Esta semana, Taiwán celebró los 3 años de la aprobación del matrimonio igualitario (fue votado por el Congreso el 17 de mayo de 2019 tras una admirable campaña del activismo), siendo el único país asiático que cuenta con legislación que permite casarse a personas del mismo sexo.
No solo eso. La pequeña isla es considerado el único país progresista en la región con respecto a los derechos de las personas LGBT, permitiendo el cambio de género a las personas trans y habiendo prohibido las terapias de conversión en 2018.
Sin embargo, el colectivo LGBT taiwanés se encuentra temoroso que todo ese progreso sea revertido debido al creciente expansionismo de China, que en el último tiempo ha elevado el tono contra la republica independiente, a la que considerada una provincia rebelde que debe ser anexada más temprano que tarde.
“Si las autoridades taiwanesas, envalentonadas por Estados Unidos, siguen por el camino de la independencia, lo más probable es que China y Estados Unidos se vean envueltos en un conflicto militar”, dijo a comienzos de año el embajador chino en Estados Unidos, Qin Gang, luego que el presidente Joe Biden remarcara que Taiwán es un país “independiente”. Esto ha hecho que muchos expertos sospechen que el regimen nacionalista de Xi Jinping planea en el corto plazo una acción contra Taiwán, que sería catastrófica para las libertades de los ciudadanos de la isla, especialmente los miembros del colectivo LGBT+.
China había experimentado algo parecido a una apertura con respecto a la aceptación de personas LGBT a finales de los 90s y comienzo de los 2000, pero Xi Jinping ha impulsado una política de tolerancia cero con respecto a la comunidad diversa.
Xi Jinping ha impulsado una política todavía más hostil con las personas LGBT desde asumir el poder en China
Desde su llegada al poder en marzo del 2013, la represión contra las personas LGBT+ ha aumentado, y el régimen chino, en una estrategia que luego copiaría Putin, ha impulsado incluso la desaparición del colectivo en el terreno de la representación audiovisual de las personas LGBT, al ordenar que las películas y la televisión eviten los temas o personajes homosexuales.
En China, no existen protecciones legales explícitas contra la discriminación basada en la orientación sexual o la identidad de género. Las parejas del mismo sexo tampoco pueden casarse, y en los últimos años se ha dificultado desde el Estado la operación a numerosas organizaciones que pelean por los derechos en materia de identidad de género y orientación sexual.
Las deudas pendientes en Taiwán
No todo es perfecto en Taiwán con respecto a los derechos de personas LGBT. Vincent Chuang, un profesor de 36 años, sigue sin poder casarse con su pareja, que es extranjero. Los taiwaneses pueden casarse con extranjeros del mismo sexo, siempre y cuando provengan de un país donde esté autorizado el matrimonio gay.
Para los activistas LGBT esto es discriminatorio y a menudo obliga a estas parejas a vivir su relación a distancia, más aún durante la pandemia.
Chuang no pudo ver a su pareja, Andrew Espera, un filipino, durante dos años. “Nos queremos y queremos estar juntos. No pedimos nada extravagante, solo un simple derecho”.
Su relación con Andrew empezó en Filipinas hace seis años. “Trabajaba como chef en el hotel en el que estaba. Fue amor a primera vista”, recuerda Vincent. Con el cierre de las fronteras de Taiwán para protegerse de la pandemia de Covid-19, la pareja tuvo que resignarse a vivir su relación a distancia. Estuvieron a punto de renunciar, pero Andrew obtuvo un visado de estudiante y pudieron volver a verse esta semana.
Según la Alianza de Taiwán para la Promoción de los Derechos de Unión Civil, actualmente unas 470 parejas binacionales del mismo sexo quieren casarse, pero no pueden. La asociación lanzó varios procedimientos judiciales para que se levante esta restricción y tuvo éxito en tres. Pero las decisiones judiciales sólo se aplican a las parejas que iniciaron el procedimiento. Los que quieren el mismo derecho deben emprender una larga batalla legal.
El gobierno taiwanés “suele enorgullecerse de ser el primero de Asia” en haber legalizado el matrimonio entre personas del mismo sexo, “pero hay una clara brecha que debe corregirse”, afirma el secretario general de la asociación, Chien Chih-chieh.
La última vez que Lee Wei-cheng vio a su compañero birmano fue en la marcha del orgullo de 2019, cuando unas 200,000 personas celebraron la legalización del matrimonio gay. Pero después de eso estalló la pandemia en 2020, seguida del golpe de Estado en Birmania un año después. No pasa un día sin que Wei-cheng, un funcionario de 31 años, se preocupe por la seguridad de su pareja, de etnia karen, el mismo grupo étnico que formó un grupo armado opuesto a la junta gobernante. “Esperamos vivir juntos en Taiwán y pensamos que casarnos sería lo mejor, pero seguimos sin poder hacerlo”, cuenta.
“Llevamos tres años separados. Como taiwanés, debería tener derecho a casarme con quien quiera, pero se me niega ese derecho”.
Taiwán, destino para los asiáticos LGBT
Pese a estas dificultades, Taiwán sigue siendo un oasis para la población LGBT asiática, teniendo en cuenta la homofobia de Estado presente en casi todos los países de la región.
Tan Bee Guat, una malasia, lleva seis años viviendo en Taipéi con un visado de estudiante que le permite estar con su pareja, Lai Kai-li, pero sin poder casarse. “Me sentí feliz y esperanzada cuando Taiwán legalizó el matrimonio gay, porque en Malasia es impensable”, dice Bee Guat. Las dos mujeres aseguran que van a seguir movilizándose por la plena igualdad de derechos.