Cosas que ocurrieron a algunos famosos a su paso por Cartagena, en medio siglo, habrán sido trescientas mil o muchas más. Selecciono para los lectores varias anécdotas protagonizadas por artistas, políticos, personajes populares.
Curiosidades que han podido trascender o no pasar al anecdotario o quedar ancladas en el limbo. Hechos de poca trascendencia, de poca monta entre la sorpresa y la espontaneidad. Rocío Jurado, por ejemplo, terminaba de actuar en Sancho Panza (hoy El Hidalgo, salón de celebraciones), entre Cartagena y Cabo de Palos, un día de verano de los años 70, era ya la madrugada y al entrar en el camerino se desmayó sin avisar.
Como cuenta Salvador Pujol, «se desmayó en mis brazos». La cantante de Chipiona era soltera y con ella iban la madre y su manager, Amador Mohedano. Eran las 2 de la mañana y Rocío casi se hallaba en ayunas y el restaurante del local estaba cerrado, pero el cocinero se encontraba allí por suerte para la artista.
«Con un 'conzometito nozarreglamo'…», comentó la Jurado con su acento andaluz tan pronto salió de los primeros efectos de su desvanecimiento y pudo ponerse en pie. El amable cocinero, ya fuera de servicio, fue condescendiente y volvió a la cocina para resolver el problema, pero es que los músicos también tendrían apetito porque se apuntaron al improvisado tentempié y, ¡oh sorpresa! Allí todo el mundo se animó a comer. Casi 20 personas cenaron. Fue como una epidemia de apetito. La empresa del local de espectáculos no cobró por ese extra, pero a la semana siguiente acudió al mismo establecimiento Lola Flores, contratada para actuar, y a las 2 de la madrugada, también con la cocina cerrada, se le ocurrió pedir la cena y el cocinero tuvo que trabajar otra vez. En esa ocasión sí le cobraron.
También se acercaba la cosa a 15 personas. Pero el auténtico protagonista de la anécdota era el cocinero que no escarmentaba. Se quedaba a ver las actuaciones y lo enganchaban siempre.
Los Tres Sudamericanos
Sigo con el mundo del espectáculo y en la década de los 70. Otro buen día los famosos Tres Sudamericanos llegaron a Cartagena con su Mercedes, para cubrir un calendario de actuaciones en fin de semana, y se alojaron en la Residencia Mediterráneo, de Puerta de Murcia. El agente de los artistas era Pujol, quien los contrató para actuar en el Teatro Apolo de El Algar, y al decidirse que se trasladarían a la localidad algareña en un vehículo menos lujoso, se les ofreció un modesto y a la vez de moda Seiscientos, por lo que la voz femenina del trío, Alma María, se quejó con una protesta en toda regla, pero pudo más la economía que el lujo y el Mercedes se quedó en el garaje.
Del cubano Antonio Machín, que inmortalizó 'Angelitos negros' he sabido que era un tipo muy serio y que tenía unas costumbres muy peculiares. Por descontado, estaba prohibido hablar con él de Fidel Castro. Machín vino a Cartagena contratado por la Asociación de Vecinos de la Barriada José María Lapuerta (cuyo presidente era Rosendo Cánovas), y se trajo pianista, pero despreciaba ir a los ensayos y dejaba que el maestro del piano tocase solo, como entrenamiento.
Machín, que conocía bastantes cosas de Cartagena (llegó a actuar hasta en el Paseo del Muelle, en los años 50) tenía una manera muy peculiar de contar los billetes de Banco. Contaba el dinero de manera que jamás se podía equivocar, ni a favor ni en contra. Cuando cobraba por su trabajo, colocaba las manos en el aire, a media altura, y contaba el dinero de una manera que soy incapaz de describir.
Tomatazo a Tarradellas
En el campo de la política, en la llamada etapa de la transición a la democracia en España, el muy honorable Josep Tarradellas, acudió a Cartagena (por los años 1975 y 76) y en su programa figuraba la visita a autoridades. Tarradellas, insigne catalán que estuvo muchos años exiliado, entró en Capitanía, fue recibido por el almirante y a la salida de visita, andando por la calle Real con sus escoltas se vio sorprendido por el lanzamiento de un tomate por una de las revoltosas personas contrarias al catalanismo. El tomatazo impactó en la espalda del político, le manchó la chaqueta, y ahí acabó la historia. Pero a la media hora el honorable reprochó que ninguno de sus acompañantes, llevase encima un quitamanchas para eliminar los efectos del tomate traicionero.
En 1961, el pequeño gran cantante italiano Torrebruno presentaba en el escenario del Teatro Circo al artista de la tierra Francisco Galián, quien era ayudado por la empresa en la que trabajaba, el Licor 43 de la familia Zamora, y cinco años después Paquito representaba a España en el Festival de la Canción del Atlántico. Ese día Torrebruno había pronosticado que Galián llegaría muy lejos cantando.
Lo que no podía vaticinar Torrebruno es que durante su estancia en Cartagena sufrió una intoxicación alimentaria por ingesta de mejillones de O Grove y tuvo que estar unos días a pan y agua.
Otro visitante ilustre que dejó apunte anecdótico fue, en 1968, Marcos Redondo. Llegó para dar solemnidad a la ceremonia del cierre del Teatro Circo, antes de su restauración para recibir el prefijo de Nuevo. El alcalde era entonces Ginés Huertas Celdrán y al barítono se le dedicó una calle, en la que hoy está situado el hotel Cartagonova. La anécdota consiste en que don Ginés, que también era empresario del ramo de automoción (la Seat, para empezar) le preguntó al barítono. «¿Habría preferido usted, don Marcos, el regalo de un moderno coche o el que se le hace, el de esta calle rotulada con su nombre?».
Y respondió así Marcos Redondo: «Don Ginés, me quedo con la calle, que supongo será para una eternidad y no me costaría un céntimo. Si eligiese un coche, en unos cuantos años tendría que mandarlo al desguace, después de pagar al taller un montón de duros en reparaciones. Me quedo con mi calle, señor alcalde».