Cuba: Celebrar la Navidad, ¿con qué?
El tradicional festejo fue prohibido en Cuba durante años, y aunque se volvió a permitir en 1989, la celebración de la fecha permanece empañada por la escasez
A Juan Miguel, un español que visita por primera vez La Habana, le llamaron la atención tres cosas: no hay publicidad comercial en las calles, decenas de edificaciones se encuentran abandonadas, algunas a punto de desplomarse, y no se percibe ambiente navideño en la capital cubana.
“No creo que tenga que ver con la pobreza. He estado en Guatemala, Honduras y El Salvador, la gente muy humilde festeja la Navidad y despide el año viejo. Las ciudades se adornan con alegorías navideñas y diseños de luces. Pero en Cuba, excepto en hoteles destinados a turistas internacionales y centros nocturnos exclusivos cuya clientela son los hijos y nietos de la clase gobernante, no ves en las calles decoraciones típicas de esta época del año en las naciones de mayoría católica, como es el caso de la Isla. Muchos amigos cubanos con los cuales hablé me dijeron que ni siquiera van a poder hacer una cena familiar para esperar la llegada de 2022”, comenta el turista español.
Mientras en hoteles cinco estrellas plus como el Manzana Kempinski, en el corazón de La Habana, en el lobby se observan gigantescos árboles con bolas de colores y sus dependientes lucen gorros rojos con bordes blancos, Lucia, 63 años, empleada de un taller estatal de corte y costura, lleva dos horas en una cola para comprar la libra de pollo adicional que concibieron las autoridades cubanas para la ocasión, distribuida por la libreta de racionamiento.
“¿Celebrar la Nochebuena el 24 de diciembre? ¿Cómo y con qué? Si mis hijos pueden resolver pollo, haremos una comida el 31 de diciembre y esperaremos el nuevo año. Pero no es seguro, porque solo tenemos arroz, frijoles negros y una botella de ron. El plato fuerte, que, a falta de carne de cerdo, sería pollo, está en veremos. Nada de cerveza y turrones ni siquiera los de maní elaborados por particulares”, dice Lucía con una sonrisa forzada.
La revolución de Fidel Castro intentó sepultar las viejas costumbres. El 6 de enero de 1959, acompañado de los comandantes guerrilleros Juan Almeida y Ernesto Guevara, los tres vestidos de reyes magos, en los portales de la antigua CMQ, en El Vedado habanero, repartieron juguetes a los niños. El mensaje era directo: en lo adelante, los nuevos reyes magos serían Castro y sus barbudos.
Todos los aspectos de la vida cotidiana de los cubanos fueron controlados por el Estado. La religión comenzó a satanizarse y tradiciones como la Navidad, los Reyes Magos y la Semana Santa, se prohibieron con la excusa de que no se podía parar la producción azucarera. Hasta finales de la década de 1980, la dictadura verde olivo censuró las navidades. Pero los funcionarios y dirigentes comunistas sí las celebraban, a todo trapo. En sus mesas no faltaban puercos enteros asados en púa, guanajos [pavos] rellenos, fricasé de pollo, yuca y malanga con mojo, tostones, ensalada de tomate y lechuga, buñuelos, dulces criollos, turrones españoles, cerveza, vino y sidra asturiana.
José, contador de una empresa, recuerda que “durante muchos años escondíamos el arbolito de Navidad para que sus luces no nos delataran. El olor que desprendía el cerdo asado en el horno era un problema. Avivaban la curiosidad del presidente del CDR y los chivatos del barrio. Eran navidades clandestinas”.
La revolución fue un suceso de nigromancia política. Fidel Castro fue un maestro en el arte de prometer cosas que jamás cumplía y, que, por un raro efecto de amnesia colectiva, la población luego olvidaba. Castro, un mentiroso compulsivo, juró que no era comunista, que establecería una democracia con elecciones libres y respetaría los negocios privados. Pero hizo exactamente lo contrario. Prometió transformar el país en una potencia industrial y un formidable sector agropecuario.
Aseguró que Cuba competiría con Argentina, Uruguay y Estados Unidos en la exportación de carne de res. Dijo que seríamos líderes en la exportación de café, plátano, malanga y mariscos. Holanda nos miraría con envidia, por la calidad de la leche y el queso cubano. Además de poseer las más productivas razas de vacas, tendríamos a los mejores científicos. "El futuro de Cuba es de los hombres de ciencia", sentenciaba Fidel.
El aquelarre castrista ha enterrado incluso producciones históricas exitosas, como la ganadería y el azúcar. La economía es un desastre insalvable. Si se mantiene en pie es gracias a las remesas enviadas por exiliados y emigrados a sus parientes pobres en la isla, por la exportación de servicios de médicos y por la innata capacidad de los operadores políticos locales para ordeñar las finanzas a sus aliados ideológicos.
En su delirio de grandeza, Fidel Castro, probó el modelo comunista en poblados de varias provincias, prohibió todas las iniciativas privadas y se esforzó por formar un hombre obediente que trabajara sin incentivos materiales, fuera ateo y odiara al imperialismo yanqui. De la memoria colectiva se debían borrar las tradiciones burguesas. Cero navidades, cero fiestas de quince y cero asistencias a misas y procesiones de la iglesia católica.
Por supuesto, el disparate fidelista fracasó. A partir de 1989 regresaron las antiguas costumbres, entre ellas la Navidad, pero sin difusión en los medios oficiales. Para ese porcentaje de ciudadanos que reciben sus salarios en pesos, se les permite poner arbolitos, decorar sus hogares y preparar cenas de Nochebuena el 24 de diciembre, con los recursos que cada familia tenga, sin apoyo del Estado.
En ninguna bodega o mercado en moneda nacional venden turrones, uvas y manzanas importadas. Solamente en las tiendas que expenden en divisas se pueden comprar pavos congelados, turrones y sidras a precios de escándalo. Personas que reciben dólares como Mirta, ama de casa, no pueden darse el lujo de celebrar esta Navidad. "Debido a la inflación, para hacer una comida para ocho personas, tienes que gastar más de 300 dólares. La carne de puerco está a más de 200 pesos y en los sitios online donde los cubanos radicados en el exterior pueden comprarle alimentos y enviárselo a su familia en Cuba, un cerdo de 30 kilogramos no baja de 240 dólares. Un turrón español cuesta de 3 a 5 dólares, si lo encuentras, pues las tiendas MLC están bastante desabastecidas”, comenta Mirta.
Vía WhatsApp, se le preguntó a 22 personas si pensaban festejar la Nochebuena el 24 de diciembre. Diecinueve respondieron que no. Y los tres que piensan hacerlo dijeron que, si consiguen los alimentos, prepararían una pequeña comida familiar sin cerveza, el 31 de diciembre.
“En mi casa somos cuatro. Tengo varias libras de carne de puerco que compré en octubre, cuando costaba 155 pesos la libra (ahora anda por 230 y 365 pesos la libra de cerdo deshuesado). La dividiremos en dos trozos, con uno cenaremos el 24 y con el otro el 31. Igual haremos con la botella de ron. Cerveza, ni hablar, es un lujo: una caja, si se consigue en el mercado negro, cuesta casi tres mil pesos”, confiesa Igor, arquitecto, de los pocos que hará dos celebraciones.
Daniel, abogado, solo esperará el nuevo año con su esposa, sus dos hijos y su madre. “La Nochebuena no la celebraremos. El 31 de diciembre comeremos pollo, arroz blanco, frijoles negros y tostones. A las doce de la noche tiraremos un cubo de agua, para que se vaya lo malo, daremos una vuelta a la manzana con una maleta, a ver si el en el próximo año podemos viajar al extranjero”. Muchos cubanos están convencidos de que la crisis económica y la inflación van a empeorar en 2022. Y la gran apuesta es emigrar.
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