Jose Ángel Buesa nació en Cruces, el 2 de septiembre de 1910, municipio que pertenecía a Las Villas y actualmente a la provincia de Cienfuegos. Siendo joven se traslada a La Habana, donde pasa a integrar diferentes grupos literarios y a los 22 años publica su primer libro.
Muchos de sus poemas han sido traducidos a varios idiomas: al inglés, portugués, ruso, polaco, japonés y chino. Otros muchos han sido musicalizados o recitados en unos 40 discos de larga duración.
Fue también novelista y escritor de libretos para la radio y la televisión cubanas, también fue director de célebres programas radiales en las estaciones RHC-Cadena Azul y CMQ. En adelante gana el pan de cada día como trabajador intelectual exclusivamente.
Buesa era un hombre delgado pero atlético, de unos 5’9′ de alto y de facciones muy atractivas. Siempre tuvo suerte con las mujeres, pero le dominaba una necesidad de sufrir sus amores, lo cual se evidencia en sus poemas, debido a que muchos hablan sobre el desamor y el dolor al ser separado de tu amada. Amaba intensamente, pero por poco tiempo.
Antes de enero del 59 era el escritor más leído de la Isla y tenía gran éxito en América Latina, llegando incluso a ganar el Premio Nacional de Literatura.
Su poesía romántica, con un claro tono de melancolía y nostalgia, el cual es apreciable a lo largo de toda su obra poética, que es primordialmente elegíaca logró llegar al corazón del pueblo. Los muchachos se recreaban leyendo sus poemas en los recesos, al igual que las señoritas en la soledad de sus habitaciones.
¿Quién sabe cuántos amores, pasiones, lágrimas y suspiros habrán presenciado sus versos? ¿Puede alguien culpar a sus lectores de pasar la noche en vela, acompañado solamente de esperanzas y uno de sus libros? Porque Buesa logró que un tema como el amor (del que tanto se ha escrito y nada queda por decir) volviese a ser hermoso e inspirador, logró avivar llamas casi extintas y revivir pasiones olvidadas por la rutina.
A pesar de todo, la crítica no lo ha perdonado y lo ha calificado como un poeta menor, monotemático y trivial, aunque hace poco en el país se ha vuelto a reconsiderar su obra, y a publicar sus libros.
De La Habana el poeta viajó a México y de allí a España. Vivió también en El Salvador y en Santo Domingo, donde se radicó definitivamente. Allí trabajó como profesor de Literatura en la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña como Secretario de la Junta Directiva y encargado del área de publicidad y creatividad hasta que cerraron el plantel donde trabajaba y quedó desempleado
Murió pocos años después, el 14 de agosto de 1982. En el poema que dedica a su madre, Buesa refleja claramente el sufrimiento causado por haber tenido que abandonar su tierra natal. Aparentemente estuvo enterrado en Santo Domingo durante unos años, pero un grupo de fanáticos puertorriqueños consiguieron, con la anuencia de su viuda, que sus restos fueran llevados a Miami, donde ahora descansan.
Sus principales obras son:
La fuga de las horas (1932), Misas paganas (1933), Babel (1936), Canto final (1936), Oasis, Hyacinthus, Prometeo, La Vejez de Don Juan, Odas por la Victoria y Muerte Diaria (todas de 1943), Cantos de Proteo (1944), Lamentaciones de Proteo, Canciones de Adán (ambas de 1947), Poemas en la Arena, Alegría de Proteo (ambas de 1948), Nuevo Oasis y Poeta Enamorado (1949).
Su libro Oasis (1943) se reeditó en más de 26 ocasiones, así como Nuevo Oasis. Sus poemarios se agotaban tan pronto salían. Se dice que de un poema suyo fueron los primeros versos que se oyeron en la televisión cubana.
Aunque han pasados muchisimos años de su desaparición física, Jose Angel Buesa perdurará en la memoria de todos sus lectores y en su obra literaria, que hoy, a más de 80 años del comienzo de su carrera, de sus versos aun emana la misma emoción que cuando por primera vez leíste.
Pasarás por mi vida sin saber que pasaste.
Pasarás en silencio por mi amor y, al pasar,
fingiré una sonrisa como un dulce contraste
del dolor de quererte... y jamás lo sabrás.
Soñaré con el nácar virginal de tu frente,
soñaré con tus ojos de esmeraldas de mar,
soñaré con tus labios desesperadamente,
soñaré con tus besos... y jamás lo sabrás.
Quizás pases con otro que te diga al oído
esas frases que nadie como yo te dirá;
y, ahogando para siempre mi amor inadvertido,
te amaré más que nunca... y jamás lo sabrás.
Yo te amaré en silencio... como algo inaccesible,
como un sueño que nunca lograré realizar;
y el lejano perfume de mi amor imposible
rozará tus cabellos... y jamás lo sabrás.
Y si un día una lágrima denuncia mi tormento,
—el tormento infinito que te debo ocultar—,
te diré sonriente: «No es nada... ha sido el viento».
Me enjugaré una lágrima... ¡y jamás lo sabrás!
Con información de internet