Para un hombre heterosexual sentirse
atraído por un hombre no modifica su orientación
Cada vez más, las personas heterosexuales se animan a probar otros cuerpos deseantes. La aventura suele quedar en un “toco y me voy” o puede continuar con contactos esporádicos.
Sexoflexibles:
Qué significa y por qué cada vez más personas se animan a probar
Personas heterosexuales y homosexuales se animan a estar con otros cuerpos deseantes por fuera de su orientación de base, pero sin cuestionarla. De qué se trata
El imaginario social heterosexual intuye que las otras orientaciones (homosexual, bisexual, pansexual) deben tener contactos eróticos similares a sus prácticas, como si la erótica hetero fuera el modelo para seguir. Se espera que entre la heterosexualidad y las otras formas de atracción existan más semejanzas que diferencias.
Para esta creencia heteronormativa muy extendida y poco cuestionada, tener relaciones con personas del mismo sexo supone una adaptación, una especie de simulación, un “cómo sí”, que se asemeje al erotismo heterosexual cuando en realidad el erotismo homosexual es diferente, incluyendo las formas de atracción en la conquista amorosa. La apertura actual lleva a que aparezcan ganas de probar, de curiosear, de aventurarse a prácticas sexuales con personas del mismo o de diferente sexo/género.
Cada vez más, las personas heterosexuales se animan a probar otros cuerpos deseantes. La aventura suele quedar en un “toco y me voy” o puede continuar con contactos esporádicos.
El concepto de heteroflexibilidad se impone en este momento del siglo como una de las prácticas más comunes entre los jóvenes, además de que hay adultos heterosexuales que hace tiempo se animan y sin embargo sus escarceos sexuales aún no tenían nombre. Heteroflexibles define a aquellas personas que tienen contactos eróticos con personas del mismo sexo/género sin modificar ni cuestionar su orientación sexual de base, igual concepto se aplica para las personas homosexuales que tienen contacto con personas heterosexuales, llamándose en este caso, homoflexibles.
Una de las características que definen la flexibilidad sexual es la “curiosidad”, las ganas de entrar en otros terrenos con la finalidad de obtener placer, de querer saber. A veces el contacto surge en forma inesperada para terminar en un contacto erótico. Otras veces, es primero la fantasía hasta que se da el momento y la persona adecuada para dar rienda suelta al deseo.
Salir del closet heterosexual
El término heteroflexibles se está haciendo cada vez más popular y ya forma parte del vocabulario de muchos jóvenes y de adultos que, quizá, desde hace tiempo era otra forma de expresión de la sexualidad, pero no tenía un nombre que la definiera. En estos momentos las prácticas heterosexuales están siendo menos encorsetadas y necesitan cambios para estar a la altura de las circunstancias del siglo XXI.
La sexualidad hétero deja su closet estanco y se abre a la curiosidad, la prueba, la aventura, la osadía, la duda, las infinitas formas de acceder a un placer más amplio. La elasticidad en las conductas sexuales lleva a apropiarse del cuerpo y de los instrumentos subjetivos para continuar siendo, es decir para estimular y alimentar la identidad. Si hasta hace poco tiempo las conductas heteroflexibles eran secretas o limitadas a la marginalidad, hoy esos contactos se transforman acciones genuinas y pasibles de ser mostradas y compartidas.
Si hablamos de los beneficios de estas conductas abiertas, también tenemos que citar algunos aspectos negativos para tener en cuenta. Animarse a entrar en otras eróticas supone seguir las ganas y el deseo de hacerlo y de ninguna manera debería ser una experiencia para sufrir. La hetero como la homoflexibilidad no pone en duda la orientación de base, en la que uno se siente más cómodo, ni la atracción ni la nueva experiencia sexual modifican el proyecto sexoafectivo que la orientación dirige.
Para un hombre heterosexual sentirse atraído por un hombre no modifica su orientación, solo que siente que se puede excitar y sentir cosas por ese hombre, ídem para una mujer o para una persona homosexual. Las reglas de la atracción entre los cuerpos son tan profundas, complejas y variadas que los limites estancos de “lo que debe ser” no pueden acallar. Ni los reproches, ni la angustia, ni la duda, deben empañar la osadía de la flexibilidad sexual; tampoco si se está en pareja y se abre la posibilidad de abrirla, cada uno puede elegir con quién estar, si con un hombre o con una mujer.
He asistido a parejas decididas a abrir la relación y, apenas uno planteó la posibilidad de hacerlo con un partenaire del mismo sexo, la idea fue descartada descubriendo muchos prejuicios. Cuestión parecida surge cuando la cama heterosexual se abre a tres con la condición de que la tercera sea una mujer y no un hombre. Estos ejemplos demuestran que la libertad sexual suele ser una mera apariencia que encubre los prejuicios de siempre. La libertad sexual que muestran los medios de comunicación y las aplicaciones no va de la mano de los cambios en las creencias que están muy arraigadas. Mucha moda y poca convicción.
Y hablando de otros riesgos para tener en cuenta supone que la apertura sexual debe ir acompañada con los cuidados no solo afectivo/emocionales sino también físicos. Las infecciones de transmisión sexual están aumentando, así como también los embarazos no deseados. Tampoco hay que olvidar que estas prácticas abiertas deben ser consensuadas y de ninguna manera una persona debe sentirse obligada a hacerlo para complacer al otro, por obligación o coerción, esto es un acto de violencia.
La flexibilidad sexual no es una orientación, es un permiso para probar otras eróticas saliendo de la orientación de base, en cambio la bisexualidad se considera una orientación en sí misma. La persona sexo flexible, ejemplo una mujer heterosexual sabe que se excita y puede convivir con un hombre, sin embargo, si se da la oportunidad, puede sentir placer al estar con una mujer.
En cambio, la persona bisexual tiene la capacidad de base para estar tanto sexual, como afectivamente con un hombre como con una mujer. La bisexualidad no está definida solo por la atracción sexual, sino por la doble posibilidad de tener una vida en pareja y un proyecto en común. La bisexualidad no es “dónde pones tu sexo, sino dónde pones la capacidad de amar”.
Por qué hombres ‘hetero’ tienen sexo con otros hombres
No les llame gays, llámelos heterosexuales flexibles. Están tan seguros de su identidad que no les importa de vez en cuando experimentar cosas diferentes.
Sí, ha leído bien: hombres que tienen sexo con otros hombres y no son homosexuales. Resulta más habitual de lo que algunos puedan pensar. La cosa es bien simple: un hombre heterosexual conoce a otro (en un bar, a través de una red social de contactos, da igual cómo) y deciden darse un revolcón. Es más, lo encuentran satisfactorio. Después, cada uno sigue con su vida perfectamente hetero, sin que el encuentro les haga dudar de su orientación. ¿Qué mueve a algunos varones a estas prácticas? Y, ¿por qué es incorrecto catalogarlos como gais?
En nuestros días, la aceptación de la diversidad sexual es mucho mayor que en el pasado. “A medida que hay una mayor tolerancia todos salimos un poquito de nuestros armarios”, sostiene Joan Vílchez, psicólogo clínico, psicoterapeuta y sexólogo. “Hombres que no acaban de sentirse muy satisfechos pueden tener la ocasión de tener relaciones con otras mujeres, con un hombre o probar ciertas prácticas que en otros tiempos estaban más censuradas”. Para Juan Macías, psicólogo especializado en terapias sexuales y de pareja, “conceptos como heteroflexible o heterocurioso están permitiendo a los hombres explorar su sexualidad sin necesidad de cuestionar su identidad como heterosexuales”. Por otro lado, Internet facilita el contacto, que puede ser virtual o físico.
A los especialistas les parece lo más natural del mundo, parten de la premisa de que una cosa es la orientación sexual de un individuo y otra las prácticas que este lleve a cabo. “La orientación sexual”, explica Macías, “está construida socialmente, son categorías rígidas y excluyentes, con implicaciones que afectan a la identidad individual y social”. Forzosamente, uno debe encajar en alguna de estas tres clasificaciones: heterosexual, homosexual o bisexual. En cambio, “la práctica sexual es más flexible y más libre, es un concepto descriptivo. Se abre un espacio tremendamente sano en el que la exploración del deseo se libera de la identificación con una orientación sexual”,explica Macías.
Es tan natural que viene de lejos. Que un hombre emparejado con una mujer tuviera un amante no era inusual en la antigua Roma. Por no hablar de las que se montaban en las bacanales. Y jóvenes de todas las épocas han recurrido a pasatiempos de difusa carga sexual. “En la adolescencia es bastante común que haya juegos de cierta genitalización: a ver quién mea más lejos, a ver quién la tiene más grande, hay tocamientos…”, indica Joan Vílchez. “No dejan de ser incursiones homosexuales, pero todavía predomina el modelo heterosexual y se realizan desde la transgresión propia de la juventud”, señala el psicólogo.
Un estudio sobre la discordancia entre comportamiento sexual e identidad sexual realizado por investigadores de la Universidad de Nueva York (EE UU), halló que 131 hombres de los 2.898 analizados admitían tener relaciones con hombres pese a definirse como heterosexuales. En opinión de los expertos, representaban a un 3,5% de la población. Desde hace años, los médicos emplean las siglas HSH para referirse al conjunto de hombres (heteros o gais) que tienen sexo con hombres. Pero, recientemente, ha aflorado otro acrónimo más preciso para definir a este grupo: SMSM (straight men who have sex with other men, hombres hetero que tienen sexo con otros hombres). Portales web como Straightguise.com están consagrados a abordar el tema.
En EE UU se publicó el libro Not gay: sex between white straight men (No gay: sexo entre hombres blancos heterosexuales), en el que la profesora Jane Ward, de la Universidad de California, se hacía este planteamiento: una chica hetero puede besar a otra chica, puede gustarle hacerlo y aun así se la sigue considerando hetero; incluso su novio puede animarla. Pero, ¿pueden los chicos experimentar esa fluidez sexual? ¿O besar a otro chico significa que son gais? La autora cree que estamos ante un nuevo modelo de heterosexualidad que no se define como lo opuesto o la ausencia de homosexualidad. “La educación de los hombres ha sido bastante homofóbica. Se les ha hecho creer que es antinatural tener esos impulsos hacia otros hombres”, explica Joan Vílchez.
Las motivaciones, como es lógico, son múltiples. El perfil más extendido es el del explorador sexual: aquel a quien le gusta probar cosas nuevas. “Experimentar una relación homo le resulta novedoso, y aunque le gustase no podríamos decir que es homosexual, sino que le gusta esa práctica”, dice el doctor Pedro Villegas, médico de familia y sexólogo. El psicólogo Joan Vílchez comparte esa idea. “Está muy de moda la bisexualidad, y en realidad todos somos bisexuales: si cierras los ojos te costaría identificar quién te está acariciando, si es un hombre o una mujer. No hay un hombre que sea cien por cien homosexual ni cien por cien heterosexual”, sentencia.
Otra de las causas es cierto desencanto con las mujeres, frecuente después de algunas rupturas matrimoniales. Joan Vílchez lo explica: “Cuando una pareja heterosexual está en crisis es habitual que algunos hombres sientan que no se entienden con las mujeres, que son incapaces de llevarse bien con ellas y es como que miran para otro lado. Se produce una especie de regresión, se vuelve a un estadio anterior en el que con los hombres se sentían bien juntos, como en la adolescencia. En muchos casos es una necesidad afectiva que sexual real”.
De hecho, para este especialista, a veces estas relaciones eróticas esconden una necesidad de afecto que el hombre no está acostumbrado a expresar: “En los hombres hay mucha tendencia a genitalizar. Entre la cabeza y los genitales tenemos el corazón, que representa los sentimientos, y las tripas, que simbolizan los comportamientos más viscerales y las emociones más intensas, y es como si los hombres hubiéramos aprendido a hacer un baipás: pasamos de la cabeza directamente a los genitales sin acabar de vivir las emociones. A las mujeres, por tanta represión de su sexualidad y miedo al embarazo, les ocurre lo contrario: les cuesta mucho genitalizar. Para un hombre a veces es más fácil hacer eso que descargar emociones más sutiles o decirle a otro hombre: ‘Es que me siento inseguro, tengo miedo, me siento débil, no sé lo que quiero”.
Entre los hombres heteros que se acuestan con hombres también hay muchos narcisistas. “Es aquel a quien le gusta que se fijen en él. Se da mucho en los gimnasios: le agrada despertar admiración y no le importa que provenga de hombres o mujeres”, apunta Eugenio López, psicólogo y sexólogo. Otros simplemente tienen ganas de ligar y acuden a garitos gais de sexo duro porque piensan que allí les resultará más fácil.
Hay hombres heterosexuales que se enrollan con hombres porque les gusta; otros, porque no les queda más remedio: pensemos en aquellos privados del contacto con mujeres durante largas temporadas (¿eran gaYs los protagonistas de Brokeback Mountain?) “El ser humano se rige por sus pensamientos”, razona Eugenio López. “Y si cree que está perdiendo su sexualidad por la falta de una mujer, puede reafirmarla con otro hombre. Suelen empezar con un simple roce”.
Si no hay conflicto, no hay problema
Algunos de estos nuevos heterosexuales han podido sentir este tipo de impulsos en el pasado y no se han atrevido a dar el paso. “Luego llegan circunstancias de la vida que se lo ponen ahí en bandeja y deciden vivirlo, pero eso les genera un conflicto porque por una parte les proporciona placer pero por otra amenaza un poco su estatus y su imagen: ‘¿Soy o no soy?’, se preguntan”, comenta Joan Vílchez. También pueden sentirse confundidos aquellos que llegan al SMSM por la carencia de una figura paterna positiva en su infancia: “A veces, para reforzar su masculinidad, se integran en actividades ‘de hombres’ (fútbol, gimnasio) o tienen contactos sexuales con otros hombres, aunque lo que buscan es sobre todo comprensión y cariño”, agrega Vílchez. Los psicólogos están de acuerdo en que su intervención sobra, siempre que estas experiencias no provoquen un conflicto en el sujeto. “Si a él no le está fastidiando, ahí no hay nada que tratar”, concluye Pedro Villegas.
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