Días antes del desfile por el 1 de mayo, varios activistas, opositores y periodistas independientes fueron citados o recibieron la vista de un oficial de la Seguridad del Estado para informarles que en esa fecha no podrían salir de casa.
Los reporteros Yoe Suárez, Mauricio Mendoza y Jorge Enrique Rodríguez de Diario de Cuba, Geysi Guía de Periodismo de Barrio, Miriam Celaya y Luz Escobar de 14ymedio y Anay Remón de Cubanet, entre otros, fueron advertidos por la policía política para que no asistieran a cubrir la noticia.
Posteriormente, autos policiales acompañados por agentes de la Seguridad del Estado impedían salir de sus casas a decenas de opositores y periodistas sin mordaza. “Desde el sábado 30 de abril tuve una patrulla parqueada en los bajos del edificio donde vivo con mi novia. A las cinco de la mañana se habían sumado dos motos de la policía política. Estuve sin conexión a internet desde el sábado a las diez de la noche”, cuenta a Diario Las Américas el periodista Jorge Enrique Rodríguez.
Es una estrategia que se repite año tras año. Ya perdí la cuenta el número de veces que oficiales de la Seguridad del Estado me citaban a una unidad policial para advertirme que no asistiera a concentraciones públicas. Que igual podía ser el desfile del primero de mayo, la misa del Papa en la Plaza de la Revolución, una marcha combatiente, un acto por el 26 de Julio o un concierto musical. Nunca debatía con ellos. En silencio los escuchaba. Luego, de una forma u otra, me escabullía y salía a hacer mi trabajo.
Hace tres años, después que fui a cubrir una conferencia de prensa en casa de Rosa María Payá, un joven oficial de la Seguridad del Estado me dijo: “Como tienes la mala costumbre de escabullirte, para la próxima te voy a meter en un calabozo”. De forma escueta le respondí: “Ustedes hacen su trabajo y yo hago el mío”.
Intimidar, reprimir y acosar son tácticas de la policía política para amedrentar a los activistas, periodistas libres y disidentes. Para esos operativos movilizan a cientos de oficiales y miembros de la Asociación del Combatiente, una fuerza paramilitar de la dictadura. Gastan combustible y recursos del Estado para reprimir a personas pacíficas cuyo único delito es pensar diferente.
El 1 de mayo de 2022 se celebró en la otrora Plaza Cívica de La Habana. A pesar de la bestial crisis económica y desabastecimiento general, fue financiado por el erario público. A las nueve de la noche del día anterior se suspendió el transporte urbano. “Es una medida absurda, una muestra que el gobierno hace lo que sale de sus cojones. Terminé de trabajar a las doce de la noche y tuve que caminar diez kilómetros hasta mi domicilio, pues no iba a pagar 600 pesos a una agencia de taxi privado para que me dejara en la puerta de mi casa. Por supuesto, a la mañana siguiente no fui a la Plaza”, cuenta Danilo, barman de un centro nocturno.
Carmen, empleada bancaria, buscó una excusa: “Alegué que mi padre estaba enfermo y no fui al desfile”. Norma, ingeniera, abiertamente le dijo a su jefe que no iba asistir al 1 de mayo en la Plaza de la Revolución. “Es que hay una mezcla de miedo y prejuicios de que el gobierno tome represalias laborales si uno no asiste a ésa u otras convocatorias. Hace diez o quince años eso podía ocurrir, pero ahora los jefes son los primeros que no creen en el sistema. Todo es una pantomima, pura simulación. Hace años no asisto a nada ni voy a votar y nunca he tenido problemas en mi trabajo. Creo que la gente justifica su temor con el pretexto que les puede pasar algo si no van”.
Nicolás, empleado de un hotel de lujo, considera que el “asunto es más complejo. Días antes del 1 de mayo comenzó el acoso por parte del sindicato y del núcleo del partido (comunista) en el centro. Este gobierno es como una familia mafiosa. Se crean compromisos. Los del sindicato y el partido saben que tú robas y te dejan hacer. Por eso cuando te piden dinero para la salud pública la gente lo dona, porque saben que por la izquierda desfalcamos al Estado”.
Según Nicolás, con las actividades de apoyo al gobierno es igual. «Para el desfile del 1 de mayo, como estoy contratado, me dieron a entender de que en caso de no asistir, podía influir negativamente la decisión de dejarme como trabajador fijo. Son tácticas de pandilleros, difíciles de entender si no eres cubano”.
Un periodista de la televisión estatal señala que “se utiliza la fecha como una muestra de apoyo incondicional del pueblo a la revolución. En el noticiero del mediodía, comparaban los desfiles en Francia y otros países capitalistas, donde los trabajadores hacen demandas laborales y salariales, con la marcha en Cuba, donde los trabajadores no hacen ninguna demanda y cuando los entrevistan, ante las cámaras respaldan de manera irrestricta al gobierno. Es una manipulación elemental y burda, pues en Cuba los trabajadores también tienen demandas que hacer si existieran libertades. Pero al gobierno le funciona muy bien de cara a la galería internacional”.
Carlos, sociólogo, ve el vaso medio lleno. “Hay que conocer la naturaleza de un sistema dictatorial. Son modelos de gobierno totalmente diferentes a una democracia. El adoctrinamiento y el miedo juegan un papel fundamental. A pesar de esos factores, la reprobación del pueblo al gobierno es palpable. Hace dos décadas, la prensa ponía en titulares: ‘Un millón de habaneros desfilaron en la Plaza en apoyo de la Revolución.’ Al desfile del domingo 1 de mayo fue mucha gente, pero no sobrepasaron la cifra de cien mil. La televisión evitó transmitir planos abiertos. La Habana tiene más de 2 millones 500 mil habitantes, cien mil o doscientos mil asistentes es una abrumadora minoría”.
Leonardo, talabartero, comenta la estrategia del sindicato en su empresa para movilizar a los trabajadores. “Tres días antes del 1 de mayo se nos informó que iban a entregar un módulo de alimentos, no era gratis, había que pagar mil pesos. Cada uno traía un paquete de pechuga de pollo, un tubo de 400 gramos de jamón de pavo, dos paquetes de picadillo y dos paquetes de perritos (salchichas). Pero era solo para quienes participaran en el desfile. Desde luego, casi todos los trabajadores asistimos”.
Yoan, estudiante, afirma que “vamos no porque apoyemos al gobierno, si no por la oportunidad de cuadrar con una jevita, tomar ron y descargar un rato”. La lectura para el régimen es otra. Después de las multitudinarias marchas de protestas el 11 de julio de 2021, necesitaban un baño de masas que mostrara el ‘apoyo del pueblo a su gobierno’.
En Cuba los niños no tienen globos para celebrar sus cumpleaños, pero el régimen destinó divisas para comprarlos de gran tamaño en los colores rojo y azul. También se invirtió dinero en grandes carteles de material plástico especialmente mandados a imprimir.