Camilo Cienfuegos, el misterio de su desaparición
La desaparición del Cessna 310 donde viajaba Camilo fue atribuida a un presumible accidente a causa del mal tiempo, pero el parte meteorológico del Observatorio Nacional informó de un tiempo normal en todo el archipiélago
La desaparición de Camilo Cienfuegos cumple 62 años en el más absoluto misterio. A bordo de un Cessna 310 C, y solo acompañado por el piloto y un ayudante, Camilo partió del aeropuerto de Camagüey a las seis y un minuto de la tarde del 28 de octubre de 1959. Debió arribar a La Habana dos horas y media después, pero nunca llegó.
La noticia de la desaparición del más popular comandante de la todavía creíble revolución cubana no fue hecha pública hasta pasadas 36 horas del suceso ─en la edición del 30 de octubre del periódico Revolución─ a través de un parte oficial del comandante Juan Almeida, entonces jefe de la Fuerza Aérea.
Camilo entró a La Habana el mismo 1ro de enero de 1959, tras la huida del dictador Fulgencio Batista. A su arribo a la capital, ocho días después, en la emblemática fotografía del triunfo del Ejército Rebelde Fidel Castro tiene a su derecha a Camilo y a su izquierda al comandante Huber Matos. Sin embargo, antes de concluir 1959, ya Huber Matos cumplía 20 años de cárcel por lo que Castro llamó “conspiración contrarrevolucionaria”, mientras que Camilo Cienfuegos desaparecía misteriosamente.
En un informe del entonces jefe de contraespionaje comandante Manuel Piñeiro, reseñado por Carlos Franqui en su libro Camilo Cienfuegos, el héroe desaparecido, dice que Camilo “era la figura más popular”, que estaba por la unidad, pero “no solo de revolucionarios y marxistas, sino por una unidad que incluyera a todos”. ¿62 años después, esa unidad no es lo que se propone el grupo Archipiélago con la Marcha Cívica por el Cambio? ¿Sería esta, la verdadera unidad de todos los cubanos y no sólo la de unos pocos, la “conspiración” que Fidel y Raúl Castro no se atrevieron imputar a Camilo como sí hicieron con Huber Matos?
La desaparición del Cessna 310 donde viajaba Camilo fue atribuida a un presumible accidente a causa del mal tiempo. Pero el parte meteorológico del Observatorio Nacional informó de un tiempo normal en todo el archipiélago cubano. Corroboraban el pronóstico meteorológico los testimonios de oficiales del mercante español Virginia de Churruca, que, volando en condiciones de “buen tiempo”, decían haber visto entre Cayo Francés y Cayo Fragoso un avión del mismo tipo y colores (blanco y rojo) que el de Camilo aquel día.
“De haber sufrido en tierra algún accidente el avión, es decir, de encontrarse en cualquiera de estos cayos o en el territorio (nacional), con las búsquedas que se han hecho, ¿creen ustedes que ya hubiera aparecido?”, preguntó Fidel Castro a pilotos en comparecencia televisada a raíz de la desaparición de Camilo.
“Seguro que sí”, respondió un piloto
Acerca de los detalles de la búsqueda realizada tras la desaparición de Camilo y sus compañeros de viaje, un piloto participante dijo: “Se registró todo el norte de Las Bahamas, las islas Andrews, desde Cayo Hueso, todos los cayos, hasta la Isla Inawa, la registró la Fuerza Aérea Norteamericana, que quiso cooperar con nosotros. Las Islas Andrews las registró la Fuerza Aérea (de Estados Unidos) y también registramos al sur hasta Gran Caimán y se registró minuciosamente la Ciénaga de Zapata y el Escambray”.
Pese a esa intensa exploración de varios días, en la que además de cubanos participaron fuerzas y medios de los Estados Unidos, no apareció “ni una mancha de aceite en el agua”, comentaría un integrante de aquella infructuosa búsqueda del Cessna 310 C en que viajaba Camilo Cienfuegos con otros dos tripulantes.
El avión donde viajaba Camilo de Camagüey a La Habana, trayecto en el que emplearía unas dos horas y media, solo contaba con combustible para escasamente unas tres horas de vuelo, según fuentes oficiales, luego, no podría ir mucho más allá que ese escaso trayecto predeterminado por sus tanques de combustible y su velocidad de crucero: 242 millas por hora.
Quince años antes de la desaparición de Camilo Cienfuegos, en un lugar todavía hoy desconocido, aunque presumible, dado su corredor de vuelo aquel día, desapareció otro hombre famoso en el Mar Mediterráneo. La profundidad media del Mediterráneo es de 1 370 metros.
Como el de Camilo, el cadáver del escritor Antoine Saint-Exupéry no ha podido ser encontrado, al menos, identificado. Pero 54 años después de la desaparición de Saint-Exupéry a bordo de un avión P-38 el 31 de julio de 1944, un pescador encontró en 1998 una manilla de plata con el nombre del aviador que escribía libros y con el nombre de Consuelo, su esposa.
Dos años después, en el 2000, cerca de donde apareció el brazalete de Saint-Exupéry, un buzo encontró restos de un avión esparcidos en el fondo del mar. Examinados por el Departamento de Arqueología Subacuática, en abril de 2004 fue autenticado que, en verdad, aquellos vestigios pertenecían al P-38 F-5B pilotado por Saint-Exupéry en el momento de su desaparición.
Pero de Camilo Cienfuegos, de sus dos compañeros a bordo y del Cessna, 62 años después no ha aparecido absolutamente nada. Más de medio siglo después, los cubanos aún no hemos podido descifrar la desaparición de Camilo Cienfuegos. Y, salvo en 2020 por razones del COVID-19, año tras año, cada 28 de octubre, los maestros sacan los niños de las escuelas y los trabajadores dejan de acudir a sus fábricas llevando flores ─cual manadas de patitos en plumón─ a ríos, arroyos, canales, zanjas, lagunas y charcas; y por supuesto, si la ciudad, pueblo, villorrio o caserío es costanero, allá van todos, hombres, mujeres y niños, conducidos por maestros o administradores a orilla del mar, a echar flores, cual si el más prosaico de los espejos de agua sirviera de lápida marmórea de una tumba cierta.
Cual repetición de bautismo, los cubanos se hacen adultos llevando flores al agua. Pero, pasada la infancia, comprenden la inutilidad de esas ofrendas. Más por instinto de conservación que por condición gregaria, prosiguen ese peregrinar, aunque no verbalicen la pregunta que llevan dentro: “¿Dónde está Camilo?” Y a los que se atreven a verbalizar esa interrogante sospechosa, inmediatamente, son tachados de “contrarrevolucionarios” o de “mercenarios” vendidos al imperialismo yanqui, como ahora pretenden tachar a quienes se proponen marchar por sus derechos, o, sencillamente, porque así entienden hacerlo.
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