Durante largos años, los discursos de Fidel Castro en los actos del 26 de julio, aniversario del asalto al cuartel Moncada, se convirtieron en motivo de especulación para los "fidelólogos". Todos querían predecir cuál sería el presumible timonazo del Comandante en Jefe, tanto en política internacional como en asuntos domésticos.
El 26 de julio de 1989 el máximo líder vaticinó el fin de la Unión Soviética y en el de 1993 anunció la dolarización de la economía, o para decirlo más apegado al discurso, la despenalización de la tenencia de dólares. Pasaron los años y el 26 de julio de 2007, en la otrora provincia ganadera de Camagüey, Raúl Castro proclamó que cada cubano tenía derecho a contar, al menos, con un vaso de leche en el desayuno.
Esas son las razones por las que ahora se espera con cierta expectación lo que dirá el presidente designado Miguel Díaz-Canel en fecha tan señalada, sobre todo después de las protestas del 11 de julio y su secuela de detenciones.
Dos son las vertientes en los pronósticos: abrir o cerrar.
Cuando se habla de "abrir" se puede suponer el anuncio de medidas en el plano económico, como pueden ser el entierro definitivo de esa entidad llamada Acopio, permitiendo a los productores agrícolas decidir qué producir y a qué precios vender. Lo otro es poner en marcha definitivamente las tantas veces anunciadas pequeñas y medianas empresas (pymes). Si se fuera más exigente o más optimista, se pudiera esperar que se permita a los privados importar con fines comerciales y que los profesionales puedan ejercer sus especialidades por cuenta propia.
En lo político, lo menos que pudiera esperarse, que merezca ser calificado como aperturista, sería la liberación inmediata e incondicional de todos los detenidos durante las protestas, bien sea mediante el recurso de un indulto, una amnistía o una excarcelación. No habría que esperar disculpas por la represión, sino actos de grandeza fundamentados en "la generosidad revolucionaria".
Cuando se habla de cerrar es más fácil imaginar el discurso. Bastaría con repetir las viejas consignas: "aquí no se rinde nadie" o no se puede confiar en el imperialismo "ni tantico así", o "se aplicará con rigor la justicia revolucionaria ante los enemigos pagados por el imperio".
Lo que no pueden hacer es actuar o hablar como si no hubiera pasado nada. Por eso vale la pena especular sobre lo que dirán este 26 de julio, incluso preguntarse si la selección de la sede para el acto central, que tradicionalmente se elige para galardonar a las provincias cumplidoras, tendrá en cuenta el detalle de dónde hubo menos protestas, o si premiarán a las que fueran más combativas en contra de los que protestaron.