El 26 de diciembre, Alan Estrada salió del clóset por medio de un tuit. El actor, director y creador de contenido de viajes contó que en Navidad se enteró acerca de personas rechazadas por sus propias familias que no aceptan su orientación sexual o identidad de género e incluyó dos mensajes fundamentales: “No estás solo” y “mereces ser amado”. Activistas como Alex Orué respondieron subrayando el valor de “ser visibles para compartir esperanza”. Algunos fans expresaron que ahora se sienten más identificados con él y aplaudieron esa muestra de vulnerabilidad. Pero muchos más le reclamaron una falta de congruencia —o directamente lo mandaron callar— por haber viajado a la Copa Mundial de la FIFA en Qatar, país donde la homosexualidad se castiga hasta con pena de muerte.
Yo no creo que ser gay y visitar uno de los 68 países que criminalizan la homosexualidad sea incongruente. El hecho de que ese reclamo venga desde las mismas personas gays —reclamo que no es igual hacia periodistas, celebridades e influencers heterosexuales que también fueron a cubrir el Mundial— es señal de que las personas LGBTQ nos impusimos un mandato absurdo e injusto: que debemos ser mejores que las demás, incluso para poder salir del clóset. Me decepcionó que hubiera ataques a Alan por hacer su trabajo, ser honesto y vulnerable, cuando el primer lugar donde deberíamos encontrar apoyo y empatía es en la propia comunidad, en las personas que ya pasaron por ese proceso. También es señal preocupante de que la dinámica promovida en redes sociales de enfocarse en maneras de descalificar al otro ha alcanzado todo, incluso algo tan vulnerable y universal para la experiencia LGBTQ como salir del clóset.
Cualquier persona LGBTQ tiene la oportunidad de ser un modelo de posibilidad y las figuras públicas tienen una responsabilidad particular al ocupar espacios tan visibles, pero no debemos caer en la trampa de que merecemos igualdad solo si somos excepcionales. Cuando ponemos como requisito que una figura pública LGBTQ sea impecable, ponemos un obstáculo más a la visibilidad que tanto necesitamos. ¿Quién querría salir del clóset para enfrentarse con una auditoría en Twitter? La visibilidad a través de figuras públicas y medios de comunicación es uno de los principales motores de aceptación social, de acuerdo con estudios de la organización GLAAD, pero el objetivo no es mostrar a las personas LGBTQ como perfectas sino simplemente revelar que existimos.
Cuatro días después de Alan Estrada, otro actor salió del clóset públicamente. Jerry Velázquez publicó un video en el que no deja de sonreír: “Soy gay y me hace muy feliz decirlo”. Habló de cómo ha modificado su manera de hablar y expresarse para verse “más masculino” y no incomodar a personas heterosexuales, “pero al final el que está incómodo soy yo”, dijo sobre un hecho con el que otras personas LGBTQ podemos identificarnos. Nos han pedido que no salgamos del clóset, por ejemplo, con nuestras abuelas o abuelos con el pretexto de que ya están grandes y que no lo entenderán, que no es necesario y solo les causaremos incomodidad. Nos han advertido que algo tan cotidiano como expresar amor en público o “demasiada feminidad” en el caso de los hombres, amerita violencia. Y algunas personas LGBTQ han comprado esa idea.
Jerry habló también del reto particular que su profesión implica: que creamos que es alguien más. “Me da miedo que el público, los directores, los productores sepan que soy gay y que cuando me toque interpretar a un personaje heterosexual solo estén pensando en que yo no lo soy. Me da miedo que estos prejuicios me hagan perder oportunidades de trabajo”. Cuando he tenido conversaciones con otros actores y actrices LGBTQ, esta es la razón que más citan para no salir públicamente del clóset. El miedo de perder o no conseguir empleo es una razón para no hacerlo en otras profesiones, y el hecho de que este miedo detenga a tantos actores evidencia un problema: pensamos en la orientación sexual de personas y personajes heterosexuales como una característica más de quiénes son, pero pensamos en la orientación o identidad de personas y personajes LGBTQ como su característica más importante y definitoria. Pensamos en un actor que se aleja de la heteronorma como un actor menos capaz.
El momento de salir del clóset llega idealmente cuando sientes más seguridad. Jerry me dijo que decidió hacerlo ahora porque se siente seguro y piensa en quienes están en una situación distinta: “Quiero aportar algo en esta lucha colectiva y que haya menos riesgos cuando otros hablen con libertad de quiénes son”. Alan me dijo que le gustaría que las nuevas generaciones tengan referentes que él no tuvo siendo niño en su familia o en en la televisión. Saber que no eres el único puede facilitarte el proceso.
O puede llegar antes de que estés preparado: el actor y cantante Christian Chávez, miembro de la banda de pop RBD, me dijo que él no estaba listo para hablar: “A mí me quisieron chantajear”. En 2007 decidió salir del clóset por medio de un comunicado porque alguien lo amenazó con publicar fotos de su boda en Canadá sin su consentimiento. En ese momento no había hombres abiertamente gays con ese nivel de fama en América Latina. Aún faltaban tres años para que Ricky Martin saliera del clóset y otras figuras públicas LGBTQ lo reconocieran como inspiración para hacer lo mismo, y para que el matrimonio igualitario empezara a legalizarse en México y Argentina. Esos dos factores contribuyeron después a cambiar la conversación pública sobre la diversidad sexual.
Christian y Ricky han hablado del miedo que sintieron y de las advertencias que recibieron de que su carrera podría terminar, pero su éxito y el de otras figuras públicas es evidencia de las posibilidades fuera del clóset. Al final de su video, Jerry invita a otros a seguir su ejemplo: “Si ven que existimos sin vergüenza, si lo expresamos con orgullo, tal vez haya menos riesgo cuando otros digan las palabras. Así en el futuro no habrá un clóset del cual tener que salir”. Yo también espero que todas, todos, todes lo hagan en sus términos y en el momento que decidan. Que eso contribuya a generar más aceptación en los deportes y la política, sectores donde persiste la discriminación. Que cada persona LGBTQ viva con libertad, inspire a otras y use su posición para influir en el avance de derechos.
Lo que Christian, Ricky, Alan y Jerry tienen en común con cualquier persona que ha salido del clóset es que somos valientes. Desafortunadamente, muchas personas en nuestra comunidad no tienen una red de apoyo, seguridad financiera, fama o una trayectoria profesional reconocida, condiciones que sin duda ayudan. Pero salir del clóset no debería ser un privilegio. La consecuencia de ser abiertamente LGBTQ no debería ser la fiscalización en redes sociales, la discriminación laboral o el rechazo familiar, sino encontrarte con una comunidad que te apoya, te entiende, te acompaña. En un mundo con personas que huyen de su país para vivir su orientación sexual y con legisladores que buscan que ni siquiera se mencione nuestra existencia, necesitamos una comunidad más solidaria y empática.