En un reciente e histórico avance, los científicos lograron reproducir ratas sin necesidad de esperma del macho, un hito importante que abre la pregunta sobre el futuro de la genética y la reproducción de la humanidad.
En 1932 el escritor y filósofo británico Aldous Huxley publicó su novela “Un Mundo Feliz” (Brave New World) una premonición distópica que describe un mundo en el que los seres humanos ya no nacen, sino que son creados en laboratorios con un diseño genético específico que los predispone a aceptar complacientes su pertenencia a alguna de las castas en las que se divide su sociedad, así fuera la más baja y oprimida.
En ese mundo, el concepto de familia estaba anulado y la deidad era “Ford” pues su modelo de producción en cadena era la regla con la que ahora se reproducen los humanos.
Aunque la de Huxley es una visión oscura y tenebrosa, que nos muestra a dónde podría parar el mundo si el desarrollo científico y tecnológico se olvida de la ética; actualmente, casi 100 años después de haberse escrito esta obra, estamos descubriendo cada vez más cosas sobre la evolución y la reproducción de las especies. Lo que abre puertas a preguntas sobre el futuro mismo de la humanidad.
El avance más reciente se produjo hace apenas unas semanas cuando un grupo de científicos chinos presentó al mundo el resultado de sus experimentos, los cuales lograron reproducir por primera vez en la historia un ratón de manera asexuada a partir de un solo óvulo, usando una técnica de manipulación genética.
Este hito, abre la puerta a la reproducción asexuada en mamíferos, algo que se pensaba imposible de lograr, y abona el camino para posibles experimentos en humanos.
Reproducción sexual vs asexual
La reproducción como la concebimos comúnmente, no solo en humanos sino en todas las especies, se produce de manera sexual, es decir, de la combinación del material genético de dos individuos, macho y hembra, el cual produce, por medio de la fecundación, un nuevo individuo con características únicas.
No obstante, en el mundo animal existen muchos ejemplos de reproducción “virgen” o asexual, en la que solo se involucra un individuo, necesariamente femenino, para procrear otro individuo cuyo material genético es una copia exacta del primero.
Diversos estudios realizados durante la última década han demostrado que estos “nacimientos virginales” son más comunes en la naturaleza de lo que previamente pensamos, pues son parte de una estrategia de supervivencia de algunas especies para preservarse en situaciones donde los machos escasean.
Las hembras de muchos animales complejos y de gran tamaño, como lagartos, tiburones o dragones de Komodo, son capaces de reproducirse sin los machos, en un proceso denominado como “partenogénesis”.
El término viene del griego y hace referencia a “la creación virgen” y se utiliza para denominar la capacidad de animales o plantas para reproducirse sin material genético de otro individuo.
Cuando esto ocurre en la naturaleza viene precedido de circunstancias extremas. Se ha documentado, por ejemplo, como una colonia de dragones de Komodo hembras quedó aislada en una isla desierta y por medio de la partenogénesis dieron a luz a individuos machos para comenzar una nueva colonia.
También los casos de tiburones hembra que se embarazan y dan a luz en acuarios donde están completamente alejadas de los machos.
Pero, explica el biólogo reproductivo de la University of Sheffield Allan Pacey en una de sus investigaciones, la mayoría de los grandes animales no se reproduce de manera asexual, aunque pudieran hacerlo, porque esto carece de interés evolutivo.
¿A qué se refiere con esto? A que estos nacimientos vírgenes producen individuos con cargas genéticas iguales a la de la madre, haciendo que con el tiempo la diversidad genética, y por lo tanto la capacidad de adaptabilidad evolutiva de la especie, baje y ponga en riesgo su propia supervivencia.
Esta es la gran ventaja de la reproducción sexual, la cual permite combinar los genes de dos individuos, y sus respectivas mutaciones, para con el tiempo producir individuos mejor adaptados a las condiciones de su entorno.
En otras palabras, el sexo nos ayuda a mantenernos vivos como especie.
Más allá de la explicación evolutiva, la pregunta persiste: ¿es posible para todas las especies reproducirse asexualmente, incluyendo los humanos? Hace muy poco nos acercamos a una respuesta.
Como lo dijimos antes, los mamíferos habían estado excluidos de la posibilidad de reproducción asexual. No existe un caso en la naturaleza de una especie de mamífero que se reproduzca asexuadamente, incluso en situaciones extremas como las citadas para tiburones y lagartos.
Sin embargo, sí existe un precedente de reproducción asexuada por medio de una partenogénesis inducida en un laboratorio, el de la rata “Kaguya” que fue dado a conocer por científicos japoneses de la Universidad de Agricultura de Tokyo en abril de 2004.
Kaguya, bautizada así en honor a un cuento popular japonés en el que una princesa hija de la luna es encontrada cuando era un bebé dentro de un tallo de bambú, fue una rata creada en un laboratorio a partir de dos óvulos, es decir, tuvo dos madres.
En su caso la partenogénesis partió de un proceso llamado “haploidización” en el cual se remueven uno de los dos juegos de cromosomas de algunas células dejándolas con uno solo. Como aquí se usaron dos óvulos, el desafío fue modificar genéticamente uno de ellos para que asemejara un espermatozoide, específicamente para emular el gen Igf2, el cual normalmente solo es expresado por la copia paterna del gen.
“La meta de nuestro estudio era descubrir por qué el esperma y los óvulos son requeridos para el desarrollo de las crías en mamíferos,” dijo en su momento Tomohiro Kono, líder del experimento.
Aunque Kaguya fue un gran avance, todavía se requirió el material genético de dos individuos para su creación, algo distinto a los casos de reproducción asexual que pasan en la naturaleza con las especies de no mamíferos.
Esto cambió hace apenas unas semanas gracias a un artículo publicado en la revista PNAS y firmado por los científicos chinos Yanchang Wei, Cai-Rong Tang y Zhen-Ao Zhao.
Ellos describen una técnica genética similar al Cripr-CAS9, que es conocida popularmente como “cortar y pegar ADN”, para hacer que una ratona tuviera crías sola, partiendo de un óvulo sin fecundar.
“En los mamíferos, la partenogénesis es limitada debido a los problemas que surgen de la impronta genómica”, explican los investigadores en su artículo, donde señalan que el proceso este proceso se puede lograr “mediante la reescritura epigenética específica de múltiples regiones críticas de control de la impronta”.
Los científicos usaron el Cripr-CAS9 para editar artificialmente ciertos genes femeninos hasta que quedaron como si provinieran de un espécimen macho. En concreto hicieron que el óvulo pasara de ser una sola célula a un blastocisto de 140 células, luego tomaron 192 embriones formados con este mismo proceso y los implantaron en varias ratonas.
Solo una de estas logró pasar la etapa embrionaria y fetal, dando a luz a tres ratones, aunque dos murieron durante el parto. Finalmente una de las crías quedó viva, era una hembra que pesó menos de lo normal, pero que creció sana y al llegar a la adultez pudo reproducirse de manera natural.
Los investigadores concluyen que la partenogénesis en los mamíferos es factible, aunque reconocen que se requiere mucho más trabajo antes de que pueda usarse en aplicaciones del mundo real. Dicen que el proceso podría servir para desarrollos en la agricultura y la producción de medicamentos.
Aunque el descubrimiento de los científicos chinos abrió la puerta para la reproducción asexual en mamíferos la respuesta simple a si esto es posible en humanos todavía es un no.
S bien teóricamente se podría alterar el óvulo de una mujer humana en el laboratorio para someterlo a un proceso similar al de la ratona y lograr un embarazo a partir de un solo individuo, no sabemos a ciencia cierta si eso sería posible, y adelantar dichas pruebas conllevan dilemas éticos bastante complejos.
Otra pregunta más interesante sería si esto es conveniente: producir seres humanos a partir de la reproducción asexual, un poco como en la distopía de Huxley.
Ahí de nuevo la respuesta sería no, pero ya no tanto por un dilema ético o moral, sino por uno de supervivencia.
Ya sabemos que entre menor diversidad genética más vulnerable es una especie y a través de la historia podemos encontrar ejemplos que demuestran por qué no es conveniente que lleguemos al punto de reproducirnos propiciando unos genes homogéneos. Como la historia de enfermedades y malformaciones entre las familias reales europeas, la mayoría emparentadas.
En últimas, queda un largo camino científico y ético para llegar a materializar la posibilidad de la reproducción asexual en humanos, pero como en tantos otros avances de la ciencia en su momento impensados, ya dimos el primer paso.