La última sesión anual de la siempre aburrida y deslucida Asamblea Nacional del Poder Popular en Cuba no le echó un cubo de agua fría a los residentes en la isla: les acaba de arrojar una fatigada palangana de abatimiento, si aún quedaba algún espacio para el desaliento.
Tras el anuncio de algunas normas y leyes adicionales para amarrar aún más el control y la represión (no muchas, parece que hasta en eso llegar el cansancio y por temor, incertidumbre y abulia se deja para el próximo año el lidiar con apretar tuercas en la comunicación social), queda solo para comentar el persistente desastre económico, que desde hace unos años se ofrece en cifras deprimentes.
No es solo que una y otra vez los planes se incumplan, las metas no se logren, las proyecciones no se cumplan y las promesas se lancen al cesto. Es esa soberana incapacidad que lleva a perpetuarse en ideas caducas, junto a esa obstinación en aferrarse al poder.
Mientras tanto la nación se pierde en proclamadas alianzas con tiranía antiguas y nuevas, despotismos de todo tipo y destinos vergonzantes, todo ello con retórica y servilismo.
Un régimen que nació pretendiendo lograr la independencia política y económica y ha terminado en un lagrimeo de quilo prieto.
Una nacionalización de la industria eléctrica para terminar alquilando electricidad de Turquía, y pagándola en dólares, la moneda del enemigo.
La intervención de friterías y puestos de frutas para con los años demostrar que no solo no supieron hacerlo mejor, sino que son incapaces de limitarse y permitir a otros que salgan adelante en el empeño.
Esa enorme maquinaria burocrática de vices y primeros que no solo se niegan a entender la economía, sino persisten en reafirmar sus errores.
Con el paso del fidelato al raulismo, donde la venta de ilusiones y el desfile de falsedades dio paso a la cruda realidad —pero sin buscar verdaderos remedios—, el país inició la senda del desorden épico a la inacción miserable. Y ahí se encuentra en la actualidad, con una reunión donde el ánimo cuelga de la brocha que anuncia que el próximo año será un poco menos malo y el futuro sigue perteneciendo entero al socialismo; digo, al… ¿qué sé yo?
Y entonces, cuando uno acaba de ver o leer a ratos esos fragmentos de esa reunión espuria, ya no cabe el asombro y solo la pregunta: ¿cómo no van a querer irse los cubanos?