JUAN DIEGO RODRÍGUEZ
Unas 200 personas aguardaban este martes en el Parque de la Fraternidad para abordar un ómnibus de regreso a casa. Las largas filas se extendían por toda la zona y algunos se empujaban y apiñaban para subir a los escasos vehículos cuando llegaban.
A bordo de uno de los deteriorados vehículos, el chofer conversaba con un colega sobre el viacrucis que supone para un conductor mantener la guagua en funcionamiento. "Tremenda gastadera de dinero para tener el carro caminando. Cuando está roto el carro es mío, cuando está funcionando es de ellos", decía con ironía al otro chofer. "Yo ya no puedo más. Hace cuatro años ni gomas nos dan. Si se caen las ventanas hago un descapotable, pero el problema es que camine".
Cada parada se alargaba una eternidad por la cantidad de personas que atestaban el pasillo complicando la subida y bajada de una multitud que no menguaba, ya que cuando el vehículo abría la puerta, nuevas personas intentaban entrar.
En los últimos meses, ha empeorado la escasez de transporte en la capital del país, una situación que se refleja en las abarrotadas paradas y la gran cantidad de personas que trata de tomar un taxi. El transporte privado no ha sido capaz de absorber todo este exceso de pasaje y los taxis también pasan llenos a toda marcha ante la mirada de personas que insisten con la mano levantada.