Los cubanos y su espera por la tormenta perfecta
Mientras el futuro de Cuba es decidido por quienes la han arruinado, mucho pueblo pierde el tiempo en la crítica estéril y el insulto catártico
Los cubanos quieren estar entretenidos. La brújula que parecía bien orientada el 11 de julio gira sobre sí misma sin apuntar hacia el rumbo definitivo. Otra vez reinan la indiferencia y la inacción. Los cientos de presos después de las protestas, la desinformación, la maldad del régimen que insiste en su gira demagógica por los barrios más empobrecidos de La Habana como si nada hubiera ocurrido, han desinflado, al menos de momento, la voluntad popular.
Al cabo de sesenta años sin protestar, los cubanos creyeron que bastaría con tomar las calles una sola vez. Después solo habría que sentarse a ver la dictadura caer en cámara lenta, como en las películas, porque hay mucha gente que prefiere ver la caída en calidad de espectador, no de actor.
Esa misma gente que desaparece de las redes sociales o habla de otros temas cuando está ocurriendo algo verdaderamente estremecedor contra el régimen, anda de lo más alborotada con el patético show de
Edmundo García
, y creyendo que un enajenado en fase terminal va a darle el golpe de gracia a un poder que se ha tragado peces más gordos. Entretenimiento, brete, carnada para los que no quieren pensar; en eso consiste el exabrupto de la criatura más repugnante que ha vomitado el castrismo.
Algunos hasta vaticinan un golpe militar a Díaz-Canel, porque son “muy grandes” las revelaciones que hará Edmundo en su serie “Yo acuso”, donde ya ha señalado al cantautor en jefe, Israel Rojas, y al puentero mayor, Carlos Lazo, como contrarrevolucionarios. En pos de ese chisme que no le quita el sueño a la dictadura, se han lanzado miles de cibernautas que esperan, de un momento a otro, la lluvia de trapos sucios.
Hay que tener deseos de no encarar la realidad para dar crédito a semejante bufonada. Desde hace mucho tiempo Edmundo García es un charlatán propenso a los vicios y desvaríos, que son el umbral de la indiscreción. Si alguien cree que la Contrainteligencia cubana no vio venir su colapso mental, quedará muy decepcionado luego de gastar los megas y descubrir que Edmundo podrá tener muchas acusaciones, pero cero evidencias para sostenerlas.
Si en algún momento las tuvo, fueron retiradas de su poder por el mismo aparato que no moverá un dedo para ayudarlo a morir más rápido. Al contrario, cada berrinche de Edmundo jugará a favor de un régimen que precisa ganar tiempo, y al que le funciona que los cubanos estén pendientes de esos “secretos” que si salen a la luz darán apenas un pellizco, y luego sana, sana culito de rana.
Daño hicieron los valientes que tomaron las calles el 11 de julio; los que salen todavía en pequeños grupos a protestar por la catástrofe sanitaria, los apagones, los calderos vacíos, la permanente sensación de asfixia que provoca el no vivir en libertad. La dictadura no teme a los Estados Unidos, ni a los parlanchines resentidos, ni a los informes inútiles que redacta la Unión Europea, ni a las convocatorias en redes sociales de quienes piden invasión militar, drones teledirigidos a Punto Cero y otros imposibles.
El castrismo le teme al pueblo de Cuba. El soberano ante los ojos del mundo, gritando “Libertad”, es su única pesadilla. Pero el soberano no se da cuenta porque ahora mismo está pendiente de un ególatra que admite públicamente haber sido un espía de Fidel Castro e intenta, sin éxito, situar a Israel Rojas, Carlos Lazo y Hugo Cancio en la orilla de la “gusanera”, pese a que todo el mundo sabe que son agentes de influencia al servicio de la crápula política dirigida, al menos de forma nominal, por Miguel Díaz-Canel.
Todos los mencionados, excepto el compañero Rojas, viven en Estados Unidos, han desarrollado su actividad bajo las narices de la CIA y el FBI, con el permiso de la Casa Blanca. No es coherente esperar que un gobierno que favorece tales intrigas tenga una actitud frontal contra la dictadura cubana. Estados Unidos, lógicamente, está jugando la partida a su favor, al igual que el régimen; pero no así el pueblo cubano, inseguro aún de su propio poder.
Si los cubanos se tomaran unos minutos para reflexionar sobre lo sucedido en los últimos dos meses, se percatarían de que con una sola acción cívica masiva lograron que el castrismo cediera. Después del 11 de julio empezó a salvarse Matanzas, aparecieron recursos y personal médico que supuestamente no estaban disponibles, y el régimen se vio obligado a tomar medidas que dejaron bien claro cuál era el bloqueo que no dejaba entrar a una Isla hambreada y enferma medicinas y alimentos en cantidades ilimitadas.
Cuando el soberano pueblo dentro y fuera de Cuba comprenda que el fin de la dictadura depende de una acción popular contundente y conjunta, dejará de esperar favores de un gobierno que dicta sanciones simbólicas contra altos militares cubanos que llevan muchos años burlando el embargo y los “castigos” del Departamento del Tesoro a través de las empresas offshore que el castrismo tiene alrededor del mundo.
Las naciones democráticas no harán nada si los cubanos vuelven a la pasividad. Estados Unidos está negociando con el desgobierno de Díaz-Canel, el mismo que ha encarcelado y asesinado a manifestantes pacíficos; el que no ha aceptado ayuda humanitaria porque el coronavirus le está garantizando cientos de manifestantes menos que reprimir cuando se produzca el próximo estallido social. Agentes como Edmundo García, Hugo Cancio y Carlos Lazo han colaborado desde la Unión Americana con la dictadura, aportando información y beneficios económicos. Grandes medios de prensa estadounidenses son descaradamente procastristas. ¿De qué estamos hablando entonces?
Mientras el futuro de Cuba es decidido por quienes la han arruinado, mucho pueblo pierde el tiempo en la crítica estéril y el insulto catártico. Entretenidos están con el arrebato de Edmundo García, o recordándole a Buena Fe que en la canción tal del disco mas cual dijeron digo y ahora dicen diego. Entretenidos estuvieron también cuando un joven virtuoso creyó que reuniéndose con Silvio Rodríguez lograría amnistía para los encarcelados durante y después del 11 de julio; aunque la realidad hoy sea totalmente opuesta y los que apoyaron aquel diálogo sigan esperando por un proyecto del que “más adelante ofrecerían detalles”.
A la mayor parte de los cubanos le sirve cualquier cotilleo de última hora para no pensar en la gente que sigue presa, en la que muere por falta de oxígeno y antibióticos en los hospitales, en los que se ahogan intentado cruzar el Estrecho de La Florida, en los que dedican la primera plana del Granma a elogiar la dictadura de Corea del Norte, en los que han saqueado y corrompido a este país. En fin, cualquier cosa que les permita fantasear con que se avecina la tormenta perfecta; algo que no ocurrirá a menos que la formemos nosotros.
JAVIER PRADA, LA HABANA CUBA
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