Este año, cuando los cubanos salieron a las calles a exigir su derecho a ser libres, la dictadura puso al descubierto una vez más su verdadera naturaleza. Se hizo evidente que los comunistas en el poder están muy lejos de querer el bienestar del pueblo, ya que por más de 60 años han aplicado medidas fascistas para reprimirnos mientras le hacen creer al mundo que Cuba es un paraíso y que el pueblo cubano es inmensamente feliz.
Tampoco se cansan de subrayar que es el partido comunista el único acreditado para guiar al pueblo. Y cuando esos cientos de miles de manifestantes fueron reprimidos, encarcelados y golpeados, fue precisamente el primer secretario del partido comunista, Miguel Díaz-Canel, quien a través de los medios a su servicio dio la orden para que los “revolucionarios” salieran a combatirlos.
Claro que ese mandato fascista no es una novedad, pues lo mismo hizo Fidel Castro en los ochentas, cuando los sucesos de la embajada de Perú: personas decentes que solo intentaban escapar del totalitarismo eran agredidas en sus casas y en sus empleos por turbas azuzadas por el dictador. Al igual que durante el éxodo masivo del Mariel, cuando quienes vinieron a rescatar a sus seres queridos eran obligados a sobrecargar sus embarcaciones ligeras primero con lacras sociales y presidiarios, como condición para poder llevarse a sus familiares. Valga enfatizar que ambos procedimientos dejaron un saldo de cientos de muertos.
Pero el régimen sabe que las ansias de libertad de este pueblo no se pueden acallar tan fácilmente, por lo que extrema sus esfuerzos por frenar cualquier nuevo intento de rebelión. Así surgió el Decreto Ley 35 de 2021, que pretende impedirnos divulgar nuestra realidad a la vez que controlar el uso del ciberespacio, escenario crucial para mantener a la población unida e informada. La dictadura está consciente de ello, por eso interrumpen el servicio de internet durante las protestas.
A propósito de fascismo, por estos días ha recorrido las redes una planilla nombrada “Aspectos a tener en cuenta en el diagnóstico de las familias”, que se ha distribuido secretamente para ser llenada por ejecutivos de los Comités de Defensa de la Revolución (CDR) con el fin de vigilar la vida de los ciudadanos y conocer nuestra postura con respecto a la situación política que atraviesa el país.
Tampoco el funesto papel de los CDR es algo nuevo en la isla. Los que peinamos canas recordamos que el 17 de abril de 1961, al producirse la invasión de Playa Girón, la dictadura apresó a miles y miles de cubanos para lo cual se valieron de delatores y resentidos que se habían hecho miembros de esa nefasta organización. Con total desprecio e impunidad esos miles de civiles fueron confinados en cines, teatros, estadios, con la amenaza de matarlos si los invasores triunfaban. Aquellas personas eran en su mayoría comerciantes, profesionales, ciudadanos honestos que, si bien no estaban de acuerdo con lo que sucedía en el país, se mantenían al margen.
Hace unos días les mencioné a unos jóvenes las Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP). Ellos desconocían el verdadero objetivo por el que fueron creadas. Pero los que presenciamos el terror comunista desde sus inicios sí recordamos la verdadera función de aquellos campamentos de trabajos forzados y la crueldad con que eran tratados los prisioneros, otra medida fascista aplicada por Fidel Castro contra su pueblo.
Quizás algunos también recuerden el dolor de las miles de familias de campesinos nacidos en el Escambray que fueron hechos prisioneros y desplazados bajo custodia militar hacia los pueblos cautivos de Pinar del Río y Camagüey, para que no pudieran seguir ayudando a los alzados, baluarte anticomunista en la zona. Como escarmiento adicional les confiscaron todos sus bienes y los confinaron en condiciones infrahumanas. El castigo se transmitió a sus descendientes, que nunca pudieron regresar a su lugar de origen.
Fascista fue también obligar a tantas familias a abandonar el país con lo puesto, sin permiso de llevarse la mayoría de sus pertenencias ni sus objetos de valor, de los cuales se apropió la dictadura. Fascista fue, además, prohibir toda comunicación entre los residentes en la isla y sus familiares emigrados. Como antes había hecho Hitler con los judíos, miles de cubanos fueron estigmatizados y despojados de su patrimonio, de su medio de vida, de sus casas y hasta de sus seres queridos.
Como estos, podría citar otros muchos ejemplos. Pues en Cuba, desde el 1º de enero de 1959 hasta la fecha, fascismo y castrismo van de la mano.