Siete cubanos, conociendo de antemano el estado bravío en que se encontraba el Estrecho de la Florida con el paso del potente huracán Ian, se subieron a un bote de madera con un motor diésel para escapar de la isla. Milagrosamente, después de soportar un oleaje bestial, las rachas de vientos huracanados y una lluvia feroz, la embarcación desembarcó llena de agua en Pompano Beach con los siete balseros con vida. Al llegar a la costa, los hombres corrieron hacia la orilla con sus manos apuntando al cielo. Celebraban sobrevivir a un huracán categoría 4 en el mar, pero, sobre todo, alejarse de la asfixiante realidad de Cuba.
Lanzarse al mar en buenas condiciones meteorológicas desde Cuba, para llegar a Estados Unidos, es lanzarse al suicidio. Lanzarse al mar en medio de un huracán, no tiene calificación. Otros 23 cubanos más también lo intentaron un día después de los afortunados balseros —con el huracán aún merodeando la Florida— y la Guardia Costera estadounidense solo ha podido rescatar a tres de ellos. Estos dos pasajes escenifican a la perfección la desesperación de los cubanos por escapar del duro día a día de la isla. Una cotidianidad que empeorará a partir de ahora tras el paso de Ian por la nación.
Ya antes del huracán subsistir Cuba era una proeza: un país sin alimentos, sin medicamentos, con apagones (y ahora un apagón total); un país que parece que está viviendo una posguerra. Hacerlo ahora, con los daños que ha dejado el fenómeno atmosférico, será sublime. Porque el país y su economía depauperada ha recibido un mazazo fortísimo del que será un milagro que puedan salir por sí mismo.
El huracán transitó la provincia de Pinar del Río, el extremo occidental del país, con vientos de más de 200 kilómetros por hora, dejando un saldo de dos muertos, inundaciones costeras, zonas inaccesibles hasta ahora, 38,000 personas evacuadas y daños severos a la industria del tabaco —5,000 casas de tabaco dañadas y 220 toneladas perdidas—, uno de los pocos rubros exportables de Cuba. Además, sus ráfagas de vientos y las lluvias impactaron territorios aledaños como La Habana, Artemisa, Mayabeque y Matanzas, que vieron cómo parte de su arquitectura sufría derrumbes totales y parciales —aún sin cuantificar por el gobierno—, árboles y postes eléctricos caídos.
El daño fue tal que los 11 millones de cubanos de la isla se quedaron a oscuras durante todo un día cuando el sistema eléctrico nacional —de tecnología soviética— sufrió una avería. Un país apagado. Un país desconectado. Un país a la deriva. Esa es la imagen de Cuba hoy literal y metafóricamente.
Todavía hay comunidades, las más rurales, donde el gobierno no ha logrado reponer el servicio eléctrico, a pesar de haber logrado el arranque y la incorporación paulatina de las ocho grandes termoeléctricas y de los generadores electrógenos que comprenden el sistema nacional de electricidad. En esas zonas vulnerables también están adoleciendo la falta de agua y gas, por lo que la situación es muy crítica.
Es de imperiosa necesidad que el gobierno cubano emplee los recursos que tiene para sacar de la angustia a todas estas familias que corren peligro ahora mismo. Sabemos que esos recursos son escasos, pues Cuba aún no se ha recuperado de la pandemia y la ausencia de turistas, de las medidas del expresidente de Estados Unidos Donald Trump, y del recorte del petróleo venezolano. Por tanto, el régimen tendrá que pedir ayuda internacional de inmediato en caso de que su logística no alcance para salvar las vidas de los que se encuentran en riesgo y para resguardar a los que han perdido sus casas.
El régimen no tiene la culpa de la catástrofe natural que acaba de azotar la isla. Pero el régimen sí es el culpable de que la economía esté empantanada como producto de un sistema ineficiente, de políticas sin sentido y de que el sistema eléctrico sea obsoleto. La combinación de esas variables vuelven al pueblo endeble y por ello la ciudadanía le exige que esté a la altura de la circunstancia. Definitivamente, el huracán Ian es una prueba más para evidenciar la respuesta gubernamental del presidente Miguel Díaz-Canel.
El desastre natural agudizará los problemas sistémicos y la crisis económica que el país lleva enfrentándose desde hace décadas. Si llegan ayudas desde el exterior, servirán solamente como una salida paliativa a la situación. Esto significa que la molestia de los cubanos con su gobierno se mantendrá intacta o crecerá.
Los cubanos no quieren seguir viviendo bajo el actual status quo de la nación. Las cifras lo dejan claro: 180,000 cubanos entraron por la frontera mexicana a Estados Unidos, el mayor éxodo de la historia de la isla. Una cifra que no comprende los que han emigrado a Sudamérica, Europa o los que han muerto haciendo esas rutas terrestres o las marítimas.
Tan solo en el mes de julio pasado, se registraron en Cuba unas 38 manifestaciones populares antigobierno. Todas fueron fruto del descontento causado por apagones que en ocasiones llegaron a ser de 16 horas. Horas después de que Ian saliera de Cuba y que la isla quedará completamente sin luz, se sucedieron varios cacerolazos reclamándole al régimen una respuesta.
El pueblo cubano está cansado de la carestía y de la falta de las necesidades más básicas, pero el gobierno no tiene capacidad política ni logística para resolver los reclamos. Esta situación límite y sin resolución provocará que pronto el hastío ciudadano vuelva a apoderarse de las calles para exigir el añorado cambio.
Cuba pide 'ayuda' a Estados Unidos
Acorde con información publicada por el periódico The Wall Street Journal, el Gobierno de Estados Unidos recibió una inusual solicitud de la dictadura de Cuba para proveer “asistencia de emergencia” tras el paso del devastador huracán Ian por el occidente de la isla caribeña.
Según el informe publicado por el rotativo, “no se solicitó una cantidad exacta, y Estados Unidos todavía estaba tratando de determinar si el gobierno de La Habana complementaría la solicitud mientras trabaja para determinar el alcance del daño”.
La tormenta acabó con la vida de dos personas y destrozó varias localizades en la provincia cubana Pinar del Río, al mismo tiempo que, según el Gobierno cubano, paralizó la red eléctrica en el país.
“Esta inusual solicitud”, continúa The Wall Street Journal, “se produce cuando Rusia, quien apoya a Cuba, lucha con la invasión en Ucrania y las sanciones internacionales, mientras que La Habana se enfrenta a su peor crisis económica en tres décadas”.
El informe filtrado al periódico estadounidense sugiere que la Casa Blanca preguntó “cuánta asistencia se necesita” y que “las autoridades cubanas darían prioridad a los hospitales, las instalaciones de bombeo de agua, el saneamiento y otras infraestructuras críticas si Washington brindara ayuda”.
El Departamento de Estado no respondió de inmediato a una solicitud de comentarios. El Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca se negó a comentar. El gobierno cubano tampoco respondió de inmediato.
En otras ocasiones, cuando Cuba ha sufrido huracanes, Estados Unidos ha ofrecido ayuda humanitaria, pero Cuba la ha rechazado.
“La posición de Fidel (Castro) era que Cuba no aceptaría la caridad de un país que tenía un embargo económico en su contra”, opinó el académico William LeoGrande, que lleva las riendas del departamento de Cuba en la American University en Washington DC.
La solicitud cubana sugiere que Rusia, que ha apoyado a Cuba en desastres pasados, no está en condiciones de hacerlo debido a la guerra en Ucrania.
“La economía de Cuba atraviesa su tramo más difícil en tres décadas. La gente hace largas filas durante horas en busca de alimentos básicos que son escasos”, reconoció The Wall Street Journal.
“Muchos medicamentos son difíciles de encontrar, mientras que los cortes de energía son comunes”, apuntó.
La crisis económica y el aumento de la represión política han empujado a decenas de miles de cubanos a emigrar a los EEUU. “En el año fiscal en curso hasta finales de agosto, unos 200.000 inmigrantes cubanos han entrado en el país tras cruzar la frontera sur”, añadió.
Tras el apagón en toda la isla provocado por el huracán Ian, “cubanos salieron a las calles en partes de La Habana y otros lugares para protestar por la falta de energía y exigir la renuncia del gobernante Miguel Díaz-Canel”, reconoció.
Entretanto, la Embajada de EEUU en Cuba exigió a la dictadura cubana respetar el derecho a manifestarse del pueblo, tras varias protestas que ocurrieron esta semana que pedían restablecimiento del servicio eléctrico y libertad.
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