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General: Hoy es un aniversario más de la muerte de Reinaldo Arenas
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Respuesta  Mensaje 1 de 6 en el tema 
De: CUBA ETERNA  (Mensaje original) Enviado: 07/12/2019 15:59
 REINALDO ARENAS:
CUBA SERÁ LIBRE. YO YA LO SOY
Jacinta Escudos
      El 17 de diciembre de 1990, un hombre de 47 años, escribió lo que de seguro sería el texto más difícil de su vida: "Queridos amigos: debido al estado precario de mi salud y a la terrible depresión sentimental que siento al no poder seguir escribiendo y luchando por la libertad de Cuba, pongo fin a mi vida. En los últimos años, aunque me sentía muy enfermo, he podido terminar mi obra literaria, en la cual he trabajado por casi treinta años. Les dejo pues como legado todos mis terrores, pero también la esperanza de que pronto Cuba será libre. Pongo fin a mi vida voluntariamente porque no puedo seguir trabajando. Ninguna de las personas que me rodean están comprometidas en esta decisión. Sólo hay un responsable: Fidel Castro. Los sufrimientos del exilio, las penas del destierro, la soledad y las enfermedades que haya podido contraer en el destierro seguramente no las hubiera sufrido de haber vivido libre en mi país".
 
La breve nota sería firmada por él con la precisa instrucción de ser publicada y enviada a todos sus amigos. Luego de escribirla, Reinaldo Arenas preparó un cóctel de alcohol y pastillas. Y bebió.
 
La leyenda urbana afirma que Lázaro Gómez Carrillo estaba presente aquel día en el apartamento de Nueva York, que posiblemente Arenas le dictó aquella última carta a Lázaro y que éste le ayudara a ingerir el cóctel de pastillas.
 
La presencia de Lázaro Gómez no es improbable debido a que en los tres años anteriores a su muerte, Arenas llegaría a estar en muchas ocasiones tan debilitado y enfermo que no podía escribir y dictaba todo en una grabadora. Lázaro se convirtió en un asistente cercano. Arenas siempre describió su relación como una amistad que se había convertido "en una suerte de hermandad" aunque muchos creen que fue su amante.
 
El círculo íntimo de sus amistades no se sorprendió mucho de su suicidio. No sólo porque sabían de su cada vez más deteriorada salud, sino porque en diversas ocasiones, Arenas había hablado del horror que le provocaba "el insulto de la vejez", como él lo llamaba.
 
Además, el desencanto había comenzado a rondarlo: "hacía unos meses había entrado en un urinario público y no se había producido esa sensación de expectación y complicidad que siempre se había producido. Nadie me había hecho caso y los que allí estaban habían seguido con sus juegos eróticos. Yo ya no existía. No era joven. Allí mismo pensé que lo mejor era la muerte. Siempre he considerado un acto miserable mendigar la vida como un favor. O se vive como uno desea, o es mejor no seguir viviendo. En Cuba había soportado miles de calamidades porque siempre me alentó la esperanza de la fuga y la posibilidad de salvar mis manuscritos. Ahora la única fuga que me quedaba era la muerte".
 
Entre los libros que Arenas completó antes de morir estaban las dos novelas que faltaban para terminar su Pentagonía y su autobiografía Antes que anochezca, acaso su libro más conocido gracias a la película que muchos años después dirigiera Julian Schnabel y en la cual el papel de Arenas fuera interpretado por Javier Bardem. Pero no era la primera vez que Antes que anochezca era escrito. Ni tampoco lo primera vez que el suicidio se planteara como una puerta de salida a una situación invivible.
 
"Nada hay peor en Cuba que ser disidente, escritor y maricón", decía el mismo Arenas. Y él era las tres cosas. Aunque involucrado en el movimiento inicial que derrocó a Batista, muy pronto se daría cuenta de que el nuevo régimen socialista no era lo que todos habían soñado o imaginado. Como muchos intelectuales, vio censurados sus escritos que eran una explosiva mezcla de disidencia política junto con la experiencia homosexual de la que él se ufanaba sin pudor alguno.
 
En La Habana, y huyendo de la policía luego de un frustrado intento por salir de la Isla, se escondió en el Parque Lenin. Durante el día, Arenas se apuraba a escribir los recuerdos de su vida mientras hubiera luz, antes que anocheciera. De ahí el título de su autobiografía. Sabía que era improbable que pudiera publicar aquellos apuntes porque ya muchas veces anteriormente había escrito algo y luego los manuscritos eran destruidos o se perdían en alguna persecución. Pero escribir en aquellas circunstancias, como en todas las demás de su vida, le servían de alivio. Finalmente fue encontrado por la policía entre el follaje del Parque y enviado al Castillo del Morro. Aquel primer manuscrito de sus memorias se perdió para siempre.
 
Lo que no perdió Arenas al ser apresado, y que curiosamente ningún policía le confiscó antes de entrar a prisión, fueron un reloj, una brújula y unas pastillas alucinógenas que le había dado alguna amistad. Arenas le temía a la tortura y temía comprometer a sus amigos. Tomó un puñado de aquellas pastillas con la esperanza de morir y evitar lo que se avecinaba. Tres días después recuperó el conocimiento en un hospital de la prisión, una galera llena de personas con enfermedades infecciosas. El médico le dijo que se había salvado de milagro.
 
La estadía en el Morro fue, como lo presintió, un auténtico infierno: convivir con asesinos y violadores despiadados, donde se corría peligro real de morir, hacinamiento, ruido, malos olores, violencia entre los prisioneros y los guardas, enfermedades, pésima alimentación, el calor húmedo e insoportable, además de la constante tensión de si sería interrogado o torturado...
 
Luego de una semana de intensos interrogatorios, decidió intentar suicidarse de nuevo. Pero no era fácil hacerlo. No había cuchillas, objetos punzantes ni cordones de zapato en aquel lugar. Optó por dejar de comer, pero no le funcionó. Así es que una noche rompió el uniforme, hizo con las tiras una especie de soga y se colgó de la baranda de hierro de la cama. Estuvo colgado cuatro o cinco horas, perdió el conocimiento, pero tampoco murió. Los soldados lo encontraron y el médico de la prisión lo atendió. Era el mismo que lo había atendido cuando lo de las pastillas. "Tienes mala suerte, no lo lograste", fue lo único que le dijo.
 
Luego de dos años de estadía en el Morro, Arenas fue liberado. Pero la calle no era mucho mejor que la prisión. Era constantemente vigilado, descubrió que muchos a quienes creyó sus amigos eran en realidad delatores, escribía y escondía sus manuscritos para que no cayeran en manos de la seguridad. Dos golpes que lo deprimirían profundamente fueron las muertes de José Lezama Lima y Virgilio Piñera, ambos amigos suyos y cuya relación le valió sus primeras persecuciones políticas.
 
Fue en esa época que conoció a Lázaro Gómez, quien aunque era heterosexual, logró congeniar con Arenas a tal punto que jamás se volverían a separar. Ambos salieron de Cuba cuando la crisis del Mariel en 1980. Arenas tuvo que falsificar el apellido de su pasaporte transformándolo en "Arinas" puesto que su nombre estaba en una lista de gente a la que no se le permitiría salir.
 
La vida en las entrañas del imperio tampoco era fácil y de eso Arenas se dio cuenta bastante rápido. Pasó aprietos para comer, trabajar, encontrar un techo. Se trasladó a Nueva York. Reinaldo lograría, gracias a su prestigio como escritor, viajar a varios países como Venezuela, Francia y España y denunciar la situación en Cuba.
 
En el invierno de 1987, luego de una serie de fiebres inexplicables y terribles, acudió al médico. Le fue diagnosticado SIDA. Al regresar a su apartamento, Reinaldo Arenas se plantó delante de una foto de Virgilio Piñera que tenía colgada en la pared. Le dice: "Óyeme lo que te voy a decir. Necesito tres años para terminar mi obra, que es mi venganza contra casi todo el género humano".
 
FRASES DE REINALDO ARENAS
*Después de vivir en este país (EUA) por algunos años he comprendido que es un país sin alma porque todo está condicionado al dinero.
 
*Si Cuba es el infierno, Miami es el purgatorio.
 
*Creo que los cubanos se caracterizan por producir ruido; es como una condición innata en ellos y también es parte de su condición exhibicionista; no saben gozar o sufrir en silencio, sino molestando a los demás.
 
*Siempre he considerado un acto miserable mendigar la vida como un favor. O se vive como uno desea, o es mejor no seguir viviendo
 
*Lo bello de la relación sexual está en la espontaneidad de la conquista y del secreto en que se realiza esa conquista.
 
*La diferencia entre el sistema comunista y el capitalista es que, aunque los dos nos dan una patada en el culo, en el comunista te la dan y tienes que aplaudir, y en el capitalista te la dan y uno puede gritar.
 
*Yo recuerdo que, cuando llegué a Estados Unidos, un cubano en Washington me dijo lo siguiente: «Nunca te vayas a pelear con la izquierda». Para ellos, pelearse con la izquierda significaba atacar al gobierno de Castro. Pero cómo podía yo después de veinte años de represión callarme aquellos crímenes. Por otra parte, nunca me he considerado un ser ni de izquierda ni de derecha, ni quiero que se me catalogue bajo ninguna etiqueta oportunista y política; yo digo mi verdad, lo mismo que un judío que haya sufrido el racismo o un ruso que haya estado en un gulag, o cualquier ser humano que haya tenido ojos para ver las cosas tal como son; grito, luego, existo.
 
*Los dictadores y los regímenes autoritarios pueden destruir a los escritores de dos modos: persiguiéndolos o colmándolos de prebendas oficiales
 
*Quería una persona, quería que esa persona me quisiera y no pensaba que uno tenía que buscar, incesantemente, en otros cuerpos lo que ya había encontrado en uno solo.
 
*Cuba será libre. Yo ya lo soy.

CARTA DE DESPEDIDA
"Al morir Reinaldo Arenas dejó varias copias de esta carta destinada a algunos de sus amigos:
Queridos amigos: debido al estado precario de mi salud y a la terrible depresión sentimental que siento al no poder seguir escribiendo y luchando por la libertad de Cuba, pongo fin a mi vida. En los últimos años, aunque me sentía muy enfermo, he podido terminar mi obra literaria, en la cual he trabajado por casi treinta años. Les dejo pues como legado todos mis terrores, pero también la esperanza de que pronto Cuba será libre. Me siento satisfecho con haber podido contribuir aunque modestamente al triunfo de esa libertad. Pongo fin a mi vida voluntariamente porque no puedo seguir trabajando.
 
Ninguna de las personas que me rodean están comprometidas en esta decisión. Sólo hay un responsable: Fidel Castro. Los sufrimientos del exilio, las penas del destierro, la soledad y las enfermedades que haya podido contraer en el destierro seguramente no las hubiera sufrido de haber vivido libre en mi país. Al pueblo cubano tanto en el exilio como en la Isla los exhorto a que sigan luchando por la libertad. Mi mensaje no es un mensaje de derrota, sino de lucha y esperanza.
Cuba será libre. Yo ya lo soy.
 
    Firmado
Reinaldo Arenas


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Respuesta  Mensaje 2 de 6 en el tema 
De: CUBA ETERNA Enviado: 07/12/2019 16:03
 


Respuesta  Mensaje 3 de 6 en el tema 
De: CUBA ETERNA Enviado: 07/12/2019 16:48
 LAS AGONÍAS DE REINALDO ARENAS
Cuando Reinaldo Arenas sintió la muerte de cerca, decidió hacer algo al respecto, la parca no tomaría ninguna decisión por él. Sería él quien daría el paso siguiente.
 
      Cuando la policía de Nueva York ingresó a su departamento durante la noche del 7 de diciembre de 1990 descubrieron el cuerpo del escritor junto a los restos de un cóctel mortal: un vaso de whiskey a medio tomar y un frasco de tranquilizantes vacío. Encontraron también una carta de despedida donde Arenas culpaba a Fidel Castro de su soledad, del destierro y de la enfermedad que lo orilló al suicidio. La nota firmada por Arenas tenía un posdata: “Para ser publicada”.
 
El escritor nacido —el 16 de julio de 1943— en la provincia rural de Oriente en Cuba, no debió morir esa tarde; según el propio autor su muerte debió suceder durante el invierno de 1987.
 
Ese invierno, entre severas y sudorosas fiebres y una inclemente pulmonía, los doctores detectaron en la sangre del autor, la terrible enfermedad que lo enganchó semanas a la cama de un hospital neoyorquino y que lo afligió por el resto de su vida. Reinaldo Arenas tenía sida.
 
Una vez recuperado de la pulmonía y al interior de su departamento se “arrastró” ante una foto de su amigo, colega y compatriota Virgilio Piñera, a quien le pidió, como si le rezara a la imagen de un santo —según lo escrito por Arenas en el prólogo de su autobiografía Antes que Anochezca— “tres años más de vida para terminar mi obra, que es mi venganza contra casi todo el género humano”.
 
Arenas necesitaba tiempo para terminar dos novelas más, de una serie de cinco, que el propio autor llamó “pentagonía” y que subtituló “La historia secreta de Cuba”. Las cinco historias narran cinco agonías con grandes dosis del anecdotario personal del escritor, donde los personajes centrales están cerca de la muerte, porque la muerte es inevitable y  porque para Arenas la muerte significaba también una liberación.
 
La primera novela de esta cadena fue Celestino antes del alba, la única que Arenas pudo publicar en Cuba. Tras la impresión de esta historia en 1967, Arenas fue considerado transgresor para el régimen revolucionario. Lo que pasó con él durante los años siguientes, es una historia de persecución y censura; de cárceles y campos de concentración, su único delito: ser homosexual y ser escritor.
 
Arenas logró salir de Cuba en 1980, en el histórico éxodo del Mariel donde cerca de 125 mil isleños hartos del gobierno de Castro, huyeron a Estados Unidos buscando quizá su libertad.
 
Reinaldo Arenas se instaló primero en Miami, pero la noche del año nuevo de 1980, justo cuando las calles de Nueva York parecen más brillantes, se enamoró de las luces de Times Square y decidió instalarse cerca de ahí. Escribiría en su autobiografía que la ciudad le pareció entonces una enorme fiesta. Una enorme fiesta que duró dos años.
 
Pasó poco tiempo para que Arenas se desencantara de todo. En un documental estrenado en 2004 y titulado Seres Extravagantes, el escritor se presenta:
 
“Mi nombre es Reinaldo Arenas, soy un escritor cubano exiliado. Vivo en Nueva York, donde me dedico a escribir y a sobrevivir. Soy una persona disidente en todos los sentidos,  como aquí se dice, porque no soy religioso, soy homosexual y a la vez soy anticastrista, es decir creo que reúno todas las condiciones para que nunca se me publique un libro y para vivir al margen de toda sociedad en cualquier lugar del mundo”.
 
Tras vivir años de carencias y después de su muerte, quizá porque a las editoriales les fue más rentable imprimir los libros de un escritor recién fallecido, se publicó a lo largo de los años 90 el resto de su obra.
 
Esta es la pentagonía de Reinaldo Arenas, su obra principal.

Respuesta  Mensaje 4 de 6 en el tema 
De: administrador2 Enviado: 11/12/2021 14:37
Reinaldo Arenas: la Cuba que no cesa
«A la hora de elegir donde vivir, esos honrados intelectuales de izquierdas lo tienen claro: los cubanos en Cuba, pero nosotros, mejor nos quedamos donde estamos»

16 de julio de 1943-puso fin a su vida el 7 d diciembre de 1990
Julia Escobar
El otro día leí que un tuitero se indignaba mucho porque alguien (no recuerdo ahora ni quién ni dónde) había comparado el rechazo mayoritario del mundo occidental a los cubanos anticastristas con el rechazo a los judíos en la época nazi. Esta analogía tal vez no resultaría tan chocante, e incluso escandalosa, si en vez de comparar el rechazo a los cubanos con la persecución y el exterminio sistematizado de los nazis a los judíos, (conocido como «Holocausto»), lo hubiera comparado con el antisemitismo puro y duro que existía secularmente ―y lamentablemente todavía existe― en el mundo entero.
 
Lo digo porque, mutatis mutandis, ambos se caracterizan por un rechazo universal, irracional y contagioso y apela a descalificaciones animalistas degradantes tipo gusanos, gusanera como, desgraciadamente, hemos conocido en España durante mucho tiempo. Pienso en cuánto tuvo que escucharlo el grandísimo poeta cubano Gastón Baquero y tantos más… Los ejemplos de dicho rechazo no faltan; nunca olvidaré la infame reseña de Diego Galán al documental de Néstor Almendros, «Conducta impropia», film en donde se narraba la espantosa persecución y castigo del castrismo a la homosexualidad, y donde aparecía Reinaldo Arenas como una de las víctimas. Para no mencionar la cobarde política de connivencia con esa isla prisión por parte de los intelectuales de izquierda que en el mundo han sido, con escasísimas excepciones, o la degradante postura a favor de Castro de una gran mayoría de políticos de izquierdas o de derechas.
 
Esto no terminó con la muerte del tirano, como se ha podido comprobar a raíz de la reciente represión a la oposición en la isla presidio, y en el incidente con ese grupo de cubanos a quienes prohibieron exhibir sus banderas en el Vaticano recientemente. Ha costado mucho trabajo, y sigue costándolo, explicar a la «buena gente de izquierdas» (la mala ya lo sabe y les parece bien), que como dijo Jacobo Machover en su libro La dinastía Castro: «No hubo romanticismo en la revolución cubana, no hubo momentos de ilusión, no hubo más que abusos y dominio. Ninguna realidad política se parece más a la fábula de Orwell, Rebelión en la Granja, que esta pesadilla caribeña. Orwell pensaba en Stalin, pero anticipó a Castro».
 
En 1974 conocí en Ginebra a una familia chilena exiliada que echaba pestes de Suiza, cuyo sistema les parecía una amenaza a su integridad revolucionaria y su clima, abominable. Su mayor anhelo era marcharse a Cuba, a echar una mano. Dos meses tardaron en demostrar sus buenas intenciones y conseguir el ansiado destino. Cuando al año siguiente volví a Ginebra los encontré de nuevo, sólidamente asentados en el cantón odiado. Les pregunté si se había producido en el paraíso algún contratiempo no deseado. No entraron en detalles, pero algo explicaron sobre la mala influencia de la humedad en la salud del niño. Total, habían vuelto por prescripción facultativa, no por temor a los grandes sacrificios de la revolución en marcha. Al año, consiguieron la nacionalidad suiza por tener uno de los cónyuges un abuelo suizo alemán. Qué desgracia.
 
Yo había olvidado esta anécdota hasta que el pasado día 7, fecha en que se cumplían treinta y un años del suicidio de Reinaldo Arenas en Nueva York, alguien reprodujo para la ocasión un video en que hablaba precisamente de esa infame connivencia con el castrismo. En él, Reinaldo se preguntaba por qué no se marchaban a Cuba quienes así opinaban, y reflexionaba, como lo corrobora la historia que acabo de referir, que a la hora de elegir donde vivir, esos honrados intelectuales de izquierdas lo tienen claro: los cubanos en Cuba, pero nosotros («inmersos en la clase media y en un momento reaccionario de la historia, después de que la Unión Soviética perdiera la guerra fría», como declaró Belén Gopegui en su día), mejor nos quedamos donde estamos. Maldito clima.
 
Conviene recordar que Reinaldo Arenas perteneció a esa generación de cubanos que, como él mismo afirmó, vivió «el envilecimiento de la miseria durante la tiranía de Batista, el del poder bajo el castrismo y el del dólar en el capitalismo». Era, por tanto, una persona incómoda para el régimen cubano y para las conciencias satisfechas de sus cómplices internacionales. Cuando salió de Cuba en 1980, en el Mariel, y tras su paso por Miami, dictaminó que si Cuba era el Infierno, aquello era el Purgatorio. No fue un buen comienzo para sostener un nombre con una obra todavía en ciernes.
 
Se refugió, pues, en el anonimato poblado de Nueva York, donde se quitó la vida a los 47 años, en fase terminal del SIDA. Pasó por este mundo como un huracán, enfermo, exiliado, perseguido, vejado y ninguneado, no sólo por los cubanos castristas sino por muchos compañeros de exilio, no siempre apreciado, pero siempre deslumbrante. Poseedor de una increíble capacidad narrativa, de un entusiasmo desusado y de una vitalidad rayana en la temeridad, Reinaldo fue el enfant terrible del anticastrismo. Su fama póstuma se debió a que uno de los más insignes representantes de los actores de la «zeja» le «honró» con su interpretación en la película que se hizo sobre su autobiografía, Antes que anochezca. Sé que no hace falta, pero diré su nombre: Javier Bardem. De pronto, en el imaginario global, en su mayoría procastrista, lo más importante de la vida de Reinaldo ―uno de los más mordaces opositores a Castro― era que un procastrista le hubiera encarnado en el celuloide; de pronto, lo más importante de Reinaldo era su homosexualidad, que ya no es considerada una conducta tan impropia y, en menor medida, por supuesto, sus «cualidades literarias», por lo que le quisieron rescatar, de aquella manera, hasta en Cuba, porque para ellos Arenas  sería lo que fuere, un «escritor maldito» o un «maldito escritor», pero era cubano y había que recuperarlo.
 
La lectura de Antes que amanezca no es cómoda. Para quienes no hayan leído otra cosa de su autor puede resultar reiterativa, incluso pueril, por la obsesividad de ciertos temas, pero para quienes ya conozcan su obra, resultará indispensable para comprender que esa delirante vitalidad respondía en realidad a una actitud autodestructiva con la que fue consecuente cuando, enfermo de SIDA, puso fin a su vida el 7 d diciembre de 1990. Veinte años antes terminaba así un poema:
 
«A veces pienso si este cantar de muerte/me salva para siempre de la muerte/o me condena, sin morir, a muerte».
 

Respuesta  Mensaje 5 de 6 en el tema 
De: administrador2 Enviado: 11/12/2021 14:46
El encanto de la transgresión
Arenas fue capaz de contaminar, no el canon, que es siempre relativo, sino la vida, el futuro.

   Nacido en un pueblito del Oriente cubano en el año 1943, Aguas Claras, “una aldea graciosa que pasaba rauda por las ventanillas del tren”, a decir de Guillermo Cabrera Infante, otro vecino de la zona, Reinaldo Arenas decidió poner término a su viaje, enfermo, poco antes de concluir 1990, en Nueva York, donde sobrevivía, pobre, prohibido en su país e ignorado por los editores, también los del exilio, que solo tras su pérdida reaccionaron, por aquello de que los escritores muertos atraen más lectores.
 
Muy temprano alcanzó a publicar en Cuba, para luego sentir en carne propia la pesada vara de hacer justicia, y dar palos, que el gobierno revolucionario destinaba para los que se oponían, pensaban y eran distintos.
 
Hostigado, perseguido, preso, torturado... protagonista de varias fugas igual de rocambolescas que afortunadas —de la prisión y de Cuba— responsabilizó exclusivamente a Fidel Castro de sus vicisitudes y muerte, convirtiéndose en referente de culto para los jóvenes escritores de la isla, y voz socorrida del exilio.
 
Posiblemente el más brillante, transgresor, de los discípulos de Virgilio Piñera —como le gustaba sentirse— disidente hasta donde sea posible, de Arenas nos queda la mezcla del lado siniestro que el escritor desarrolla, mientras desdobla una ternura primaria, envuelta en poderosas imágenes que a veces lindan conscientemente lo ridículo, afecto que solamente el que ha estado en soledad brinda sin complejos. Dualidad visceral, uno termina sintiendo alguna pena por el hombre.
 
Donde algunos reconstruían fehacientes al recuerdo, detallaban fantasmas con la idea de detenerlos y crear una memoria fiel, alguna esteticidad temporal en formol —almacenada junto a la geografía de gratos olores: como si lo que importara fuera adecuar el resumen del relato a una vista de postal, a un territorio perdido—, Arenas fue capaz de contaminar, no el canon, que es siempre relativo, sino la vida, el futuro. Reventó la nación en volcanes pestilentes de pus y excrementos, devenidos sus palacios antiguos y lugares gloriosos en poco menos que meaderos públicos, espacios para la caza de sexo.

Respuesta  Mensaje 6 de 6 en el tema 
De: administrador2 Enviado: 11/12/2021 14:49
 
 

 


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