Cuba sigue igual, pero el mundo es otra cosa
La idea de que el mundo es malo, muy malo, ha sido sembrada en el cerebro social de la Isla para hacer creer que el modelo de economía planificada y partido único es la solución para el futuro del planeta.
FRANCISCO ALMAGRO DOMÍNGUEZ
El mundo es otra cosa, me dijo hace 30 años en la cocina de mi casa en La Habana. Había regresado de ver a su hermano en Nueva Jersey, Estados Unidos. No era un hombre de luces. Pero, campesino al fin, estaba dotado de sabiduría natural y honradez proba. El mundo, repitió varias veces, no es como se lo imaginan y lo pintan aquí. Uno de nosotros preguntó por qué lo decía. Él quedó en silencio unos segundos, y dijo: la gente en Cuba sigue creyendo que el mundo no ha cambiado, que todo sigue igual, y eso no es verdad.
Eran los años posteriores a la caída del Muro de Berlín, y con él todas las dictaduras comunistas de Europa del Este. El socialismo real, marxista-leninista, de economía centralizada y partido único, moría por inanición productiva e ideológica. En la Isla comenzaba el mal llamado Periodo Especial en tiempos de paz.
El proyecto de muchos, como el del guajiro, era vender lo poco que le quedaba y marcharse al frío Estado Jardín, como también se conoce a Nueva Jersey, sin hablar inglés, pero con la certeza de que un mundo distinto existía; no iba a quedar atrapado en otro "periodo especial" como en el 70, cuando tuvo que vender hasta la chiva por no tener donde amarrarla.
En los últimos tiempos me he preguntado, tras leer el órgano oficial, qué hay detrás de mantener al lector cautivo, inmovilizado mentalmente en los años previos al desmerengamiento. Entonces era el fin de la Guerra Fría, del criminal escándalo de Chernóbil y de la masacre de Tiananmén.
Tras la lectura del medio de agitación y propaganda uno siente como si el tiempo no hubiera pasado en Cuba: los mismos lemas, el mismo acoso al que piensa distinto, el imperialismo fuente de todos los males, iguales promesas y peroratas, siempre colocadas en el horizonte para mantener caminando a un pueblo entero hacia una línea imaginaria que al llegar se aleja de nuevo.
Tal pareciera que Rusia y China siguen siendo países comunistas, aun cuando los asiáticos mantienen desde hace años el nombre de popular para encubrir su pujante economía de mercado. A los rusos se les presenta todavía como la potencia que rivaliza con Norteamérica; en verdad, ocupa el lugar 11 en la economía mundial, por detrás de países como Francia, Italia y la India. El PIB de Texas es mayor que el de toda la federación rusa. Si el Estado de California fuera un país, ocuparía el sexto lugar en la economía mundial.
Al lector dependiente le venden la idea de que los países latinoamericanos del Socialismo del siglo XXI son revoluciones democráticas y económicamente exitosas. Hoy Venezuela es el cuarto país más pobre del continente, solo superado por Haití, Honduras y Nicaragua. Y nada tienen que ver las sanciones: la caída en picada comenzó desde los tiempos de Chávez, cuando asustó a los inversores y estatizó miles de empresas. Además de hacer pasar ambas revoluciones como cuasi socialistas para vender el ideal del modelo castrista, consideran legítimos a esos gobiernos, sostenidos por fraudes, corrupción y componendas con supuestos opositores.
África, para el peatón cubano, sigue siendo la Angola y la Etiopía de la enfermedad, la miseria y la guerra que segó la vida de miles de jóvenes cubanos. Hoy Angola ocupa el quinto lugar en el PIB continental, y Etiopía el séptimo. África es todavía el continente más pobre. Pero, al mismo tiempo, recibe los mayores inversionistas porque hay gobiernos más estables y la población está mejor educada. Ningún país africano es socialista. Ni siquiera aquellos donde tanta sangre cubana fue derramada.
El mundo ha continuado, con sus caídas e incorporaciones, avanzando. Hay cosas malas, muy malas y buenas, muy buenas, estas últimas casi todas desconocidas por el cubano sentado en la acera. La idea primera de que el mundo es malo, muy malo, ha sido sembrada en el cerebro social de la Isla por dos razones: una, hacer creer que el modelo de economía planificada y partido único es la solución productiva y política para el futuro del planeta; dos, sugerir que los mandantes insulares nunca estuvieron, no están ni estarán jamás equivocados. Ellos, que junto a los cúmbilas coreanos apenas son el 0.0001 de la población mundial, dicen tener toda la razón.
El mundo gira, no se detiene. Pero la tesis copernicana no aplica en Cuba. En el mundo hay guerras, desastres naturales, epidemias, hambre. Sin embargo, la humanidad persiste, no se torna socialista —quienes lo han hecho ya pagan un alto precio. Han aprendido —algunos— que lo peor sería regresar a una etapa poco más o menos feudal llamada socialismo. Marx es hoy un hereje en toda regla: la práctica social en la Isla no es criterio de la verdad. Del mismo modo, parafraseando a John Lennon, podríamos decir: el mundo es otra cosa mientras Cuba continúa haciendo algo diferente.
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