LA HABANA, Cuba,
“Siempre el que ve a Fidel tiene ganas de preguntarle muchas cosas, porque Fidel tiene respuesta para todo; él siempre tiene respuestas para todo tipo de pregunta”.
Leyendo estas palabras de Mariela Castro pronunciadas durante su aparición en el programa ruso “A solas” ,de Actualidad RT, el pasado 2 de junio, se me ocurre que Fidel Castro pueda responderme una pregunta que nadie ha podido aclararme hasta hoy: ¿Por qué, si está tan arrepentido del crimen que a principios de la revolución se perpetró contra los homosexuales cubanos no deja, antes de morir, un legado digno que lo exonere de esa culpa y dispone, además, que sean atendidas las demandas de la comunidad LGTB y respetados sus derechos humanos más elementales?
De nada sirve, Sr. Castro, que pretenda hacer creer que no estaba al tanto de lo que ocurría en aquellos campos de concentración que fueron las UMAP, como afirmaban hace poco su sobrina Mariela y el Dr. Alberto Roque.
Existen testimonios que demuestran fehacientemente que estaba al tanto d lo que ocurría. Por ejemplo, el relato que hiciera un joven poeta miliciano a Ernesto Cardenal para su libro dedicado “al pueblo cubano y a Fidel”, donde decía: “Yo estuve allí (en la UMAP), no como preso sino, como miliciano. Sí, carcelero digamos. Yo vi los malos tratos. A Fidel le contaban lo que pasaba allí. Una noche asaltó una posta de guardia y logró meterse dentro, como si fuera un preso, para ver los tratos que daban allí. Se acostó en una hamaca. Los presos dormían en hamacas y los despertaban golpeándolos con sables; o si no, les cortaban las cuerdas de la hamaca. Cuando uno de los guardias levantó el sable y se encontró con la cara de Fidel, casi muere del susto”.
Claro que estaba usted al tanto, Sr. Castro, de lo contrario no habría gritado aquel 13 de marzo de 1966, en la escalinata de la Universidad de la Habana: “Y nuestro problema con estos señores tenemos que resolverlos sencillamente; unos tendrán que ir a la cárcel por delito de tipo común, otros tendrán que ir al Servicio militar, otros tendrán que ir a las UMAP”.
Y, mucho antes, en 1963, dijo en la radio y ante las cámaras de televisión que “muchos de esos vagos, pepillos, hijos de la burguesía, que andan con pantalones estrechos y van a lugares públicos a hacer sus shows, que no confundan la calma y la ecuanimidad de la revolución con debilidad, porque nuestra sociedad no puede permitir espacio para este tipo de degenerados. No voy a decir que tomemos medidas drásticas contra esos árboles torcidos. Hay muchas teorías científicas (referencia a la homosexualidad). No soy experto en el tema, pero esto tiene que ver con el ambiente al que se vincula el vago, el escoria. Nuestra agricultura necesita mano de obra. Dejemos que estos gusanos y vagos no confundan La Habana con Miami”.
Lo anterior lo convierte, Sr. Fidel Castro, no sólo en conocedor de uno de los tantos engendros de este régimen heterosexista y homofóbico, sino en su autor intelectual.
¿Por qué entonces no intenta exorcizar ese demonio homofóbico que tiene dentro y, antes de realizar su último viaje, se reconcilia y ordena que se haga justicia a todos aquellos -los vivos y los muertos- que han sido víctimas durante medio siglo, de tanta ignorancia y de su inexplicable aversión a la homosexualidad?
Sólo pedimos que se respeten nuestros derechos y no tener que seguir demostrando nuestra humanidad en un país donde, supuestamente, se respetan todos los derechos humanos. Usted puede hacer algo bueno y digno por la comunidad LGBT cubana. No pierda también esta oportunidad.