se traduce en 1.600 metros cuadrados, 240 vestidos y centenares de fotografías y material audiovisual. El museo Rocío Jurado. Una nave situada a la entrada de Chipiona que está finalizada pero que no abre sus puertas al público. ¿El problema? Discrepancias entre el Cabildo de Chipiona y la familia. “Rocío Carrasco ha dicho que si no está su tío Amador al frente del museo y al cuidado de todo, ella no va a entregar los objetos personales de su madre —me asegura Antonio Murciano—. Allí hay muchos recuerdos de ella: sus joyas, sus trajes, sus abanicos... Es un enorme patrimonio íntimo y personal”. Y mientras Ortega solventa sus problemas con la justicia, José Fernando se rehabilita y Gloria Camila se distancia de su hermana Rocío, recordamos aquella pregunta de la Jurado: “¿He hecho lo correcto?”.



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