«Evangélicos españoles ante la restricción de libertades», así se llama el comunicado que acaban de firmar «las principales denominaciones evangélicas de España». Lo de la «restricción de libertades» lo dicen ellos, lo que no dicen es que quieren tener libertad para realizar discursos que generen odio y produzcan discriminación hacia las personas LGTBIQ (que ellos llaman «personas con atracción al mismo sexo o transexual», ese es el nivel). Y claro, no sé si a eso se le puede llamar libertad, pero si es eso a lo que se refieren cuando hablan de libertad en términos cristianos, pues les animaría a abrir sus Biblias y leer: «El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón, a pregonar libertad a los cautivos y vista a los ciegos, a poner en libertad a los oprimidos».
También es interesante la manipulación del lenguaje cuando dicen «las principales denominaciones evangélicas de España». Estas entidades se entienden a ellas mismas como principales, frente al resto que no lo serán tanto, que serán secundarias, aunque hayan padecido tanto o más que ellas las restricciones a la libertad de conciencia y de culto en el pasado. ¿Principales? ¿Qué quiere decir principales? ¿Las que piensan como yo? ¿Las que son tan fundamentalistas como yo? ¿Las que tienen más miembros? ¿Las que más discriminan a las personas LGTBIQ en sus comunidades? ¿Las que se reparten los puestos en los órganos de representación oficiales? ¿Las influencers más LGTBIQfóbicas? Por si acaso, les animo de nuevo a abrir sus Biblias y leer: «Pero no será así entre vosotros, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros, será vuestro servidor; y el que de vosotros quiera ser el primero, será siervo de todos».
Dicen que no son tan inhumanos y que «rechazan la discriminación que el colectivo LGTBI sufrió en el pasado», aunque no aclaran a qué discriminación se refieren, ni hacen ningún comentario sobre si ellos aportaron algo a esa discriminación. Las personas LGTBIQ que provienen de las comunidades que han firmado este comunicado podrían explicar largo y tendido el daño psicológico que sufrieron dentro de ellas. Además, ¿a qué se refieren cuando utilizan la palabra «pasado»?: ¿A lo que hacían en un tiempo inmemorial? ¿A lo que ocurría antes de cualquiera de las leyes que se han aprobado para defender nuestros derechos? ¿A cuándo se amenazó con la expulsión a los pastores que casaran persona del mismo sexo? ¿A cuándo se trató de expulsar a la IEE de las principales instituciones por tomar el camino de la inclusión? ¿Al mes de julio pasado cuando Samuel Luiz fue asesinado al grito de maricón? No tienen ninguna credibilidad estas palabras, son pura manipulación, juegos de palabras que los desacreditan. Engaños de quienes estaban acostumbrados a odiar en nombre de Dios, y ahora es evidente que lo hacen únicamente en nombre propio. Me viene a la mente un Salmo, que se me hace más bien un deseo: «Enmudezcan los labios mentirosos, que hablan contra el justo cosas duras con soberbia y menosprecio».
Cuando en España se reconoció que existían españoles «no católicos», hubo discursos que afirmaban que el catolicismo estaba siendo atacado por los herejes. Y aquello generó violencia en la vida de muchos y muchas herejes. Es triste que esto se olvide en este comunicado, porque cuando se dice que un grupo de personas, en este caso el colectivo LGTBIQ, está recibiendo un trato de favor, y que otro, en este caso quienes han firmado el comunicado y sus entornos de influencia, están viendo recortados sus derechos, se está generando odio. Y en esas comunidades habrá personas que acabaran por sufrir ese odio. Ya es hora de que se busque otro pegamento que no sea el odio de la LGTBIQfobia para unir al diverso movimiento Evangélico-Protestante de este país. Hay millones de iniciativas surgidas del amor, que podrían hacerlo de una forma más acorde con el evangelio de Jesús. Porque como dice la Primera Carta de Juan: «Si alguno dice: Yo amo a Dios, pero odia a su hermano, es mentiroso, pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?».
Por último hago una propuesta, la que he venido haciendo desde hace mucho tiempo, ya que sin escuchar a quienes han sufrido la LGTBIQfobia no hay solución a todo esto. Cuanto más tiempo se tarde, más se hace de la ignorancia virtud, y más es arrastrado el testimonio evangélico por el fango del odio LGTBIQfóbico (Para muestra, este lamentable comunicado). Desde mi perspectiva la aceptación de las personas LGTBIQ es visto como un Jaque mate a la manera en la que el fundamentalismo interpreta la Biblia. Por esa razón se asume el mal menor (en su perspectiva, claro): la LGTBIQfobia. No soy fundamentalista, pero no tiro la toalla de que incluso siendo fundamentalista se puedan buscar formas alternativas de seguir interpretando la Biblia desde esta perspectiva sin hacer daño a tanta gente. Abriendo espacios de escucha, no para convencer (yo no soy fundamentalista ni lo quiero ser, y entiendo que haya gente a la que le resulte inaceptable mi manera de entender la Biblia), no para discutir, no para poner el odio al mismo nivel que la liberación, sino para escuchar a las personas que han padecido esta discriminación. Quizás los pensadores, teólogos, pastoras, padres, abuelas… fundamentalistas, teniendo en cuenta estos testimonios, sean capaces después de buscar soluciones para que lo que les suponga un verdadero jaque mate al cristianismo sea la LGTBIQfobia. Quizás, ellos sí, puedan responder sin autoengañarse la pregunta que Dios le hizo Caín: «¿Qué has hecho? La voz de la sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra».