Ha pasado casi un año desde que las calles de Cuba estallaron en protestas masivas. El 11 de julio de 2021 brindó una gran emoción a los partidarios de la libertad en todo el mundo, y un escalofrío aterrador en la espalda a los gobernantes de Cuba. La dictadura reprimió brutalmente la revuelta y, desde entonces, ha pasado los meses reforzando sistemáticamente su aparato de control político. Como parte de ese esfuerzo, el régimen ha estado deteniendo y castigando a quienes participaron en las manifestaciones, y en el fermento disidente que las precedió. Unas 725 personas están detenidas, según el grupo estadounidense defensor de derechos humanos Cubalex. El 24 de junio, el régimen le impuso duras penas de prisión a dos de los líderes más conocidos del movimiento, Maykel “Osorbo” Castillo y Luis Manuel Otero Alcántara.
Sin duda, el régimen cubano ha propinado estos castigos asumiendo que recibirán poca atención o condena de un mundo que está distraído por la guerra en Ucrania, la inflación y otros problemas graves. Con más razón entonces debemos dedicar un momento a comprender la naturaleza de las protestas de estos hombres valientes, y la razón por la que la dictadura las encuentra particularmente amenazantes.
Como muchas de las personas más oprimidas y alienadas de Cuba, tanto Castillo como Otero son negros. Ambos provienen de realidades económicas humildes. Ambos han forjado carreras innovadoras en la cultura popular cubana: el primero es rapero; el segundo es artista de performance y escultor. Y ambos han expresado de forma desafiante su resistencia al régimen a través del arte.
Otero es uno de los fundadores del Movimiento San Isidro, creado en 2018 por periodistas, académicos y artistas para protestar contra la creciente censura. Junto a otros artistas cubanos negros en el exilio, Castillo y Otero participaron en el video musical del himno a la libertad “Patria y vida”, el cual se hizo viral en febrero 2021. La canción, una pegadiza e inteligente modificación del eslogan del régimen “Patria o muerte”, ganó el premio a la canción del año en los Latin Grammy. El 11 de julio, su letra estaba en la boca de muchos que se sumaron a las protestas.
El régimen está actualmente vengándose de este devastador golpe a su imagen internacional. Tras haber sido golpeado de manera salvaje por agentes de seguridad del Estado dos meses después de la publicación del video, Castillo, de 39 años, fue arrestado en mayo de 2021 y ha estado en prisión desde entonces. La sentencia de nueve años que acaba de recibir fue por delitos difusos como “desacato” y “difamación de instituciones y organizaciones y de héroes y mártires”, así como “atentado”, en aparente referencia a sus intentos por eludir a la Policía. Otras tres personas fueron castigadas por ayudar a Castillo a resistirse al arresto, incluido un hombre que fue sentenciado a cinco años de prisión. Otero fue condenado a cinco años por delitos fabricados similares, así como por “ultraje a los símbolos de la patria”, en aparente referencia al uso de la bandera cubana en sus performances.
Esta reciente y grave violación de los derechos humanos reivindica la negativa del presidente de Estados Unidos, Joe Biden, a permitir la asistencia de Cuba a la reciente Cumbre de las Américas; debería avergonzar a los gobiernos latinoamericanos, liderados por México, que protestaron por esa exclusión. Cualquier régimen que encarcele a artistas pacíficos merece toda la condena que el mundo pueda reunir.