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General: EL LENTO ASESINATO DE JOSÉ DANIEL FERRER
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Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: administrador2  (Mensaje original) Enviado: 14/09/2022 14:01
 EL LENTO ASESINATO DE JOSÉ DANIEL FERRER
El activista se encuentra detenido desde el 11 de julio del pasado año por intentar acceder al lugar donde se desarrollaban las protestas en su provincia.
 
CAMILA ACOSTA - CUBANET
Semidesnudo, muy delgado, lleno de picadas de mosquitos, con fuertes dolores en un brazo debido a una bursitis, con sangrado bucal y problemas gástricos intensificados, y pese a esto, sin acceso a atención médica o los medicamentos necesarios. Ese fue el estado en el que encontró a José Daniel Ferrer García, líder de la UNPACU, su esposa, Nelva I. Ortega, el pasado 5 de septiembre luego de una visita de apenas 15 minutos en la prisión de Mar Verde, en Santiago de Cuba.
 
El encuentro se produjo tras permanecer 55 días en aislamiento y ante las peticiones de fe de vida por parte de su familia. El activista se encuentra detenido desde el 11 de julio del pasado año por intentar acceder al lugar donde se desarrollaban las protestas en su provincia, un mes más tarde, le fue revocada una condena de cuatro años de prisión que cumplía desde 2020 en reclusión domiciliaria. Este constituye su tercer encarcelamiento por motivos políticos; como las veces anteriores, se niega a arrodillarse ante la dictadura.
 
“(…) solo se alimenta de la jaba que podemos prepararle y le están permitiendo cada 45 días. Sin ver a absolutamente nadie, ningún recluso se puede acercar a él, sin poder tener lápiz y papel ni para solicitar asistencia religiosa. Luego de aproximadamente seis meses sin sacarlo al sol, dijo a Nelva que hace cerca de tres semanas lo están sacando así mismo en calzoncillo, un rato en la mañana”, explicó la hermana del activista, Ana Belkis Ferrer García.
 
Antes de retirarse, su esposa fue amenazada por el oficial de la Seguridad del Estado conocido como Julio Fonseca con extenderle la condena a prisión a Ferrer a más de veinte años en caso de que no aceptara el destierro o no cambiara su actitud desafiante; en su caso, podría visitarlo más seguido si dejaba de denunciar su situación. Desde entonces, la familia no ha vuelto a tener noticias de él.
 
La anterior visita fue el 12 de julio, luego de más de 35 día incomunicado. Y es que esta se ha convertido en una forma de tortura recurrente tanto para él como para su familia. En esa ocasión, la visita fue de apenas un minuto.
 
“Me confirmó que sus padecimientos de salud se han agravado, que constantemente padecía de fuertes dolores de cabeza, sonidos ensordecedores, calambres y parálisis momentáneas, pérdida de la visión, lesiones en las piernas producto de hongos, picaduras de mosquitos y sangramiento en las encías. No le dan la visita bajo la justificación de que viola el reglamento al negarse a ponerse el uniforme de preso común, por eso lo mantienen en ropa interior. Él no debe acceder, en eso y en todo lo apoyo, él ni siquiera debería estar preso, pues no ha cometido ningún delito, es el régimen el que viola, tortura y asesina a las personas de manera inmediata o lenta, como le están haciendo a mi esposo. Desde hace más de un año lo mantienen en una celda preparada específicamente para torturarlo, lo están enterrando en vida, lo están matando lentamente”, declaró su esposa a CubaNet.
 
Cómo quebrantar la voluntad
En 2003, José Daniel Ferrer fue arrestado durante la Primavera Negra de Cuba. Por entonces dirigía el Movimiento Cristiano Liberación y la Campaña a favor del Proyecto Varela en las provincias orientales. Fue condenado a 25 años de prisión, luego de que se le conmutara la pena de muerte. Durante el juicio aseveró: “Estoy listo para morir lo que no sé si ustedes están preparados para fusilarme”, recuerda su hermana. Estaría ocho años preso por negarse al destierro. Fue declarado prisionero de conciencia por Amnistía Internacional.
 
Los diez años siguientes al excarcelamiento no cesaría en su activismo opositor: fundó la UNPACU, y preside el Partido del Pueblo y el Consejo para la Transición Democrática de Cuba. Entre octubre de 2019 y abril de 2020 permaneció detenido e incomunicado. Fue liberado gracias a una Resolución del Parlamento Europeo, no sin antes ser condenado a cuatro años y medio de prisión domiciliaria. Al ser liberado, su deterioro físico evidenció las precarias condiciones en las que estuvo: perdió unos 25 kilogramos. Su testimonio a CubaNet refleja igualmente las torturas que padeció:
 
“Fui arrastrado por el piso irregular en varias ocasiones, me encadenaban pies y manos a menudo, me llagaron a arrastrar y dejar al sol sobre hormigas bravas en varias ocasiones…, es decir, todo cuanto se les ocurría hacer además del encierro en solitario, sin poder escribir, sin poder leer durante cinco meses. (…) Quienes me han visto ahora dicen que parece que vengo de Auschwitz o de Sachsenhausen, o de cualquier campo de concentración nazi.
 
“En aislamiento total, no tenía con quién hablar. La parte más cruda es estar sobre una cama de cemento, de hormigón, es más bien un banco, una especie de asiento con un metro noventa de largo. Allí, sentado sobre eso, muy delgado —huesos por donde quiera, a flor de piel— las 24 horas del día. Durante cinco meses me daban, en horas de la noche, un colchón sucio, apestoso, contaminado de todo tipo de ácaros, con pésima higiene, y me lo quitaban en la mañana. En calzoncillos al principio, luego me permitieron la camiseta y entonces me pasaba todo el tiempo en camiseta y calzoncillos hasta que me ponían el uniforme, a la fuerza, los guardias.
 
“Y en ese encierro en solitario —donde no puedes escribir, no puedes leer, donde no puedes hacer nada— el tiempo se te hace tan largo que un minuto parece una hora, una hora parece un día, un día parece una semana y la semana te parecen meses. El sexto y último mes fue que me permitieron tener sábanas permanentemente, y con eso ya podía cubrirme un poco más los días de frío. Esos días de frío, en una situación de crítica alimentación, muy mal nutrido, con mucha pérdida de peso, un frío terrible, tener que estar caminando, sin apenas tener energías, en un tramo de dos metros y tanto, cuatro pasos para allá, cuatro pasos para atrás, combatiendo las bajas temperaturas de la madrugada. (…) Es decir, una serie de detalles y cosas que, de manera individual, podrían ser insignificantes pero, cuando lo sumas todo, queda un plan para hacerte la vida difícil, imposible, y obligarte a rendirte, intentando quebrar tu voluntad”.
 
Lento asesinato
El 8 de septiembre último, la ONG Human Rights Watch volvió a exigir la liberación del preso político José Daniel Ferrer, quien permanece encarcelado con un delicado estado de salud. A lo largo de catorce meses, varios europarlamentarios, organizaciones y gobiernos como el de Estados Unidos se han unido a este reclamo de libertad, no solo de Ferrer, sino de los más de 1 000 presos políticos que registra actualmente en la Isla Prisoners Defenders (PD). Sin embargo, nada de esto parece frenar la onda expansiva de la represión en Cuba, menos las torturas en las prisiones.
 
Un informe presentado por PD a fines del mes de marzo del año en curso ante el Comité Contra la Tortura de las Naciones Unidas reveló que existen al menos 101 prisioneros políticos en Cuba que han sido sometidos a torturas, tratos o penas crueles, inhumanas o degradantes. La víctima de mayor intensidad de los quince patrones de tortura identificados por la organización es el propio Ferrer, de 52 años de edad, quien estaba recibiendo ataques sónicos constantes, un envenenamiento químico desconocido, y permanecía aislado en una celda de castigo.
 
Según el informe, desde su detención, el activista ha sido sometido además a torturas como la exposición a altas temperaturas y desorientación en celdas sin ventanas ni ventilación, iluminadas 24 horas por una potente luz artificial que, además de provocarle afectaciones en su visión, le dificulta conciliar el sueño. Recibe alimentos en estado de descomposición y es obligado a vestir en ropa interior. Se le ha negado atención médica y comunicación con sus familiares y defensa.
 
Por tales motivos, PD alertaba que Ferrer está siendo asesinado paulatina y lentamente, “su vida e integridad física, psicológica y cognitiva corren grave peligro” y “su degradación física y psicomotriz es paulatina debido a esta tortura constante destinada a asesinarle lentamente”.
 
Se mantiene firme
La entereza de Ferrer rememora la estirpe de los “plantados”, aquellos presos políticos de entre los años 60 y 80 del pasado siglo que fueron condenados hasta a treinta años de prisión, bajo las torturas más inhumanas y en la mayoría de los casos pasando varios años sin poder ver a su familia, y aún así, tras rejas y bajo amenazas de muerte y golpizas, se rebelaban contra el poder de los hermanos Castro negándose a vestir los uniformes de presos comunes y a aceptar los planes de reeducación y trabajos forzados.
 
Ferrer es heredero, además, de la estirpe de los masones cubanos, esos que conspiraron por la independencia de Cuba y contra la dictadura de Batista y luego la de Fidel Castro.
 
Su esposa lo viene acompañando desde hace más de cinco años y aunque —probablemente— su hijo más pequeño, de apenas tres años, permanezca varios años más sin crecer junto a su padre, Nelva lo apoya, denuncia, intenta burlar los bloqueos de Internet, trata de comprar los medicamentos o alimentos que le lleva cada 45 días, pese a que en ocasiones no se los permitan entrar, insiste en saber de él y hasta se planta frente a la prisión. Su amor es fuerte y pesa más que las amenazas.
 
En abril de 2019, la Seguridad del Estado le propuso a Nelva la liberación de Ferrer a cambio de su colaboración, es decir, de convertirse en delatora. Ella no accedió. Al día siguiente, su esposo era liberado gracias a la presión internacional.
 
Por su parte, Ferrer, al ser excarcelado en 2019, luego de seis meses en pésimas condiciones y sometido igualmente a tratos inhumanos y degradantes, afirmó a CubaNet que, pese a la debilidad física, “en cuanto a lo espiritual, a lo moral, vengo con más energías y con más deseos que nunca de potenciar la lucha al máximo hasta alcanzar la libertad y el fin de la tiranía”. Ese mismo mensaje se refuerza en cada visita familiar.
 
Ni siquiera la difamación en medios de prensa oficiales hacen mella a sus convicciones y lucha. Muchos pudieran estar de acuerdo o no con sus criterios políticos o activismo, precisamente ahí radica el ejercicio de la libertad, porque hay disímiles de caminos para llegar a la democracia. Centrarnos ahora en esos cuestionamientos sería como patear a un hombre abatido en la fría losa de su celda; porque si hay algo indiscutible para opositores y oficialistas —aunque estos últimos no tengan la decencia y el decoro de reconocerlo— es su entrega y sacrificios por la libertad de Cuba.
 
El régimen cubano no necesita desaparecer físicamente o asesinar a los opositores políticos, como en las primeras décadas de dictadura. Eso sería demasiado escandaloso. Su técnica, perfeccionada a través de los años, consiste en el asesinato lento y tortuoso, en la degradación física y psicológica como forma de quebrar la voluntad de la persona; ese deja menos evidencia y, aunque no deja de ser igualmente criminal, es más doloroso que un disparo en la sien.
 
En ocasiones me pregunto —quizás Ferrer también lo haga— si vale la pena tanto sacrificio, o si lo merecemos. ¿Cuál es límite del sufrimiento humano? ¿Hasta cuándo vamos a seguir los cubanos soportando la ignominia? ¿Qué más se necesita para que el mundo libre haga más que pronunciamientos públicos y para que los cubanos nos percatemos de que no basta con la mera abnegación? La libertad requiere más que sacrificio. De lo contrario, Ferrer y los 1 016 presos políticos seguirán padeciendo el encarcelamiento a la vista y vergüenza de los pusilánimes.
 



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