RAFAELA CRUZ
Que al castrismo le gustaría adoptar el "modelo ruso" es obvio, pues este parece ser una fórmula estable para mezclar una parte amplia de economía liberalizada, con sectores estatales estratégicos falsamente privatizados, como banca, comunicaciones o industrias pesada y extractiva, todo bajo un Gobierno dictatorial que rinde cuentas solo formalmente, que dispone de mecanismos legales para concentrar y perpetuar el poder.
Pero en Cuba falta lo que dota de equilibrio al modelo ruso: un sector productivo (en Rusia son los hidrocarburos) que provea al Gobierno de ingresos suficientes para que pueda, sin perder poder, liberar el resto de la economía a la vez que tener recursos para el gasto corriente de toda dictadura: propaganda, represión, burocracia y botín para repartir y calmar las luchas de poder en la cúpula.
Destruida el azúcar, solo el turismo podría ser para el castrismo lo que son los hidrocarburos para Vladimir Putin, pero aun después de llevar años invirtiendo a ritmo irracional en hoteles, lo que ha descapitalizado la producción agrícola e industrial del país, no han logrado convertir al turismo en ese sector pivote, ni se logrará mientras los estadounidenses no puedan vacacionar libremente en Cuba.
Recuérdese que bajo Raúl Castro se logró un deshielo con Washington que, antes que Donald Trump, fue abortado por el propio Fidel Castro y esos ortodoxos que aún pululan en los vericuetos de poder del PCC y las FAR. No es aventurado pensar que el raulismo apostó a que, eventualmente, el embargo se flexibilizaría y entonces explotaría la industria turística en la mayor de las Antillas, pero eso no ha llegado.
En lo que aguardan tal desenlace, han estado ganando tiempo mediante reformas económicas que, mayormente, son maquillajes para infundir esperanzas al pueblo e ilusionarlo con que se está trabajando de manera diferente a la de Fidel, en un reconocimiento tácito de que aquel fue quien nos metió en este agujero. Otras reformas han sido maniobras de desplazamientos del ingreso nacional contra las pequeñas empresas cuentapropistas que estuvieron floreciendo hasta el 2019.
Solo recientemente, con la situación tocando fondo y tras el levantamiento nacional del 11J, comenzaron a introducir liberalizaciones parciales como la ley de MIPYMES, que en realidad es un primer paso hacia la privatización teledirigida que demanda el modelo ruso.
A esa crisis interna que, increíblemente, sigue profundizándose (el costo de tener electricidad es tener menos comida, medicina, transporte) se le suma una crisis exterior. Un juicio en Londres por menos de 100 millones de dólares podría ser el inicio de una cadena de demandas que lleven a Cuba al default. El economista Carmelo Mesa-Lago acaba de calcular que la deuda externa es de 29.787 millones de dólares, mientras que The Economist Unit estima que las reservas de divisas son de 4.103 millones, con lo que la Cuba castrista debe 7.26 dólares por cada uno que realmente posee. Eso no pinta bien.
Con ese panorama de fondo, a finales del 2022, Miguel Díaz-Canel hizo un humillante periplo por dictaduras amigas pidiendo que, por favor, le dieran más tiempo para pagar. Poco más de un mes después, una delegación de "empresarios" rusos acaba de reunirse con el Gobierno en La Habana y, en ese contexto, se anuncia que Cuba será asesorada en temas económicos por un instituto ruso de claras tendencias proeconomía capitalista.
No hay que ser muy listo para deducir que en el Kremlin le dijeron a Díaz-Canel que si quería tiempo y dinero, tenía, no solo que acelerar las reformas, sino hacerlas bajo asesoramiento y, por supuesto, a gusto de Moscú, tenía que aceptar prostituir una vez más la soberanía nacional si quería salvar al régimen… por supuesto que aceptó.
Así que si ahora el castrismo acelera la transición de una dictadura supuestamente socialista, hacia una dictadura supuestamente capitalista, bajo asesoría y control ruso, no es porque se sienta preparado para hacerlo sin merma de poder, sino porque, o directamente se lo impusieron en Moscú, o porque es consciente de que está al límite, y si no hace algo pronto, aunque sea arriesgado, se expone a otro levantamiento social y al abandono internacional de sus compinches totalitarios.
Por lo tanto, el anuncio de una nueva rusificación de la economía cubana es, por supuesto, una terrible y amenazante noticia, humillante incluso, pero es también confirmación de la crisis del régimen, y toda crisis, es también una oportunidad.
DIARIO DE CUBA