Para el mundo observador, la resistencia ucraniana ha sido un curso acelerado de lo heroico: un llamado para que apliquemos el mismo coraje, ya sea físico o moral, al lidiar con las muchas crisis de nuestra era.

Por Rebeca Solnit

 

La resistencia ucraniana a la invasión rusa ha tenido repercusiones mucho más allá de las fronteras de ese país, lo que provocó una reconsideración urgente de todo, desde la política energética hasta el autoritarismo y la historia europea. Para mí, también ha sido un curso acelerado sobre lo heroico, mientras vemos a los ucranianos arriesgar y, a veces, perder la vida para defender su país, sus hogares, sus principios, sus derechos y su futuro. El presidente ucraniano, Volodymyr Zelenskiy, fue muy admirado por negarse a abandonar Kiev mientras el ejército ruso marchaba hacia allí, pero la gente común también ha demostrado valentía, desafío y compromiso.

 

A menudo lo hacían con ingenio y garbo, como la famosa respuesta del marinero ucraniano “Buque de guerra ruso, vete a la mierda” a una demanda de rendición. La gente estudió primeros auxilios, hizo cócteles molotov, se unió a la resistencia, ayudó a vecinos y extraños. Si bien millones han huido del país, la gran mayoría de los ucranianos permanecen, algunos de ellos protegidos por extraños en partes más seguras del país, algunos refugiándose en sótanos y, en Kiev, en el metro y refugios antiaéreos. Maryna Hanitska, la nueva directora del Hogar de Ancianos Psiconeurológicos de Borodyanka, se quedó con los residentes del centro durante las semanas durante las cuales los soldados rusos le apuntaron con armas en la cara, los edificios perdieron la calefacción, el agua y la electricidad, y algunos murieron de frío y la usaron a escondidas. teléfono móvil para enviar información al ejército ucraniano.

 

La periodista Nadezhda Sukhorukova, que sobrevivió en un sótano cuando Mariupol se hizo añicos, escribió : “Alguien estaba trayendo agua a la esquina de una de las calles todos los días desde el canal de agua de la ciudad. Un residente ordinario de la ciudad lo llevó en un enorme barril por iniciativa propia. Viene todos los días y luego se para bajo los bombardeos y llena las botellas de la gente con agua potable gratis. No sé el nombre de este hombre y espero que salga vivo de este infierno”.

 

No son solo los ucranianos. Los rusos se arriesgaron a la prisión y la brutalidad policial para protestar por la guerra. En Bielorrusia, la gente saboteó las líneas de ferrocarril que se utilizan para enviar equipo de guerra ruso a Ucrania. En Polonia, la gente instaló puestos de socorro al otro lado de la frontera, llevó a los refugiados a sus casas, instaló cocinas comunitarias, recolectó juguetes (incluso mientras los refugiados de Medio Oriente sufrían el frío y morían en otras fronteras polacas). Ciudadanos de otras naciones fueron a Ucrania para unirse al ejército defensor en una movilización a menudo comparada con la de las brigadas internacionales en la guerra civil española.

 

He visto heroísmo muchas veces antes: en la resistencia del oleoducto en Standing Rock, por parte de los zapatistas en México, en la Primavera Árabe y en la resistencia siria y kurda. Lo he visto no solo en aquellos que toman riesgos físicos, sino también en aquellos que se dedican al bien común y viven sus ideales. Aún así, incluso la palabra heroico parece extraña o anacrónica ahora. La palabra se retiró en su mayoría ahora, o solo se extrajo para los juegos y las películas de gran éxito y los juguetes para niños que presentan figuras de acción que poseen una capacidad física excepcional, generalmente utilizadas para soportar e infligir violencia. Y, por supuesto, se trata de una capacidad física más que moral que puede utilizarse tanto para cometer violaciones y genocidios como para defender los derechos humanos.

 

Además, hay más en el heroísmo que el coraje físico. Es, ante todo, un compromiso con algo más allá de uno mismo, tanto en tiempos de paz como de guerra. Puede ser la firme dedicación a una meta o principio, la elección del camino más difícil pero idealista, el compromiso con los demás. Puede ser una fuerza disruptiva, ya que es una característica de los seres humanos que aprecian el significado, el propósito, la solidaridad y los principios más que las cosas que el dinero puede comprar y las corporaciones pueden vender. El egoísmo y el ensimismamiento nos hacen buenos consumidores y ciudadanos obedientes, o más bien personas poco preocupadas por la ciudadanía como participación en la vida pública y el bien colectivo. Gran parte del entretenimiento y el marketing pueden concebirse como una especie de bucle de retroalimentación que fomenta una versión marchita y despojada de la naturaleza humana.

 

En esa versión, el objetivo siempre es personal, como bienestar, como belleza convencional realzada por el producto o belleza que atrae la atención de algunos, como la adquisición de muchas cosas, como seguridad, tranquilidad, estatus, comodidad y placer. A menudo, no hay una línea clara entre el entretenimiento y el marketing, ya que las celebridades se convierten en productos o en portavoces de los productos. Si hay una banalidad del mal, hay un mal en la banalidad como esta versión drásticamente reducida de lo que somos y de lo que podemos aspirar y desear.

 

Estas versiones no van en contra de las versiones más expansivas de quiénes podemos ser y qué podemos amar; simplemente los ignoran. Esta semana, un nuevo proyecto sobre el clima ofreció ideas y orientación a los guionistas para rectificar la sorprendente ausencia del clima en la mayoría de las películas y la televisión ahora, señalando“Una historia climática simplemente habla de lo que se siente estar vivo en este momento. Sin embargo, al ver la gran mayoría de los programas de televisión y las películas con guión de hoy, no tienes idea de que la Tierra está en crisis, y nosotros con ella. Y así, el mundo representado en las historias que vemos y amamos ya no es una representación honesta del mundo en el que vivimos”. Las encuestas muestran que a la mayoría de la gente le importa el clima, pero la corriente principal nos da versiones de la naturaleza humana en las que la gente común tiene poco o ningún poder político y la gente que nos rodea es indiferente o inconsciente, alimentando la inacción y la desesperación.

 

Lo heroico, como me gustaría que se definiera, está reñido con este tipo de individualismo desenfrenado del mismo modo que los ciudadanos son la antítesis de los consumidores. Si el consumidor se centra en la adquisición y en sí mismo, el ciudadano se centra en la participación y en los ámbitos más amplios de la comunidad, la nación o el mundo.

 

Ucrania importa por sí misma, por supuesto, y se está librando una guerra muy directa entre el imperialismo y el autoritarismo y la autodeterminación. Pero los ucranianos, incluso cuando reciben ayuda de todo el mundo, nos están dando a todos algo, un curso intensivo sobre la capacidad humana y sobre otras versiones de la naturaleza humana de las que normalmente se nos ofrecen. En los EE. UU. nos enfrentamos a nuestros propios neofascistas y posibles autoritarios, al igual que en todo el mundo nos enfrentamos a una crisis climática provocada por el egoísmo y la miopía de los intereses de los combustibles fósiles. Recordarnos quiénes pueden ser los seres humanos, cómo es mantenerse firme, por qué vale la pena luchar, creas o no que puedes ganar, es un regalo que nos han hecho los ucranianos. Nos recuerdan quiénes podemos ser y, al enfrentar las otras crisis de nuestro tiempo, quiénes debemos ser.

 

FUENTE: THE GUARDIAN US