CUBA, LA DERROTA DEL ESPÍRITU
«Las últimas sentencias conocidas a los detenidos del 11J mantienen condenas de cárcel draconianas para ciudadanos anónimos cuyo único delito fue salir a la calle a pedir libertad («subvertir el orden constitucional vigente», lo llama la prevaricada justicia cubana). En Cuba, la ley es represiva, pero además se aplica por consigna. Allí, Piero Calamandrei perdería la «fe en el derecho». Cuba, ese edén subvertido por las mentiras, es simplemente una dictadura»
'Nuestro hombre en La Habana', de Carol Reed, basada en la novela de Graham Greene, con Alec Guinness de protagonista, es una denuncia bienintencionada de las complicidades de los americanos con Batista, pero lo que muestra, sin proponérselo, es la complejidad del comercio en la isla antes del triunfo de Castro. Rodada en las calles de La Habana en el año cero de la revolución, se ven cafés y bares, tiendas de todo tipo, vendedores callejeros de fruta, lotería y tabaco, en una amplia red comercial: electrodomésticos, mercerías, ferreterías… Si uno lo compara con cualquier imagen de La Habana hoy, con sus tétricos derrumbes, las calles desoladas por el salitre y las largas filas ante destartalados expedidos oficiales que sólo surten con cartilla de racionamiento un producto a la vez, es inevitable sufrir un estremecimiento: La Habana lleva mucho convertida en el 'set' de la película de zombis de Alejandro Brugués 'Juan de los muertos'.
Al monopolio del poder se suma la abolición del mercado. No hay elecciones libres ni partidos de oposición, lo sabemos; tampoco hay libertad de asociación, trabajo, opinión, estudio, residencia, pero además se depende del Estado para subsistir: comida, luz, agua y artículos de higiene. De ahí, el desánimo vital de los cubanos. ¿Alguien se imagina lo que significa para la dignidad de la persona un experimento así? Encima, los cubanos deben ser obedientes y agradecidos. La revolución es una suerte de síndrome de Estocolmo obligatorio.
Hacia fuera, y pese que la revolución dejó numerosas pruebas desde el principio de su naturaleza brutal (el restablecimiento de la pena de muerte en 1959, los juicios públicos, los fusilados de La Cabaña, la masacre de los guerrilleros del Escambray o los presos 'plantados'), todavía hoy, ante su fracaso en todos los órdenes (incluidos el sanitario y el educativo), existen colectivos en Latinoamérica y Europa que la defienden. Perturbador resulta ver en las manifestaciones las camisetas del Che en la hierática foto de Korda. Una 'fría máquina de matar', homofóbica e intolerante, convertida en icono postmoderno.
Para ellos, Cuba es una Numancia que resiste, pero para los cubanos es un aceitado engranaje de represión, delación y censura. En Cuba, el abismo entre las palabras y la realidad es insalvable. Detrás del muro de consignas sólo queda una dictadura que vive de la perversión del lenguaje que imaginó Orwell en 1984. Sin abrumar, Cuba tiene la tasa más alta de suicidios y abortos de América. Es el único país latino sin crecimiento poblacional. Y con el saldo migratorio más adverso: un tercio de su población vive fuera, pese a ser una isla. Todos se van, en título de Wendy Guerra. Del pueblo llano a las elites deportivas, artísticas y políticas.
El 18 de febrero de 2021 Yotuel Romero, Gente de Zona y Descemer Bueno, exitosos músicos 'de Miami', hasta entonces 'apolíticos', estrenan junto a Maykel Castillo 'Osorbo' y Eliexer Márquez 'El Funky', raperos contestatarios en la isla, 'Patria y vida'. Como ocurrió con 'Va, pensiero' en Italia o 'Libertad sin ira' en España, la canción se vuelve un himno. No solamente revierte el ominoso lema castrista 'patria o muerte', sino que desnuda la farsa revolucionaria.
'Patria y vida' era, en principio, un homenaje al Movimiento San Isidro, un grupo disidente de artistas callejeros. Liderados por Luis Manuel Otero Alcántara, se unieron como respuesta al Decreto-Ley 349 que les obliga a tener una autorización para trabajar. El nombre viene de la barriada en La Habana Vieja donde se ubicaba su sede, en el destartalado 955 de la calle Damas, domicilio de Alcántara (hoy en una cárcel de máxima seguridad, igual que Osorbo).
Como años atrás el Proyecto Varela de Oswaldo Payá, las Damas de Blanco de Laura Pollán o la Unión Patriótica de José Daniel Ferrer, San Isidro se convirtió en el nuevo 'enemigo contrarrevolucionario' a destruir. Sus técnicas son conocidas, pero siguen siendo efectivas: destrucción de la reputación a través de los medios (los permitidos, todos públicos y al servicio del poder), amenazas, actos de repudios, exilio forzado o cárcel sin garantías.
El 6 de noviembre de 2020, el rapero Denis Solís, miembro del colectivo, es detenido, juzgado sumariamente y condenado a ocho meses de prisión. En protesta, sus compañeros inician una huelga de hambre. Veinte días después, con la excusa de la pandemia, son desalojados violentamente por agentes disfrazados de sanitarios. Para sorpresa de todos, la represión convocó la solidaridad de otros artistas, considerados del sistema.
Más de trescientos de ellos se reúnen al día siguiente para protestar frente al Ministerio de Cultura. Exigen diálogo, palabra proscrita -o prostituida- en la lengua orwelliana de la revolución. El 27 de noviembre, y por primera vez en sesenta años, un funcionario público (el viceministro Fernando Rojas) cede a las peticiones. Primer y único gesto. Lo que sigue es una represión que ya no se detendrá.
Pero si el régimen pensaba que por tener a los artistas y activistas disidentes encerrados y acosados sería suficiente, estaba equivocado. El 11 de julio (11-J) Cuba sale espontáneamente a la calle, y entre los gritos pidiendo libertad, abajo la dictadura e insultos a Díaz-Canel, resuena con fuerza 'Patria y vida'. Reprimidas duramente, el saldo de las manifestaciones es de un muerto -por la Policía- y un millar de detenidos, muchos menores de edad. La fusión de San Isidro con los artistas da origen a Archipiélago, encabezado por Yunior García Aguilar, que llama a una Marcha Cívica por el Cambio, primero para el 20 de noviembre y luego -ante las amenazas del gobierno- para el 15. Los convocantes son perseguidos por la Seguridad del Estado. A Yunior se le ocurre la audaz idea de salir un día antes y precipitar los acontecimientos, pero una turba oficial se lo impide. Al día siguiente, el Gobierno militariza las calles. La convocatoria se frustra. Dos días después, Yunior aterriza en Madrid. Exilio o cárcel, el nuevo patria o muerte, siempre la disyuntiva totalitaria.
las últimas sentencias conocidas a los detenidos del 11-J mantienen condenas de cárcel draconianas para ciudadanos anónimos cuyo único delito fue salir a la calle a pedir libertad («subvertir el orden constitucional vigente», lo llama la prevaricada justicia cubana). En Cuba, la ley es represiva, pero además se aplica por consigna. En Cuba, Piero Calamandrei perdería la «fe en el derecho».
Sin embargo, los gestos de protesta se multiplican. 'Patria y vida' expresa lo que todos saben: el emperador está desnudo. Los últimos, Amelia Calzadilla, una madre desesperada que difundió por Facebook la imposibilidad de criar a sus hijos (sin gas, sin luz, sin ropa, con la nevera vacía e inútil), o los estudiantes de Camagüey que protestaron por la inusitada duración del último apagón. ¿Habrá un cambio en Cuba? ¿Se podrá evitar la violencia? ¿Podrán los cubanos desmentir la profecía de Camus? «Es posible tener razón y, aun así, sufrir la derrota, que la fuerza puede vencer al espíritu, y que hay momentos en que el coraje no tiene recompensa». Por lo pronto, nuestro deber es devolverle el sentido a las palabras, la transparencia que pedía Octavio Paz, y llamar al pan, pan, al vino, vino y a Cuba, ese edén subvertido por las mentiras, dictadura.
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