Mientras buena parte del mundo celebraba en las últimas semanas el Orgullo y los avances sociales logrados en años recientes, la comunidad LGBT Líbano volvía a estar en el punto de mira de las autoridades, con las reuniones entre miembros del colectivo siendo prohibidas y activistas homosexuales hostigados.
Estas medidas han alarmado a una comunidad que ya había perdido varios de sus lugares de reunión, destruidos durante la explosión del puerto de Beirut en 2020, y con buena parte de sus integrantes en el exilio debido a la dramática situación económica que atravies el país y las condiciones de vida draconianadas para las personas diversas.
A finales de junio, el Ministro del Interior del Líbano, Bassam Mawlawi, pidió a las fuerzas de seguridad locales “tomar de inmediato las medidas necesarias” para acabar con eventos “que promuevan la perversión sexual”, en alusión a las actividades de la comunidad LGBT por el mes internacional del Orgullo.
“Es muy intimidante y aterrador ser una persona gay en el Líbano en este momento”, dijo Tarek Zeidan, director de la asociación Helem, considerada el principal grupo árabe que defiende los derechos de las personas LGBT. “Tememos que esto sea una señal de una nueva serie de intentos de imponer los derechos individuales, civiles y políticos de las personas LGBT”, agregó.
Líbano, un mosaico de 18 comunidades religiosas cristianas y musulmanas, fue durante muchos años considerado uno de los países más liberales de Medio Oriente con respecto a la homosexualidad. Sin embargo, las instituciones religiosas siguen teniendo una influencia importante en los asuntos sociales y culturales, y el ascenso del grupo terrorista y pro-iraní Hezzbollah en la política local y el Parlamento aumentó la hostilidad contra el colectivo LGBT, revirtiendo la relativa tolerancia que primaba.
En el último tiempo, la Policía ha allanado clubes nocturnos y otros lugares frecuentados por la comunidad LGBT, y algunas de sus reuniones son prohibidas o canceladas periódicamente debido a amenazas. Pero el endurecimiento de la represión por parte del gobierno, visto como “ilegal” por los grupos de derechos humanos, asesta otro golpe a la comunidad.
Una ausencia total de protección de derechos
Al igual que muchos libaneses, y frustrados por la hostilidad por razones de orientación sexual e identidad de género, miles de personas LGBT se han sumado al éxodo hacia el extranjero en el últimi tiempo, aislando aún más a las personas del colectivo LGBT que quedan en el país.
En 2018, un fallo judicial que declaró que las relaciones sexuales consentidas entre personas del mismo sexo no eran ilegales dio esperanza a la comunidad LGBT que las cosas podían comenzar a cambiar, pero la homosexualidad aún puede ser castigada por la ley.
La última decisión del Ministerio del Interior “realmente exacerba ese sentimiento de miedo” de vivir en el Líbano, dice Zeidan.
Los activistas anti-LGBT han reaparecido con más fuerza pidiendo al Estado que continúe tomando medidas enérgicas contra la comunidad, y se han realizado conferencias sobre los “riesgos” de la homosexualidad, así como otras recomendando las terapia de conversión, prohibidas en buena parte del mundo occidental en los últimos años.
Rasha Yunes de Human Rights Watch denuncia la decisión de junio, protestando por una “ausencia total de marco legal” y “un precedente peligroso”. En el mismo sentido, la Coalición en Defensa de la Libertad de Expresión en el Líbano condenó lo que llamó una “persecución” de la comunidad LGBT por parte de autoridades locales.
Los activistas dicen que han recibido llamadas telefónicas de agentes de la ley “dejando en claro que están monitoreando sus cuentas de redes sociales”, señaló Younes.
La semana pasada, activistas LGBT se vieron obligados a cancelar una sentada prevista frente al Ministerio del Interior debido a amenazas de muerte.
Antes de la decisión del ministerio, un grupo cristiano que se hace llamar ‘Soldados de Dios’ transmitió en vivo un video de sus miembros destrozando un letrero en Beirut decorado con flores con los colores de una bandera del arcoíris, un símbolo de la comunidad LGBT que se había colgado por las celebraciones del Mes del Orgullo.