Usted puede pensar que estamos en el año 2022, sin embargo, según la hipótesis del tiempo fantasma estamos viviendo realmente en 1724. La hipótesis del tiempo fantasma, presentada por el historiador alemán Heribert Illig en 1991, sostiene que el Papa Silvestre II, el emperador del Sacro Imperio Romano Germánico Otón III y el emperador bizantino Constantino VII se unieron y cambiaron el calendario alterando documentos y creando eventos históricos fraudulentos. La teoría afirma que los 297 años entre el 614 y el 911 no sucedieron realmente. Por lo tanto, actualmente estamos viviendo en el año 1724.
Illig desarrolló su teoría después de revisar numerosos documentos de la Edad Media con fechas y personas falsificadas. La Iglesia había falsificado esos documentos e Illig se preguntó por qué la Iglesia se tomó esas molestias. Los estudiosos contemporáneos han confirmado la falsificación masiva de textos durante la Edad Media por parte de principales figuras de la Iglesia, pero no se sabe la razón de esa masiva falsificación.
La hipótesis del tiempo fantasma parece descabellada, pero ha reunido partidarios como el Dr. Hans-Ulrich Niemitz, cuyo trabajo de 1995 “¿Existió realmente la Alta Edad Media?” concluye que esta no existió.
Quizá la hipótesis del tiempo fantasma motive a que algunos borren selectivamente años de su historia personal, pero lo que yo quisiera borrar son los mitos socioeconómicos castristas sobre el período anterior a la revolución cubana.
Es una falsedad que Cuba en los años 50 era un país atrasado social y económicamente. Los datos muestran que en 1958 Cuba era un país avanzado para los estándares latinoamericanos y mundiales. Hoy en día la posición socioeconómica relativa de Cuba es muy inferior a la que tenía en 1958. Algunos ejemplos:
Según datos de las Naciones Unidas, la tasa de mortalidad infantil de Cuba, de 32 por cada 1 000 nacidos vivos en 1957, era la más baja de América Latina y la 13ª más baja del mundo. En esta medida socioeconómica, la Isla se situaba por delante de Francia, Alemania Occidental, Israel, Japón, Austria, Italia, España y Portugal.
En 1957, Cuba tenía 128 médicos y dentistas por cada 100 000 habitantes, lo que situaba al país por delante del Reino Unido. En este indicador, Cuba ocupaba el tercer lugar en América Latina. Cuba también tenía una de las poblaciones más alfabetizadas de América Latina, con un rango de alfabetización del cuarto lugar en la región.
En la Cuba anterior a Castro los alimentos eran abundantes y los cubanos se encontraban entre las personas mejor alimentadas del hemisferio. Las Naciones Unidas sitúan a la Cuba prerrevolucionaria en el tercer lugar de los 11 países latinoamericanos estudiados en cuanto a consumo calórico diario. Si observamos los mismos países en la actualidad, Cuba ocupa el último lugar en consumo calórico diario per cápita. Aquí es necesario señalar que esta situación no es resultado de las sanciones económicas de Estados Unidos. La escasez de alimentos en Cuba es el resultado de su sistema económico improductivo y controlado por el Estado.
En cuanto a los automóviles, en 1958 Cuba ocupaba el segundo lugar en América Latina con 24 automóviles por cada 1 000 habitantes. Hoy en día el índice de automóviles en Cuba apenas ha aumentado a 42, mientras que el resto del mundo ha aumentado considerablemente. Estados Unidos registra 842 coches por cada 1 000 habitantes y Argentina 316.
En los años 50, con 45 televisores por cada 1 000 habitantes, Cuba estaba entre los líderes mundiales. Esta medida situaba a Cuba en el quinto lugar, sólo por detrás de Mónaco, Estados Unidos, Canadá y el Reino Unido. En América Latina, Cuba estaba muy por delante del segundo lugar, Venezuela, que sólo tenía 16 televisores por cada 1 000 habitantes. Hoy en día, Cuba se sitúa por detrás de Uruguay, que en 1957 tenía menos de un televisor por cada 1 000 habitantes. Estos patrones son válidos para prácticamente cualquier medida socioeconómica e ilustran los años perdidos de desarrollo de Cuba.
Al igual que los líderes de la Iglesia en la Edad Media, el régimen castrista ha falsificado la historia económica de Cuba y el país ha perdido más de 60 años de desarrollo socioeconómico. Este es el tiempo fantasma de Cuba.