Carlos Samaniego, fundador del Mariachi Arcoíris de los Ángeles, es abiertamente gay. Descendiente de un linaje de músicos (su abuelo fue mariachi y su padre es músico lírico), desde temprana edad se enamoró de la música. De familia originaria de Sonora, en México, Carlos se refiere a sí mismo como un “pocho”.
A esta palabra, un tanto esquiva y de múltiples significados —algunos de ellos incluso de matiz discriminatorio—, el diccionario del Colegio de México la define como «que desciende de mexicanos pero es de nacionalidad estadounidense, o que es mexicano pero emigrado a los Estados Unidos de América y al hablar español introduce anglicismos y muestra poco conocimiento y aprecio de la lengua.»
En el caso de Carlos, él utiliza la palabra “pocho” como un término reivindicativo, reconociendo su doble filiación nacional. Él recuerda que un día, al terminar sus clases de secundaria, escuchó unos sonidos que lo conmovieron y despertaron su curiosidad. «En los Estados Unidos, sobre todo en los estados del sur o este del país como California, Arizona, Nevada, Texas, o Nuevo México, hay programas de aprendizaje de música de mariachi para los estudiantes. Al escuchar una de estas prácticas esto despertó mi curiosidad y vi que era un grupo de estudiantes. Yo sabía que tenía que ser parte de eso».
Carlos sabía cantar, pero no sabía tocar instrumentos. El instrumento que le asignaron fue el guitarrón, aunque a él le llamó siempre la atención el violín. Ahí fue donde vivió por primera vez el prejuicio y la homofobia que suele reinar en el ámbito de la música de mariachi. «Tenía que pedirles a las chicas que me enseñaran, porque en aquel entonces y en ese grupo, el violín era un instrumento reservado solo para las muchachas. Pero me enamoré tanto de ese instrumento que comencé a tomar clases particulares, donde no me limitaran».
Pocho y abiertamente gay: el peso de una doble discriminación
Fue más adelante, en la universidad, cuando Carlos fue consciente de su orientación y salió del clóset. Al hacerlo desafió muchos tabúes, debido a que ya estaba tocando en grupos consolidados de mariachi, que a decir de él, suelen ser muy machistas. «Muchos de los músicos de mariachi en Estados Unidos están formados por personas que vienen de México, mayoritariamente de zonas rurales, por lo que suelen tener una mentalidad muy cerrada. Por eso no veían con buenos ojos el compartir el escenario o el camerino con un pocho, y mucho menos un pocho abiertamente gay», recuerda.
«Continuamente sentía sus malos tratos. Y sentía que tenía que ‘demostrarles que era digno’ de tocar esta música. Era muy pesado. Habían acosos y había burlas, cosa que no recibían mis otros compañeros mexico-americanos. No querían aceptar que su discriminación era porque soy gay, pero a los otros pochos no les decían nada», rememora Carlos.
El Mariachi Arcoíris de Los Ángeles: un espacio seguro ante el machismo
Cuando formó el Mariachi Arcoíris de Los Ángeles Carlos tenía en mente esas burlas y esos actos de segregación. Por eso buscó crear un espacio seguro para que las personas LGBT+ que se dedicaran a la música de mariachi pudieran practicarla sin ser atravesados por la misma discriminación que él. «El Mariachi Arcoíris de los Ángeles tuvo dos fechas de nacimiento. La primera de ellas fue en el año 2000, durante una “boda” ficticia que se hizo a manera de protesta durante los festejos del Pride en la Universidad. Como sabían que yo me dedicaba a la música de mariachi dijeron: “no puede haber una boda sin mariachi” y me encargaron organizarlo».
Carlos fue más allá y sugirió que si la boda iba a ser gay, entonces sería fabuloso que ese mariachi fuera también gay. Aunque no tenía los contactos de tantas personas gay que se dedicaran al mariachi, comenzó a hacer llamadas y contactó a gente. Así fue como formó una primera red de mariachis gays y lesbianas. El primer gran inconveniente es que vivían muy lejos. «Ellos vinieron desde lugares que estaban a 4 horas o más de Los Ángeles para participar en este evento. Nunca habíamos ensayado juntos, pero afortunadamente resultaron ser muy buenos músicos. Al momento de hacer los volantes le puse ‘El Mariachi Arcoíris de Los Ángeles’ por la bandera LGBT de la diversidad y porque el evento iba a ocurrir en la Universidad Estatal de Los Ángeles».
Aunque esa primera alineación no duró mucho, ya había sembrado en Carlos la inquietud de crear un mariachi LGBT+ que fuese un espacio seguro ante el machismo. «Cada que pasaba por una mala experiencia de discriminación por ser un mariachi abiertamente gay, me repetía a mí mismo: “algún día voy a volver a hacer el Mariachi Arcoíris”», confiesa Carlos. Tuvieron que pasar 15 años para que esto se volviera realidad. «Hubo un incidente desagradable en el año 2015 que no recuerdo bien, fue un comentario sarcástico o burla, pero solo recuerdo que me dije: “ya basta”. Fue la gota que derramó el vaso. Necesitaba un espacio libre de estas violencias, y también pensé en que seguramente no era yo el único que pasaba por eso. Necesitábamos un espacio donde las personas no tuvieran que pasar por esos episodios de discriminación».
Resquebrajando el estereotipo del macho mexicano una canción a la vez
Desde que fundó el Mariachi Arcoíris de Los Ángeles este se ha vuelto cada vez más popular, aunque con la popularidad han venido también las críticas y los haters. «Yo sabía que al formar un proyecto como este algo así iba a pasar. Yo sabía que nuestra cultura mexicana machista tenía que reaccionar. Donde más veo estas reacciones es cuando sale alguna nota sobre nosotros en el mercado latinoamericano. Como actualmente todo es digital, todo mundo se siente con derecho de emitir su “opinión” que muchas veces son puros discursos de odio. Pero muchas de esas personas ni siquiera nos han escuchado tocar, no se molestan siquiera en ver la calidad musical detrás de este proyecto. Atacan porque les tocan alguna fibra sensible de su machismo”.
El mismo entorno machista que le hizo crear el Mariachi Arcoíris de Los Ángeles se reproduce en los comentarios de odio que reciben en los entornos digitales. «En las notas siempre hay personas diciendo cosas como “qué asco” o “qué falta de respeto al traje de charro”. Sobre esto último es algo que me da mucha risa, porque ahí la gente demuestra que no sabe de lo que está hablando. El mariachi ni siquiera usa traje de charro, sino uno versión “deformada” de este. La charrería es otro mundo muy complejo y que yo respeto mucho, y que se rige por códigos muy estrictos, no solo en cuanto a la vestimenta. Así que cuando dicen cosas como que nosotros le faltamos al respeto a la figura del charro, esa gente debería informarse más, porque entonces todos los mariachis del mundo lo hacen».
«Este grupo de mariconcitos sabe tocar muy bien el mariachi»
Carlos reconoce que entre más disruptiva sea tu presencia, más estás propenso a la discriminación y a los ataques. «Una de las personas a quien más agreden es Ayan Vázquez-Lopez, una persona no binaria que participa con nosotros. Ayan tiene ascendencia oaxaqueña, por lo que tiene facciones que se asocian a lo indígena. Ayan porta una barba ligera y un maquillaje que le luce increíble, sombras en los ojos y otras cosas muy brillantes. La imagen de Ayan ha sido muy controversial y quien ha recibido más críticas. Pero esos comentarios negativos y violentos son la razón por la cual debe existir este grupo, un espacio libre de violencia».
Por ello Carlos Samaniego llama a escucharlos primero, antes que verter comentarios de odio. Porque cree en su proyecto y sabe que están ofreciendo calidad musical, más allá de solo una imagen controversial. «Hay gente que dice: “a mí qué me importa con quién se acuesten, lo que importa es la música”. Y en eso estamos de acuerdo. El Mariachi Arcoíris de Los Ángeles somos una agrupación bien ensayada y usamos la música como nuestro escudo. Queremos mostrarle al mundo que este grupo de “jotitos” o de “mariconcitos” —o como desde su odio quieran llamarnos—, sabe tocar y muy bien la música de mariachi».
Carlos está consciente de que existe una paradoja entre su ánimo de rescatar un elemento cultural tradicional tan importante como es la música del mariachi, y por otro lado no tener miedo a la innovación de mostrar su orgullo como parte de la comunidad LGBT+.
«En mi formación como músico me enseñaron que hay que ser muy respetuosos de lo que quiso transmitir el compositor. Sin embargo, hay canciones, como ‘Ella’, un tema de José Alfredo Jiménez, que siempre lo canta una mujer de nuestra agrupación. Yo no lo cantaría al ser un hombre gay, pero tampoco le cambiaría el título a ‘Él’. Al cantarlo una de las chicas del mariachi se convierte en un tema de amor de una muchacha hacia otra muchacha. Eso es lo que hacemos con el repertorio: no cambiamos las letras, pero sí cantamos como si estuviéramos dedicándosela a una persona del mismo sexo».
Natalia: la primera mujer trans que se dedica profesionalmente al mariachi
Uno de los grandes orgullos del Mariachi Arcoíris de Los Ángeles es contar con la presencia de Natalia Meléndez, una mujer transgénero, una pionera al ser, según sus palabras, la primera mujer trans en dedicarse profesionalmente al mariachi. «Natalia y yo somos amigos desde hace muchos años, desde que éramos adolescentes, allá por 1996. Cuando formé el grupo en el año 2000, ella formó parte del primer Mariachi Arcoíris de Los Ángeles, cuando aún se identificaba como un hombre gay. Años más tarde se acercó y me dijo “yo soy mujer”. Entonces cuando volví a formar el Mariachi Arcoíris le dije “mira, Natalia: cuando vayas a cantar yo te quiero presentar como la primera mujer trans del mariachi. Porque eres una pionera, y quiero reconocértelo. Que la gente sepa quién eres y la importancia de lo que has hecho».
Gracias a ello Natalia pasó a ser uno de los elementos centrales de este mariachi, ya de por sí diverso. Comenzó a tener más dominio escénico y a mostrarse con orgullo como la primera mujer trans en un ámbito machista y tradicionalista, rompiendo todos los esquemas. «Me gusta que la gente sepa y reconozca lo importante que es ella. Porque como ella pueden haber otras personas que seguro son las primeras en hacer algo, y su historia, la de una pionera, puede inspirarlas a romper con sus propios miedos y a superar sus limitaciones».
Más allá de la discriminación: momentos que vale la pena recordar
Pero no todo en la historia del Mariachi Arcoíris ha sido discriminación. Hay momentos en los que vestirse de colores y defender la identidad ha valido la pena. Entre estos, Carlos recuerda uno con muy especial cariño. «Recuerdo que en nuestro primer festejo guadalupano un 12 de diciembre, nadie quería contratarnos. Yo estaba acostumbrado en otros grupos a que es un día con muchísimo trabajo, en el que no duermes, pero con ese dinero puedes comprar todos los regalos de Navidad. Lamentablemente con el Mariachi Arcoíris, al ser un grupo abiertamente LGBT, no querían contratarnos para las festividades de la Virgen de Guadalupe por lo que representábamos».
Pero todo cambió con una llamada a la que Carlos le tiene especial afecto. «Nos contactó una iglesia independiente —non denominational— que es una iglesia muy abierta, que tiene pastores LGBT e incluso celebran uniones del mismo sexo. Estaban muy emocionados por contar con el Mariachi Arcoíris, el primer mariachi LGBT. Antes de empezar nuestra actuación, el pastor tomó la palabra y dijo: “Él es Carlos Samaniego, el director del primer mariachi LGBT. Entonces pasó algo que nunca olvidaré: no solo comenzaron a aplaudir, sino que se pusieron de pie. Y eso, sin mentirte, se convirtieron en 10 minutos de aplausos y de estar de pie. Por supuesto comencé a llorar; me tocó tanto que comencé a lagrimear y sentí que en ese momento estas personas LGBT, que también son latinos como nosotros, entendieron el concepto del Mariachi Arcoíris y la importancia de tener este mariachi para una fecha tan importante y tan simbólica», recuerda emocionado Carlos.
Aunque fue el único trabajo que tuvieron ese día, fue más que suficiente para llenarles el corazón y para tener la confirmación de que su misión tiene un valor y un significado para las personas latinas de la diversidad en los Estados Unidos y fuera de aquel país.
Hoy el Mariachi Arcoíris de Los Ángeles continúa abrazando con cada nota y cada melodía a todos aquellos que se han sentido excluidos, violentados o discriminados por su orientación sexual o expresión de género. Una canción a la vez, tocan corazones, abren brechas y rompen con lo establecido, convirtiéndose en el vivo ejemplo de que el arte puede ser un agente de cambio para que todas las personas puedan ser amadas y respetadas sin ningún tipo de distinción.