Cuando el régimen ruso publicó una larga lista de “países no amigos” mencionando a las naciones que han impuesto sanciones a Rusia por su invasión de Ucrania, no incluyó a ningún país latinoamericano. Es algo que deja mal parados a los países latinoamericanos a los ojos del mundo democrático y moderno.
La lista de “países no amigos” publicada por el régimen ruso el 7 de marzo menciona a Estados Unidos, los 27 países de la Unión Europea, Gran Bretaña, Japón, Canadá, Noruega, Singapur, Corea del Sur y Suiza.
Cuando lo leí, no pude evitar preguntarme si la respuesta de América Latina a la invasión rusa fue tan débil que el autócrata ruso, Vladimir Putin, considera que los países de la región siguen siendo “amigos”.
Para ser justos, la mayoría de los países latinoamericanos se unieron a la abrumadora mayoría de 141 votos que condenaron la invasión de Rusia en la Asamblea General de las Naciones Unidas el 1 de marzo. Cuba, Nicaragua, Bolivia, y El Salvador se abstuvieron, y Venezuela no votó.
Pero los presidentes de Brasil, México, Argentina han hecho declaraciones ambiguas, que parecen contradecir los votos de sus países en las Naciones Unidas. Y ninguno de los tres ha impuesto sanciones a Rusia.
Mientras que Estados Unidos, la Unión Europea e incluso países anteriormente neutrales como Suiza y Suecia no solo han impuesto sanciones económicas, sino que también envían armas a Ucrania, la mayoría de los presidentes latinoamericanos ni siquiera están dispuestos a imponer sanciones simbólicas contra Putin.
La mayoría, como en caso de México, invoca las leyes de sus países que supuestamente les prohíben imponer sanciones unilaterales sin un mandato de la ONU. Pero en casi todos los casos, ese es un argumento engañoso.
Tomemos el caso del presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, quien afirma que México es un país “pacifista” y que no impondrá sanciones a ningún país. Los funcionarios mexicanos dicen que su país nunca ha impuesto sanciones unilaterales sin una resolución de la ONU, pero eso no es cierto.
En la Segunda Guerra Mundial, México envió uno de sus escuadrones de élite de la fuerza aérea para luchar junto con las fuerzas estadounidenses y aliadas. En 1968, México prohibió unilateralmente a Sudáfrica participar en los Juegos Olímpicos de México. En 1975, México negó visas a los tenistas sudafricanos que iban a jugar la Copa Davis en México.
“México ha impuesto sanciones unilaterales en otras ocasiones basándose en resoluciones de la Asamblea General de la ONU”, dice Jorge Lomónaco, exembajador de México ante las Naciones Unidas en Ginebra y ante la Organización de los Estados Americanos. “Perfectamente podría hacer lo mismo ahora”.
Sería poco realista exigir en este momento de crisis económica que México o cualquier otro país latinoamericano envíen tropas o adopten sanciones económicas drásticas contra Rusia, a pesar de que Rusia es un socio comercial menor de la región.
Pero, en un momento decisivo de la historia mundial, cuando el futuro de la soberanía nacional, la democracia y los derechos fundamentales están en juego como nunca antes desde la Segunda Guerra Mundial, los países latinoamericanos deberían por lo menos tomar medidas simbólicas para dejar perfectamente claro a Rusia de qué lado están.
Las sanciones simbólicas no son un tema menor. La mayoría de los rusos, que solo reciben la propaganda de Putin a través de los medios oficiales rusos, todavía creen que la invasión rusa de Ucrania fue una operación militar “defensiva” contra una presunta amenaza extranjera.
Y la lista de Putin de naciones “no amigas” hace que los rusos piensen que la mayor parte del mundo - China, India, América Latina y África - están del lado de Putin.
Los presidentes latinoamericanos deberían enviar urgentemente ayuda humanitaria a los refugiados ucranianos y suspender todos los eventos deportivos con Rusia, siguiendo el ejemplo de lo que ya han hecho la Federación Mundial de Fútbol FIFA, la Federación Internacional de Tenis y otras organizaciones deportivas.
Y deberían votar en la Organización de los Estados Americanos, como región, para suspender todos los acuerdos de intercambio cultural con Rusia.
Todo eso enviaría un mensaje fuerte y claro al pueblo ruso de que Putin ha cometido una atrocidad. Es hora de que América Latina se ponga activamente del lado de las democracias más grandes del mundo, y sea integrada en la lista de países “no amigos” de Putin.