MARTHA STRADA
ÚNICA, DIGNA, IRREPETIBLE
La diva enigmática, misteriosa, irreverente, la que nunca hizo concesiones ni conoció la cobardía, la primera baladista de Cuba, inimitable y colosal cantante Marta Oliva Agrandes Concepción, conocida por todos como Martha Strada, había nacido en La Habana en 1927, en sus inicios no pensaba ser artista, pero con esa hechizante prestancia y personalidad que la acompaño hasta su muerte, no podía ser de otra manera. La mítica Strada iniciaría sus estudios de canto con la prestigiosa soprano y maestra rusa Mariana de Gonitch, emigrada al llegar la revolución bolchevique, para más tarde radicar en La Habana, la Strada poseía una peculiar y potente voz de mezzosoprano que la eminente maestra le cultivaría, sobre todo, trabajándole los registros graves, y así la presentó en 1960, tras concluir sus estudios de guitarra.
En ese momento las condiciones sociales y las modas de la época la derivaron hacia los géneros ligeros, fue ella quién introdujo la balada en Cuba, con la singularidad de su estilo personal, el cuál se sentía desgarrado, profundo, melancólico y de gran dramatismo, lo que conseguía con la cubanización de canciones italianas o francesas, como "La tómbola", "Viento", "Venecia" o "La mamma", las que que cantaba en traducciones al castellano, convirtiéndolas todas en muy famosas bajo su propio sello. También entre sus grandes éxitos estaba "Días como hoy" y "Sésamo", la primera de la autoría de Margot Samuell, aunque muchos decían que en realidad la exitosísima composición pertenecía a su creación, pero sin la menor duda, su himno de presentación o bandera interpretativa fue "Abrázame fuerte" estrenada por su voz en 1965, la que se convirtió en un himno transgresor de la noche del cabaret habanero de los primeros años sesenta y de la bohemia nocturna.
El momento de su primera gran frustración, entre muchas que sufrió, fue cuando el más importante empresario del "Teatro Olympia de París" viaja a La Habana para oírla, pretendiendo contratarla para la prestigiosa sala parisina, pero las autoridades cubanas no la dejaron salir de la isla. Aunque siguió cantando, a partir de la mal llamada Ofensiva Revolucionaria de los años 1967 y 1968, su nombre fue quedando oscurecido y marginado, cuándo gozaba de una fama y popularidad sin precedentes, ocupando los primeros lugares de preferencia en todo, radio, televisión, teatro y cabaret, posteriormente, un accidente la llevaría varias veces al quirófano y eso terminaría alejándola de los escenarios ya en los años ochenta.
La Strada o La Divina, como era conocida desde sus días de éxito en las grandes producciones de Tropicana, pasó del gran cabaret a la sala más íntima del night club, decían que se parecía a Anna Magnani, en lo personal considero era cierto, ella lo cultivaba con la enorme legión de admiradores que la seguía de escenario en escenario mostrándole una fidelidad abismal, eso sí nunca le faltó hasta su muerte. También se presentaba bajo el marchamo de "declamadora poética", y era una pasional recitadora de Rafael Alberti, García Lorca, Antonio Machado y César Vallejo, lo que volvió a hacer con gallardía en Miami en 1996 en un memorable concierto en el teatro de Bellas Artes, donde cantó y recitó sus clásicos temas.
La descomunal artista era contemporánea, años más, años menos, de Elena Burke, Olga Guillot, Gina León y Freddy, entre todas ellas, fue también la que debutó más tarde, siendo probablemente la última gran diva de un género nocturno, vividor de intensidades y adscrito a un sentido de la música vocal popular que languidecía. Tras la gran producción en Tropicana "Los romanos eran así", creada musicalmente por "Meme Solís" a principios de los años setenta, dónde Martha aún conseguía arrastrar a su público hacía una total apoteosis, show diseñado para la diversión que conlleva el cabaret. Martha Strada, hasta su tardío exilio de la isla, vagó por clubes pequeños y no volvió a grabar ningún disco, solo los que había hecho entre 1965 y 66, un long-play y dos 45 rpm, y su mito inspiró mucha leyenda y literatura.
Ella fue el ejemplo exacto de una artista que jamás permitió ser doblegada ni hacer una u otra concesión, fue contestaría e irreverente hasta su final en la isla, como tal vez, ningún otro artista cubano de su generación, exceptuando los que emigraron al principio de la revolución, como Guillot, Blanca Rosa Gil, Minín Bujones etc.Todos cayeron en la trampa antes de optar por salir de Cuba, ella pagaría un alto precio por eso, no tuvo adulación hacía nadie poderoso, no se vistió de miliciana para conseguir programas de televisión, no asistió a eventos programados para festejar fechas, aún así, no pudo salir del país hasta principio de los años 90s, exactamente salió de Cuba en 1992, nunca se lo hubiesen permitido, como sucedió con lo contado en esta reseña anteriormente, no le concedieron el derecho para brillar en París bajo la dirección del empresario más famoso del momento del país galo, Serge Gainsbourg, verdaderamente ahí comenzaría su calvario.
Hasta la llegada de los sucesos del Mariel, cuando muchos aprovecharon para hacerlo, a pesar que su hijo mayor, Raúl Miranda, con el mismo nombre de su padre, ya vivía en Los Estados Unidos, el otro, Manuel Miranda, estaba preso por asuntos políticos, sintió que no podía abandonarlo, siguió sumida en el maltrato e incomprensión. Cultura sabia que en cualquier lugar que se presentase era llenó total, fuese cabaret o teatro, eso no importó, como artista fue mancillada hasta el paroxismo, como quizá no ocurrió con nadie tan famoso como era MARTHA STRADA, de quién algún día alguien contará toda la verdad, a quién la muerte la pilló de pie en marzo del año 2005, vestida de negro como solía hacer, con su mayor dignidad y elegancia posible. Ver menos
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