¿Por qué se quedan 11 peloteros de
Cuba en México? Un país no cabe en una consigna
Y todavía hay gente que habla de medallas de pundonor, de regresos con el deber cumplido, de aplausos para la hombrada en circunstancias adversas, bajo una presión enorme sobre aquellos que sí supieron cumplir con el compromiso de su país, y utilizan esa palabra llevada y traída, y ahora desdibujada que dan en llamar “patria’‘.
La maltrecha y disminuida delegación de béisbol que regresa a Cuba lo hará sin pundonor, ni deber cumplido ni vuelve a la patria, sea esta lo que sea. Los que decidieron volver saben que vuelven, como dijo uno en un mensaje privado, a los apagones y al mismo lento morir del día a día, a esa nada cotidiana donde de pronto te das cuenta que te has hecho viejo y tu talento para jugar béisbol, mucho o poco, ya no sirve de nada.
El que participó en el Sub 23 era un equipo elegido, como todos los anteriores y desde siempre, no en base únicamente a la meritocracia deportiva, sino bajo la supuesta alineación a ciertos principios sacrosantos para la élite dirigente. Las papas podridas ya habían sido purgadas. Y, sin embargo, 11 decidieron no retornar a eso que sí les espera a los que ahora integrarán equipos provinciales en una Serie Nacional de juegos diurnos y mínimas calidades.
Cada cual tendrá sus razones para irse o permanecer. Pero cuando en las publicaciones, estatales o personales, se habla de quienes escaparon siempre sale a colación la misión no cumplida o el compromiso abandonado. Al menos no hablan de ellos como traidores, que era la palabra de moda en los tiempos de Orlando “El Duque’‘ Hernández o René Arocha.
Ahora los culpables son otros: Donald Trump, los mercenarios al servicio del imperio, los emisores de cantos de sirena que han nublado el buen entendimiento de estos chicos ingenuos. Donde falla esta retórica es en reconocer lo que quiere y siente el individuo, las palpitaciones de cada cual, el deseo de una vida distinta, ya sea en las Grandes Ligas o como futuro empleado de Home Depot, McDonalds o en la construcción.
Lo que no se acepta es que tras esa fuga masiva merodea una desesperanza atroz, que el problema del béisbol es el problema de toda una sociedad que de cara al micrófono y la cámara vocea una consigna, pero que en la oscuridad del silencio reconoce una existencia sin planes ni caminos, y que la consigna no llena un plato ni anima un alegría.
Cuba bien puede estar viviendo el peor momento de su historia, con el gobierno más inepto que se recuerde. Gente que contempla la solución delante pero tiene miedo de emprender un sendero que mejoraría a todos, pero les privaría gradualmente de ese poder que han ostentado durante décadas sin verse obligados a dar explicaciones del desastre. Porque la culpa siempre estuvo y está afuera: el bloqueo, las presiones, ¿Trump, de nuevo?
Cuando se acaba la ilusión, acaba todo. Si a ese profesor de béisbol en categorías infantiles su sueldo en pesos cubanos no le alcanza para comprar el litro de aceite en dólares, qué le puede importar que sus pupilos aprendan la diferencia entre una recta de cuatro costuras o un slider, qué le puede molestar que un chico haga un swing de manera correcta, con rompimiento de cadera y muñeca, si al llegar a la casa le espera la lucha de la supervivencia.
Los peloteros escapan por lo mismo que lo hacen los médicos, los boxeadores, los corredores, los que se lanzan al mar sabiendo, incluso, que serían devueltos de ser interceptados. Cuando muere la esperanza hasta la muerte puede verse como algo posible y aceptable.
Aquellos que se fugaron enfrentan la incertidumbre de los cientos de miles de cubanos que lo hicieron antes de ellos. Cruzar una frontera, comenzar de cero, dejar la familia atrás y muy posiblemente hacer carrera en una profesión muy distinta. De esos 11 nombres que se apearon del regreso, quizá tres o cuatro logren un pacto para intentar llegar a Grandes Ligas. Eso es lo de menos.
Los 11 triunfarán o fracasaran en la medida que sus talentos se los permita, no sobre la base de lo que dictaminen los propietarios del largo colapso. Los que retornan, lo harán a un país quebrado y envilecido, cambiado, donde ni el béisbol puede entenderse como pasatiempo nacional. A esos les dirán, bienvenidos a la patria, sea esta lo que sea.
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