En su desesperado intento por sobrevivir a la crisis multisistémica que está a punto de liquidarlo, el régimen cubano ha dado una serie de pasos que, más que estrategia, parecen acrobacia. Su nuevo plan no contempla lo primero que ha de ponerse en práctica en el ámbito económico: una ruta de reformas que reestructuren el modelo a base de libre empresa y libre mercado.
Sí, el régimen ha anunciado que permitirá inversiones en el sector privado. Y también lo ha hecho la Administración Biden, en su política de empoderamiento al pueblo cubano a través de permitir la inversión de empresas norteamericanas junto a empresas privadas de la Isla. Sin embargo, es ingenuo pensar que en Cuba existe un verdadero sector privado.
Para los cubanos de la Isla es imposible abrir empresas de manera espontánea. El sistema no lo permite ni lo promueve. Dichas empresas deben ser aprobadas por varias instancias gubernamentales, y es el Estado el que decide a quién se le otorga el favor, en qué sector y bajo qué condiciones. Los que finalmente resultan autorizados, suelen ser personas afines al Gobierno. Aun así, estas empresas no pueden importar ni exportar productos y servicios de forma directa; para ello deben utilizar empresas estatales que cobran un 20% por la gestión. Más allá, estas entidades "privadas" pueden tener cuentas en dólares, pero solo disponer de ellos para los pagos de los procesos de importación y exportación.
En el sentido inverso, para los cubanos radicados en el exterior, y tras casi 60 años negándoles invertir en el país, el régimen también ha lanzado una fórmula para atraerlos, creando una cartera de oportunidades de unos escasos 60 proyectos que, considera, pueden ser atractivos a la diáspora. Dichos proyectos son patrocinados por los Gobiernos provinciales, y los montos de inversión no superan los 500.000 dólares. Fuera de esto, para los cubanos de la diáspora no hay opción de inversión en el país. De esta manera, pretender atraer a aquellos que en la comunidad empresarial cubanoamericana sueñan y se dejan seducir por quienes los expropiaron, expulsaron o persiguieron políticamente, es una maniobra que fracasará, por mucho que se apoye en la ignorancia, el oportunismo, la bajeza moral, la complicidad o la avaricia de algunos.
El falso sueño americano de invertir en Cuba
Los recientes anuncios hechos por los gobiernos de Cuba y EEUU sobre las opciones de inversión en la Isla sugieren que un nuevo deshielo podría estar tramitándose tras bambalinas. Si así fuera, sería una política errada de EEUU. Sobre todo, a la luz de la experiencia del deshielo anterior y el infeliz final de freno a las reformas, cerco al movimiento de emprendedores y ataques sónicos a diplomáticos. El cliché de que ciertos sectores de la economía cubana —el turismo, la energía, la agroindustria, la producción de alimentos, el sector inmobiliario, la minería, la biotecnología…— presentan atractivas posibilidades de inversión, no es más que eso, un cliché.
Además, los empresarios norteamericanos deben saber que el argumento de que las empresas de Canadá, España, Gran Bretaña, otros países de Europa y de Asia disfrutan de ventajas por "ser los primeros", por conocer el terreno, tener las verdaderas relaciones con el poder y dominar las invisibles reglas del juego que mueven los negocios en la Isla —argumento sembrado por el lobby antiembargo— es otra zanahoria que les hará perder tiempo y capital.
Al hacer una inversión, es obligatorio realizar una valoración exhaustiva del mercado, que permita determinar el nivel de riesgo y, sobre todo, el tiempo de retorno del capital. En el caso de Cuba, las consideraciones a tener en cuenta son obviamente de un grado mayor de dificultad que las que se deben hacer en cualquier otro país, dadas las prohibiciones del embargo y las limitaciones legales que impone la propia dictadura. En este punto, el mercado cubano comienza con una gran desventaja en la dura carrera de atraer inversiones. En términos de libertad financiera, la Isla ocupa el lugar 172 de un listado de 184 naciones. Entre las categorías que se utilizan para evaluar a los países y conformar este ranking internacional están el derecho de propiedad, la libertad financiera, el estado de derecho, la libertad laboral y la salud fiscal.
A esto hay que sumar el deteriorado estado de la infraestructura del país. La matriz energética está colapsada, mas del 70% de la estructura inmobiliaria se encuentra entre regular y mal estado, el transporte público y privado es casi nulo y el que funciona está en ruinas. El país se halla inmerso en una profunda crisis de liquidez, su deuda externa ya casi es la misma que la que tenía cuando logró condonarla en 2015 con varios de sus acreedores más importantes a raíz del deshielo con EEUU, y la economía está sumida en una volátil crisis inflacionaria.
Economistas oficialistas no se esconden para criticar al Gobierno por su mala gestión. El tema de la deuda ha sido manejado como un problema marginal y poco importante. La condonación de 42.089,9 millones de dólares en el 2015 por varios acreedores, entre los que destacan Rusia (29.000 millones), México (340.9 millones), Japón (1.400 millones), China (2.830 millones), Uruguay (35 millones) y el Club de Paris (8.484 millones) fue una oportunidad perdida5. Al respecto, el economista Juan Triana ha expresado: "Lamentablemente fue mal aprovechado, y hemos vuelto a caer en una situación insostenible. La deuda eleva el riesgo país, daña las finanzas y enturbia el ambiente de negocios, eleva el costo financiero de cualquier operación mercantil".
Bajo estas condiciones, lejos de ser un mercado atractivo, Cuba es un mercado de muy alto riesgo. La situación actual de los inversionistas extranjeros en la Isla es caótica y tensa. Muchos no saben qué hacer ante el corralito financiero que les impide repatriar capital. Los que ya tienen un contrato no se deciden a invertir ante la magnitud de la crisis multisistémica. Y los que ya están en el mercado, operan con pérdidas y tratan de producir lo mínimo posible para justificar mantenerse y no perder la inversión.
Conclusiones
La Isla no es ninguna fruta prohibida en términos de oportunidad-inversiones. Esto es solo un mito alimentado por décadas para atraer la inversión extranjera, algo que no ha dado resultado.
Al final del día, cualquier inversión por parte de un empresario norteamericano, aun con el anuncio de la Administración Biden de permitir inversiones en el sector privado (un sector que en la práctica no existe), tendrá que ser escrutado bajo las reglas que determinan el costo de oportunidad. Y el resultado será evidente. Invertir en una dictadura, donde el capitalismo y las leyes que soportan el libre mercado y la libre empresa están ausentes, no es comparable a invertir en una nación democrática, incluso imperfecta, donde exista un sistema de libre mercado, con libertad de precios y separación de poderes. En Centroamérica y el Caribe existen mercados donde sobran las oportunidades con bajo riesgo. República Dominicana, Guatemala, México, Costa Rica, Panamá o Jamaica, entre otros países, presentan posibilidades de inversión en infraestructura, logística, IT, manufactura, producción de alimentos, transporte, turismo, etc.
En cambio, podríamos afirmar que el empresario que quiera ir a suicidarse financieramente a Cuba, tendrá un éxito 100% garantizado. La única forma de invertir en la Isla de manera exitosa y segura será cuando en La Habana exista un Gobierno democrático que promulgue leyes que permitan el libre mercado, la libre empresa y la libertad ciudadana.