JUAN DIEGO RODRÍGUEZ Y JUAN IZQUIERDO
Desde el balcón, Yudineya veía pasar cada día a decenas de vendedores de pan y galletas en su barriada de Los Sitios, en La Habana, pero desde hace semanas prácticamente han desaparecido. El desabastecimiento de harina de trigo ha golpeado duramente a las panaderías privadas y puesto también en jaque a las estatales.
Por décadas, el "pan con algo" ha sido el apoyo alimentario fundamental en las casas cubanas. Desde el elaborado bocadito de jamón y queso hasta el más pobre pan con aceite y sal, las meriendas de los estudiantes y trabajadores dependen en grado sumo de ese producto horneado que ha ido desapareciendo en las últimas semanas.
"No sé qué nos vamos a hacer cuando el niño empiece en la escuela", cuestiona Yudineya, de 38 años y con un hijo que en septiembre comenzará el segundo grado de primaria. "Lo que mi hijo lleva siempre para merendar es pan con lo que aparezca pero ahora ni eso", explica.
En Nuevo Vedado, una vistosa panadería particular que hasta hace poco ofrecía bolsas del llamado "pan de bola", además de flautas de corteza más dura, baguettes y cangrejitos, ahora solo ofrece maní tostado y merenguitos de clara de huevo. "No estamos sacando pan porque no tenemos nada de harina", justifica el empleado. "Las ventas han caído mucho y si seguimos así tendremos que cerrar".
Pero no solo las panaderías están sintiendo el golpe del desabastecimiento de harina de trigo. Los negocios que basan sus ofertas gastronómicas en pizzas y sandwiches también se la están viendo negras. "Vendíamos unas bolsas con 10 bases de pizzas en 300 pesos pero ahora ese mismo paquete lo hemos tenido que subir a 500", reconoce el mensajero a domicilio de La Paloma, un comercio privado en Diez de Octubre.
Frente a la panadería de Carlos III, una de las pocas que aún vende pan liberado, comienzan a recalar ancianos, impedidos físicos, muchachos, madres y toda clase de personas. Ni la edad ni los numerosos achaques eximen al cubano, que debe defender su lugar en la cola como si estuviera en una fortaleza sitiada.
Una empleada anuncia que dentro de poco venderán unos cuantos palitroques. Lo que en la gastronomía criolla solía ser un panecillo largo y crocante, en el socialismo asume la definición del diccionario: "palo pequeño, tosco y mal labrado".
Invocando fuerzas que no tienen, los maltratados cubanos que esperan alcanzar un palitroque corren en estampida a ocupar su sitio. "Total", lamenta una mujer, "lo que nos toca es un 'buchito' de palitroques por persona".
Una vez comprados y empaquetados los "palos toscos", la multitud recupera su lugar en la sombra. Deben seguir esperando: dentro de una hora, suponen, sacarán una exigua cantidad de pan de ajo.
"La cosa se pondrá peor", pronostica una empleada de la panadería. "A partir del 1 de septiembre nadie que no sea de este consejo popular puede comprar pan aquí. En cada lugar, según nos han dicho, debería haber un establecimiento que se ocupe de la gente en esa zona".
La escasez de harina ocupa los rumores, las notas en el periódico, el pánico al hambre cotidiana y los comentarios sobre el inminente curso escolar. Asusta a las madres y agobia a los jubilados, habituados a una ración espartana de pan y agua con azúcar.
Un audio circulado en redes sociales, atribuido a un directivo de Comercio, informa en susurros y a quien quiera escucharlo que no habrá más harina. "Ni para hospitales ni para la defensa", dice la voz anónima. Se ofrecerán algunos sacos para el pan normado y otros a las prisiones, cuya tranquilidad no se puede arriesgar.
El motín de reclusos, en un país donde cada noche puede estallar una protesta, se ha vuelto uno de los temas predilectos para debatir durante el apagón y los juegos de dominó.
" Hoy en mi desayuno solo pude comerme un pan duro que traje de la Habana hace varios días", escribió en sus redes sociales Kenny Fernández Delgado, uno de los sacerdotes habaneros que más incomoda a la Seguridad del Estado.
Fernández fustigó al "comunismo", que "me quitó la carne de res desde antes de nacer", la "leche a los 7 años" y ahora incluso "el pan 'liberado' cayó preso". "Quítenmelo todo y ya", zanjó el sacerdote, "como le hicieron a Jesucristo el viernes Santo, porque así sabré que está más cerca el Domingo de Resurrección".
El Gobierno, como es habitual, utilizó al periódico Granma para "reescribir" la alarmante realidad de la Isla. "No hay afectaciones en la producción y distribución del pan de la Canasta Familiar Normada y de la Cadena Cubana del Pan", aseguró el medio, citando una nota del Ministerio de Comercio Interior.
Admitió, no obstante, las "dificultades para la importación de trigo", atribuidas al bloqueo, las "limitaciones financieras" de Cuba y la "crisis logística internacional". El reporte concluyó "tranquilizando" a los sectores vulnerables de la población, aparentemente salvados de la escasez.
Mientras, el reportero oficialista Lázaro Manuel Alonso intentaba conciliar la ficción oficial con la realidad: "Señores, paren ya con las interpretaciones", exigió en Facebook, apoyando la versión de Granma.
Sin embargo, según debió admitir en la misma publicación, "sí han existido dificultades con la elaboración del pan por la falta de electricidad, que no tiene que ver con el abastecimiento de las materias primas para la producción". Sin importarle las contradicciones dentro de su propio mensaje, pretendió zanjar como "falso" el rumor de escasez que "han compartido algunos usuarios en redes sociales".
La "crisis del polvo blanco", como algunos cubanos han comenzado a llamarla, mantiene en vilo a los productores particulares. Las dulcerías han reducido sustancialmente su oferta, mientras los precios de cualquier empanada, confitura o pastel, por escuálidos que sean, van en aumento.
De la simbólica mesa del cubano van retirándose no solo la harina, sino también los huevos, el azúcar, el aceite y los demás ingredientes de la repostería familiar. También se han ido las carnes, las frutas y ahora, por último, la cesta del pan.