Operación Jacinto es una película polaca de este año, del director Piort Domalewski y presentada por Netflix, que ojalá encuentre su camino en las maneras alternativas que el ingenio del espectador cubano ha ideado para ver cine internacional de importancia.
El filme combina la aparición de un asesino en serie, que busca sus víctimas entre los homosexuales de la infausta Varsovia de mediados de los años ochenta, los pasos que dan las autoridades para atraparlo, así como el operativo de la policía política, que aprovecha tal circunstancia, para identificar, perseguir y asentar en una base de datos a las personas sospechosas de ser homosexuales abiertos o “enclosetados”.
“Jacinto” es una de las maneras peyorativas que existen en Polonia para referirse a los miembros de la comunidad gay. En el operativo homónimo del año 1985, 11 000 personas fueron registradas en la base de datos luego de sufrir prisión, tortura y chantaje, bajo la amenaza de ser reveladas sus identidades entre familiares y el resto de la sociedad.
La película se desarrolla como un thriller, abundante en intrigas y subtramas que conducen a sitios de insospechada violencia y corrupción, donde reina la impunidad de una policía que sólo debe rendirle cuentas a sus superiores, pero nunca a los estamentos tramitados de la justicia.
El sombrío contexto no resulta ajeno a lo acontecido en Cuba, pues resultó ser el mismo modelo asumido por el castrismo, cuando no pocos intelectuales solidarios guardaban la esperanza de que el socialismo de la isla tendría un rostro más humano.
Pero el tirano Fidel Castro desde temprano utilizó su amenazante tribuna para fulminar públicamente a la población gay, acusándolos de ostentar desvergüenzas, “vivir de una manera extravagante” con “pantaloncitos demasiado estrechos”, y querer “ir a sitios de concurrencia pública a organizar shows feminoides, por la libre”.
Además de intimidarlos, lo cual automáticamente sistematizaba la represión y el rechazo, terminó por encerrarlos bajo su entera responsabilidad -según le dijera a un periódico mexicano años después- en los campos de concentración de ayuda a la producción, las infames Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP): “Que no confundan la serenidad de la revolución y la ecuanimidad de la revolución con debilidades de la revolución. La sociedad socialista no puede permitir ese tipo de degeneraciones”.
Todos estos desmanes acontecían, como en el resto del llamado campo socialista, en medio del silencio y la complicidad de pensadores y líderes de opinión que no perdían la esperanza de la quimera comunista.
En el caso cubano hubo que esperar el estreno del documental Conducta impropia, dirigido por Néstor Almendros y Orlando Jiménez Leal, en 1984, para que miembros representativos de la comunidad gay cubana pudieran denunciar, en libertad, la ignominia a la cual habían sido sometidos durante años.
El protagonista de Operación Jacinto es un joven sargento con aspiraciones de ascenso mediante el apoyo de su padre, funcionario del aparato represivo político polaco conocido por sus siglas SB, similar al G2 cubano.
La SB decreta, sin muchas pruebas al respecto, la culpabilidad del asesino en serie, luego de someterlo a un violento interrogatorio. El hombre termina por cometer suicidio.
El novato agente del orden no está muy de acuerdo con la conclusión apresurada del caso criminal, debido a presiones ministeriales superiores, y decide explorar por su cuenta, previa autorización de la jefatura, haciéndose pasar por una persona que siente simpatía por la incriminada preferencia sexual.
La historia se complejiza cuando conoce a cierto estudiante universitario -durante una de tantas persecuciones policiales sufridas por la comunidad gay en sus lugares de encuentro- a quien utilizará eventualmente como informante.
Las escenas de interrogatorios en Operación Jacinto son deprimentes y crueles tanto por la violencia física empleada como la verbal, abundante en ofensas de toda laya.
La película retrata en tonos ocres y húmedos una sociedad pervertida y apunta a los culpables de tanto desasosiego. Descubre, al mismo tiempo, que ni miembros de la nomenclatura gobernante escapan a la posibilidad secreta de explorar las prácticas eróticas de lo que ellos consideran una casta maldita.
El cine cubano de ficción tiene en Vestido de novia (2014), de Marilyn Solaya y Fátima, o el Parque de la Fraternidad (2015), de Jorge Perugorría, aproximaciones al tema donde se elude la homofobia estatal.
Hubo que esperar al año 2016 con Santa y Andrés, de Carlos Lechuga, para ver en pantalla maquinaciones tan deleznables como los que presenta Operación Jacinto.
En ambos casos, el arte asume la responsabilidad de contarle a las nuevas generaciones historias del terror comunista que en muchas ocasiones son eludidas por nuevas versiones de la misma doctrina.