¿Cómo se las arregla hoy la gente en Cuba para tener zapatos? ¿Qué calidad tienen sus zapatos? ¿Cuánto cuesta un par? ¿Saben hoy en la Isla quienes no llegan a los 70 años de edad que, cuando Cuba era "explotada por el imperialismo y la burguesía nacional", el calzado cubano era motivo de orgullo nacional, que era exportado a todo el planeta y gozaba de merecida fama por su diseño y estilo, la calidad de la piel y su comodidad?
Las respuestas a estas interrogantes confluyen hacia el mismo punto: son cosas del comunismo. Un solo dato (que se puede encontrar en internet) ya es elocuente: en 1954 Cuba produjo 15 millones de pares de zapatos de alta calidad para seis millones de habitantes, o sea 2,5 pares de zapatos per cápita. Hoy produce la cuarta parte de un zapato por cada cubano.
Actualmente la producción exacta nadie la sabe, pues el régimen ya no da cifras nacionales, pero en 2014 las 24 fábricas de la Isla produjeron 2,5 millones de pares de zapatos, para 11,3 millones de habitantes. O sea, 0,22 zapato anual por habitante. Y es poco probable que la producción haya aumentado mucho, pues desde 2016 se inició la crisis económica que hoy es ya asfixiante.
Ese desplome de un 83% en la producción, sin guerras o catástrofes naturales, es inaudito, y encima el calzado producido es de pésima calidad, uno de los peores del mundo, al punto de que el periódico oficial Trabajadores admitió (1 de marzo de 2015) que ninguno tenía "el formato que lo podría catalogar como zapato de vestir, ni de hombre ni de mujer".
Cinco meses después de esa "confesión" castrista, en agosto de 2015, un pastor estadounidense que fue a predicar en una iglesia evangélica del Vedado, antes de comenzar dijo jocosamente a los fieles: "Estoy mirando desde aquí los pies de ustedes, y por eso sé que estoy en Cuba", según reportó la prensa independiente. Así sería el maltrecho y pobre calzado que aquel predicador vio en quienes lo escuchaban, y en El Vedado, no en El Fanguito o La Timba.
En abril de 1959 Fidel Castro se reunió con los empresarios privados de la industria del calzado (a los cuales 16 meses después quitó sus fábricas) y les dijo que el calzado cubano tenía que seguir siendo de muy alta calidad: "un mejor zapato que cualquiera que se pueda importar aquí".
Pues bien, luego de más de 60 años de socialismo, si hoy los cubanos no andan descalzos o con zapatos parecidos al que se come Charles Chaplin en La quimera del oro, es por los que llevan a la Isla las "mulas" y la diáspora. Porque la otrora pujante industria nacional del calzado en rigor desapareció. Y los zapatos que se importan, de China, son de pésima calidad y, encima, se venden en dólares.
Si compra los tenis para su hijo pasa hambre toda la familia
Un reportaje reciente (6 de octubre) de 14ymedio comenzó así: "Sandra tiene la cara pegada a la vidriera de la zapatería Sport en la plaza Carlos III, en La Habana, donde este martes se ha formado una nutrida cola. En ella se exhiben dos pares de tenis para niño que cuestan, respectivamente, 22.50 y 22.68 dólares (540 y 544 pesos) y son los más baratos a la venta".
Pero Sandra este mes solo pudo utilizar 30 dólares para todas las necesidades en su hogar, y luego de pagar 75 pesos por dólar, o sea, 2.250 pesos, casi todo su salario del mes. Y su esposo está desempleado. En fin, si compra los tenis a su hijo pasará más hambre toda la familia.
Otra mamá, que no dio su nombre, le dijo al diario independiente citado: "Compré lo que necesitaba para la escuela de la niña a una mujer que vende mercancía traída del exterior. Me costaron 3.000 pesos los tenis y 2.000 la mochila". O sea, pagó 125 dólares por un par de tenis. En las lujosas tiendas de Macy's, en EEUU se pueden comprar tenis excelentes a más bajo precio.
La periodista independiente Laura Rodríguez reportó hace dos años desde Santa Clara una acalorada discusión. Odalia Valdés quería devolver a la tienda un par de zapatos made in China descosidos y despellejados que había comprado allí solo 15 días antes, pero el empleado le dijo que no tenían garantía y no aceptó la devolución. Odalis perdió sus 20 dólares.
Hoy en las tiendas estatales de Cuba un par de zapatos de hombre oscila entre 70 y 105 dólares y las sandalias no bajan de 32 dólares. En el mercado negro cuestan más, pues el comerciante furtivo le carga al precio un extra por su "zapateo" para conseguirlos y una prima por el riesgo de ir preso por "enriquecimiento ilícito". En fin, los precios del calzado en Cuba son probablemente los más altos del mundo en proporción al salario promedio.
Sin embargo, antes del comunismo la industria cubana del calzado estaba más desarrollada que la de muchos países del Primer Mundo. En opinión de gente tan famosa como los actores Errol Flynn y Tyrone Power, los zapatos Thom Mcan, o Florsheim (de EEUU), o los italianos, no eran mejores que los cubanos.
Los zapatos Ingelmo y Amadeo en particular, y también Bulnes y Valle, se veían en las calles de muchos países y validaban un válido lema comercial: "Se nota la calidad, es calzado cubano".
¿Y qué fue de aquella excelente industria cubana del calzado?
En la enorme fábrica fundada por Cristóbal Ingelmo, la mayor de las 185 fábricas cubanas (sin contar talleres más pequeños) antes de los Castro, hoy no se producen zapatos, sino maracas y tambores. La fábrica que instaló Amadeo Valle en 1902 es hoy un cuchitril desvencijado que solo produce botas rústicas de cuero duro. La fábrica Valle es un almacén. Y Bulnes, fábrica creada por Benigno Herrero Bulnes, se mantuvo funcionando a duras penas hasta los años 70. Hoy hay allí una sala de Cine 3D y un timbiriche de alimentos y bebidas de origen impreciso.
La también habanera fábrica "Amador Blanco Peña", montada con las maquinarias confiscadas a las plantas Ingelmo y Valle, fue desmantelada en 2014. Hoy radica en esa enorme nave la Oficina Nacional de Diseño Industrial.
Igualmente desapareció la fábrica del poblado habanero de Managua, que confeccionaba botas militares atornilladas, muy pesadas y que además soltaban la suela. Hay ahora allí un policlínico. Se esfumó también la fábrica de calzado plástico del Cerro, creada por Celia Sánchez. Allí están ahora las oficinas del estatal Grupo Combell, de calzado.
Quedan cada vez menos fábricas de zapatos. De ellas pueden citarse una en Villa Clara, y Venus, en Guanabacoa. Entre los productores privados está Guazú, en Santa Clara, que produce un calzado hecho a mano, de vestir y de trabajo, guantes, petos y fajas.
Otra expresión del derrumbe "revolucionario" de la industria del calzado es que en 1958 había en el país 68 tenerías (entre grandes y pequeñas, todas privadas) para abastecer esa industria, y hoy hay apenas cinco tenerías, todas estatales: tres en Caibarién, una en Camagüey, y otra en Guanajay, según informó no hace mucho Mysora López, directora de la estatal Empresa de Tenería y Pieles. Dijo que en los años 80 llegó a haber 13 tenerías. Desde entonces el dragón castrista se tragó ocho.
Solo algunos cuentapropistas, muchos de ellos descendientes de zapateros que antes del comunismo tan buena fama le dieron al calzado cubano, pueden hoy producir artesanalmente calzado de alguna calidad. Pero pagan las pieles en el mercado clandestino como si fuese oro, pues el Estado les prohíbe el uso de piel vacuna. La mayor parte de esa producción privada de calzado es con material sintético.
En fin, citemos a Góngora pero con una pequeña modificación, pues la industria del calzado cubano hoy lastimosamente dice: "Ayer, cuando libre, maravilla fui; y hoy, comunista, sombra de mí no soy".