2021 será recordado como el año del cuero en Cuba porque el tardocastrismo no atendió al primer aviso serio de los ciudadanos, cuando se rebelaron en enero contra el paquete neoliberal que implicó la Tarea ordenamiento, y sigue empeñado en atribuir sus males a un conflicto con Estados Unidos, que solo existe en sus oportunistas y cobardes cabezas.
Las largas condenas de cárcel a jóvenes cubanos por protestar el 11J abrió una brecha insalvable entre gobernantes y pueblo porque los injustamente sentenciados tienen familia que no perdonarán la felonía de la dictadura más antigua de Occidente.
Cuba no interesa como aliado ni como adversario, tras haber desperdiciado Raúl Castro la generosidad de Barack Obama; y es La Habana quien debe asumir cambios democráticos perdurables y tangibles, sin esperar nada a cambio de Joe Biden, que nunca fue un entusiasta del deshielo unilateral y desmedido; que sirvió para retratar a la dictadura más desprestigiada de Occidente.
Politólogos a sueldo y agentes de influencia en Estados Unidos insisten machaconamente en esgrimir el conflicto bilateral, como causa de todos los males de Cuba; en otro alarde de desmemoria interesada y desprecio hacia la mayoría de los cubanos; ignorando los daños de las acciones de La Habana a las relaciones con Washington y Canadá, a consecuencias de los suicidas ataques sónicos; y ocultando la negativa infantil del tardocastrismo a sacar a los militares del manejo jinetero de las remesas familiares o las importaciones de alimentos y medicinas norteamericanos.
El anciano régimen perdió hace rato la iniciativa por miedo a asumir como natural, la pluralidad política que habita en muchos cubanos, y ha tenido que pasarse el año a la defensiva, reprimiendo, incluido un costoso llamado a la guerra civil del acobardado presidente, ganándose el desprecio del pueblo, que lo bautizó como Díaz-Canel singao.
El 11J fue la culminación y continuidad de sucesivos actos de rebeldía popular contra el devaluado poder, que ahora combina la cárcel de jóvenes, incluidos menores de edad, con regalos a los empobrecidos por el comunismo; pero sin un proyecto de nación; excepto las tesis doctorales del presidente y su ineficaz ministro de Economía, empeñados en hacer el ridículo, al menor descuido.
El borrado del tuiter del presidente, en el que aparecía junto a un reconocido artista, asegurando "Amaury no lo van a impedir", tras el esperado bonche homofóbico de cubanos, reafirmó la incoherencia de Díaz-Canel y el descerebramiento de asesores; que ha provocado hasta el absurdo de desmentir un meme.
El enfrentamiento desproporcionado y represivo a las demandas populares agravó las manifestaciones de descontento popular, como fueron las erróneas decisiones de cortar el agua y el paso de mensajeros con comida a los jóvenes reunidos en la casa de Luis Manuel Otero Alcántara, provocando una huelga de hambre que posó los ojos del mundo en La Habana empobrecida, mestiza y fotogénica tan del gusto de la progresía mundial.
La conversión de Patria y Vida en un himno mundial por la libertad, y la represión del 27N, que se llevó por delante al Ministerio de Cultura, un nido inservible de villaclareños de la guara canelista, tampoco fue prevista por los cerebros de La Habana, en otro fallo clamoroso de Inteligencia política, desconociendo el cambio de tendencia en la liberal (socialdemócrata) comunidad cultural norteamericana e intelectuales latinoamericanas como Elena Poniatowska y Gioconda Belli y todos los artistas que dijeron no a la Bienal de La Habana.
La politización de la pandemia de coronavirus y los irresponsables llamados de burócratas subalternos a viajeros para que fueran a turistear a Cuba, puso otra vez al gobierno contra las cuerdas, desvelando su improvisación y su desconocimiento de la rotura, desde hace 18 años, de la principal productora de oxígeno medicinal.
La campaña política de vacunas pagadas por Irán y otras alharacas sanitarias se estrellaron contra las muertes de miles de cubanos y el sufrimiento de sus familias que además soportan mala alimentación, escasez de medicinas y otras epidemias, solapadas por la Covid-19 y sus diferentes cepas, incluidas la ómicrom y delta, de trágica actualidad.
El 15N fue la segunda derrota masiva y consecutiva del tardocastrismo, que prefirió una movilización represiva descomunal a dejar que los cubanos se manifestaran pacíficamente; la desproporción en la respuesta a la convocatoria de Yunior García Aguilera y Archipiélago obedeció al miedo que corroe al poder a una Primavera Caribe.
El problema de Cuba es la tozuda realidad liberticida y empobrecedora; por mucho que el gobierno, apasionado jinetero, se empeñe en ver mercenarios a sueldo la CIA en cada cubano descontento ante sus viejas tácticas represivas, sus continuas mentiras y fracasos.
Solo hay que ver las prisas del aparato de propaganda comunista, por vender 2022 como el año de la recuperación, otro acto de magia ilusionista, que acabará estrellándose contra la cruda realidad, como las tarimas vacías y precios por las nubes de las Navidades cubanas.
La ampliación por otro semestre de la libre importación de comida, medicinas y aseo, solo aceptada por el gobierno tras el 11J; confirma los peores presagios económicos; incluida la desfachatez del ministro de Economía de apelar a productores y vendedores a bajar los precios, pese a no haberlo hecho en las tiendas estatales dolarizadas a la fuerza y prohibitivas para la mayoría de los cubanos.
Gil Fernández lleva un año plagado de constantes estupideces, pese al sufrimiento de los cubanos, privados de los esencial para vivir con decoro, decencia y tranquilidad.
Un poder, aun siendo totalitario, no puede imponer aquello que la sociedad rechaza, Díaz-Canel sufrió un acusado desgaste en tiempo récord y el 11J lo dejó sin la excusa de la nefasta herencia recibida y su subordinación a la voraz y egoísta cúpula militar, encantada con las mieles capitalistas del poder antidemocrático y agradecida a Raúl Castro, hasta que tengan que sentarse en el banquillo para responder por crímenes contra los cubanos y la humanidad.