COMITÉS DE DEFENSA
DE SOPLONES Y CORRUPTOS EN CUBA
Llamémosle Tomás, un moreno de casi seis pies reincidente en delitos de carterismo, robo con fuerza y asalto para quitarle la ropa o el dinero a cualquier transeúnte. En 2005, una brigada de búsqueda y captura de la policía fue a detenerlo en plena madrugada mientras dormía en casa de su madre, a donde había ido a esconderse aprovechando el paso de un huracán por La Habana. Los vecinos del barrio recuerdan el suceso como si fuera la escena de una película de Hollywood.
Un vecino comenta: “Tomás es un tipo siniestro. En el argot delincuencial hay un código no escrito que dice que donde se come (se vive) no se caga (se roba). Desde muchacho siempre estuvo preso en reformatorios para menores de edad. Lo mismo le quitaba un par de zapatos a un joven a la salida de una discoteca que se subía en la guagua y le cartereaba el bolso a una anciana. Aquella noche vinieron a buscarlo dos carros del DTI y un patrulla policial. Tomás quiso fugarse por la azotea y se armó tremendo tiroteo, pues tenía un arma de fuego. Hasta intentó secuestrar a un vecino que vivía en su pasillo. Después de capturado fue condenado a 15 años de prisión. Cumplió solo 6años. Cuando salió del tanque (cárcel) siguió en sus andanzas. No sé de qué forma consiguió un trabajo en una bodega y muchos creen que se reformó. Nada de eso. Chivatea para la policía a cambio de cierta impunidad. Ahora roba bajo un manto legal”.
Hiram, quien ha estado preso doce de sus 35 años, cuenta que ese modus operandi es habitual en el bajo mundo. “En el argot callejero le llaman ‘tecnología moderna’. Trabajan con la policía, delatan unos cuantos hechos delictivos y por la izquierda siguen fachando (robando). En las prisiones hay montones de reclusos que son informantes. Lo hacen a cambio de un pabellón conyugal, raciones extras de comida o un trabajo en la cocina o la enfermería de la cárcel”.
Richard, un tipo cuya segunda casa es la prisión, relata su experiencia como informante. “Desde adolescente estuve en una banda que robábamos en iglesias y en viviendas de familias con alto nivel de vida. Un oficial del DTI me reclutó como informante. Delataba a los banqueros y recogedores de bolita, a los que robaban en empresas del Estado y por eso no me molestaban. También a la Seguridad del Estado le interesaba que le diera información de opositores de la zona que yo conocía. Al final, cuando dejas de serles útil, te vuelven a meter preso”.
Un funcionario de comercio interior reconoce que una parte importante de los empleados de esa institución han cumplido sanciones penales. “Algunos se han reformado, pero la mayoría son personas vulgares y agresivas, que aprovechan su puesto de trabajo para robar y hacer dinero. Suelen ser guapetones e intimidar a las personas. Van escalando posiciones en contubernio con funcionarios de la empresa que son crápulas de cuello blanco. Desde hace mucho tiempo en comercio interior, desde los almacenes, a los camiones que reparten mercancías en bodegas, mercados, cafeterías, restaurantes y centros nocturnos, son manejados por auténticos carteles mafiosos. El administrador de una pizzería, por ejemplo, además de una pluma fiable (contador) que enmascare el robo, necesita a un matón para que los trabajadores lo respeten”.
José, hoy residente en Estados Unidos, aporta más detalles. “Parte de mi adolescencia me la pasé preso. Un amigo que era administrador de un restaurante estatal me puso a trabajar de ayudante de almacén. Con el tiempo fui jefe de almacén y luego administrador de un restaurante. El robo, malversación y otros tipos de delitos es lo más común en comercio interior y en el turismo. Luego de cumplir el plan de ventas, el resto se repartía entre el administrador, el jefe de almacén y el contable. Estamos hablando de miles de pesos diarios antes de la actual inflación. También teníamos que entregarle semanalmente sobres con dinero al director municipal de gastronomía. Todos se mojan con billetes y víveres, desde el municipio a la ministra o el ministro”, explica y añade:
“Es una cantidad de dinero suficiente para comprarte un automóvil, una casa y mantener a un par de queridas. Se te acercan oficiales de la FAR o la Seguridad del Estado para resolver comida. A un supuesto amigo, coronel del MININT, le regalaba cajas de cerveza, quesos y carne de puerco y en agradecimiento me limpió mis antecedentes penales. Mientras no te pongas a criticar al gobierno no tienes problemas. Varias patrullas de la policía llegaban al establecimiento a venderme carne de res y otros víveres que ocupaban en sus redadas. La corrupción que existe en casi todas las instituciones del Estado es brutal”.
Esa corrupción es un sostén importante para el régimen castrista. Gran parte de las estructura del poder funcionan a golpe de nepotismo y tráfico de favores y mercancías. “Lo peor es que se ve como algo normal. Te doy 30 cajas de cerveza a cambio de 5 galones de pintura o le garantizo la comida a un alto oficial a cambio de poder entrar a centros de recreación de los militares, donde los precios de venta son muy baratos. Gastronomía, comercio interior y turismo son negocios muy lucrativos y mucha gente se beneficia de ese dinero. Y si caes en desgracia y vas preso, si no delatas el entramado de corrupción, te mantienen a la familia y te garantizan que no te falte nada en la cárcel. Cuando sales de prisión te reintegran en un puesto discreto donde no llames la atención”, confiesa José.
Un ex oficial del DTI, subraya que “el sistema político interactúa sin complejos con redes delincuenciales que funcionan en diversos estamentos de la sociedad. El gerente de una gasolinera puede ser el jefe de núcleo del partido comunista y enriquecerse robando gracias a su cargo y muchas personas no lo consideran delito. Incluso esos cuadros (administrativos), como militares de alta graduación, consideran que son prebendas otorgadas por su compromiso y lealtad al gobierno. Ese bloque de funcionarios intermedios y dirigentes del partido, el gobierno, las fuerzas armadas y el Ministerio del Interior, apoyan, o aparentan apoyar al sistema, a cambio de ciertos privilegios que van desde una tarjeta para comprar en divisas hasta poder atenderse en instituciones de salud exclusivas”.
Según el ex oficial del DTI, existe una legión de tontos útiles que de manera consciente o inconsciente respaldan la narrativa del sistema político, participando en determinadas actividades organizadas por el gobierno, como puede ser un acto de repudio o el desfile del 1ro. de Mayo, «simplemente porque trabajan en un organismo donde en menor o mayor cuantía se gana dinero por la izquierda, que por lo general es robando o lucrando con bienes del Estado. Pero también existe un segmento, de la peor calaña, que por oportunismo se asocia a los mecanismos del gobierno simplemente para sobrevivir y participar en la piñata. No te imaginas la cantidad de llamadas anónimas que se reciben en las unidades policiales y en las fiscalías, denunciando a alguien por vivir en una casa confortable o beber cerveza con frecuencia en bares privados. Esas bajas pasiones son aprovechadas por las fuerzas del orden para mantener controlada y dividir a la oposición y a personas que se han enriquecido por su cuenta y abiertamente critican al gobierno. El sistema político en Cuba será muy difícil derribarlo. Miles de personas lucran y viven con holgura gracias a ese modelo corrupto”, concluye.
A diferencia de otros países, a los ministros en la Isla, el Estado les hace llegar cajas con alimentos de calidad, combustible para sus autos y les entregan mansiones climatizadas de la antigua burguesía cubana en zonas donde no se va la luz. Otros como Tomás, ex presidario, se dio cuenta que es más provechoso robar detrás del mostrador de una bodega que asaltando transeúntes en la vía pública. No tiene convicciones políticas ni religiosos. Solo intenta sobrevivir en el manicomio castrista.
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