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General: Beny Moré,el Bárbaro del Ritmo una leyenda sin rival
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Respuesta  Mensaje 1 de 2 en el tema 
De: cubanet201  (Mensaje original) Enviado: 03/02/2013 15:46
 
El Beny, una leyenda sin rival
 
 
Arturo Arias-Polo -
Bartolomé Maximiliano Moré Gutiérrez nacio en Santa Isabel de las Lajas, 24 de agosto de 1919 y murio en La Habana, 19 de febrero de 1963, conocido como Beny Moré o el Bárbaro del Ritmo, fue un cantante y compositor cubano. Además de un innato sentido musical, estaba dotado con una fluida voz de tenor que coloreaba y fraseaba con gran expresividad. Moré fue un maestro en todos los géneros de la música cubana, pero destacó particularmente en el son montuno, el mambo, y el bolero.
 
Si Beny Moré canta mejor con los años no sólo se debe a la indiscutible calidad de su voz y a esa manera de interpretar la música cubana que le ganó el mote de El Bárbaro del Ritmo. Los discos, las películas y las anécdotas de quienes lo vieron mantienen vivo su recuerdo y provocan la añoranza por una Cuba que se pierde en la memoria.
El Beny es un mito, un referente indispensable en cualquier antología musical que se convirtió en leyenda desde mucho antes de su muerte. Su nombre remite al esplendor de los salones de bailes, la época de oro del cine mexicano y un momento excepcional de la industria discográfica cubana.
 
A diferencia de otras figuras que sufrieron los estragos del tiempo ante los ojos de su público, El Beny partió de este mundo a los 42 años con la voz intacta.
 
Su legado musical, que atesora grabaciones con el Conjunto Los Matamoros, la Orquesta de Pérez Prado, Pedro Vargas y otras figuras de renombre, no sólo influyó en el movimiento salsero de los años 1970 y en el quehacer de estrellas como Oscar D’ León, a quien muchos bailadores consideran el mejor intérprete de sus éxitos.
 
Al igual que Willy Chirino –que trajo de Cuba en su maleta a Beny Moré “de polizón”–, muchos colegas de El Sonero Mayor preservaron su herencia en Miami, Nueva York, San Juan y en cualquier lugar donde sonara una guaracha, una rumba o un danzón.
 
Y en un gesto insólito para la época, el exiliado de a pie, ese que se despidió de la isla “para siempre” en los albores de la hecatombe castrista, canonizó a El Beny y le abrió un espacio en el mismo altar de Celia Cruz y Olga Guillot –las diosas de la patria del recuerdo–, pasando por alto el hecho de que el sonero decidiera permanecer en Cuba, mientras que ellas, Rolando Laserie, La Lupe, Bebo Valdés, la orquesta Fajardo y sus Estrellas, Ñico Membiela, Fernando Albuerne y tantos artistas de su generación perdían su país a cambio de libertad.
 
Bartolomé Maximiliano Moré Gutiérrez nació el 24 de agosto de 1919 en Santa Isabel de Las Lajas, un pueblo del centro de Cuba que inmortalizó en una de sus canciones, tal como lo hizo con Santiago de Cuba, Cienfuegos, Manzanillo y Varadero.
 
Según cuentan, aprendió la guitarra siendo niño, armó su propio conjunto a los 16 años, y a los 20 tocaba en bares y cantinas habaneras. Andando el tiempo lo escuchó Siro Rodríguez, uno de los integrantes del Trío Matamoros, que en 1945 se lo llevó a México como parte del Conjunto Matamoros.
 
Tras concluir la gira, El Beny se abrió paso allí, hasta que grabó Me voy pa’l pueblo, con la Orquesta de Mariano Mercerón, y Bonito y sabroso, uno de los tantos éxitos que popularizó con Pérez Prado durante el apogeo del mambo. Por esos años también participó en las películas Carita de cielo, Novia a la medida, En cada puerto un amor y Fuego en la sangre.
 
El regreso de El Beny a La Habana, a principios de la década de 1950, y la posterior fundación de su Banda Gigante, coincidió con la llegada de la televisión, el esplendor de los grandes centros nocturnos, como el Alí Bar, un sitio donde lo veneraban, y el auge de las coproducciones cinematográficas con México. En una de ellas, No me olvides nunca, electrizó cantando un bolero.
 
El inicio del boom de la industria discográfica cubana, que invadió los mercados de Latinoamérica y Estados Unidos hasta 1960, encontró en el cantante un valioso exponente. Y mientras cosechaba nuevos éxitos, dentro y fuera de su país, su anecdotario crecía tanto como su fama.
 
El Beny sorprendía a los eruditos por su capacidad de concebir sus instrumentaciones y dirigir su orquesta sin saber música. Pero también podía desconcertar a su público con algún exabrupto en escena y sus famosas impuntualidades.
 
Quienes estuvieron cerca de él lo describían como el hombre devoto de sus deidades afrocubanas, berrinchudo según las circunstancias, y temeroso de volar en aviones. Tenía además la peculiaridad de firmar su nombre con doble N, cuando se le antojaba.
 
Sus romances y la adicción al alcohol, que le arrebató la vida, dan una idea del artista irrepetible que pasó a la eternidad en plena gloria.
 
En apenas unos días, el martes 19, se cumple medio siglo de la muerte de Beny Moré. La leyenda sigue viva.
 
Beny Moré 
 El Bárbaro del Ritmo
 



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Respuesta  Mensaje 2 de 2 en el tema 
De: cubanet201 Enviado: 26/02/2013 14:43
 
Benny Moré: genio y figura
Benny Moré. (CIENFUEGOSPATRIMONIO.
 
Iván García | La Habana |
El Bárbaro del Ritmo cumple medio siglo de muerto y es inmortal en la memoria colectiva.
 
Santa Isabel de las Lajas hubiese sido otro pueblo más, perdido en la geografía cubana, si aquel 24 de agosto de 1924 en el barrio de Pueblo Nuevo no hubiese venido al mundo un tal Bartolomé Maximiliano Moré.
 
El actual municipio de la provincia Cienfuegos hubiera seguido siendo una villa de cortadores de cañas y labradores. Un caserío con olor a guarapo, bellísimos parques y una fábrica de gofio.
 
Benny Moré puso a Santa Isabel de las Lajas en el mapa. De Cuba y del mundo. Ya se debería pensar en cambiarle el nombre. Decir El Benny es decir son y bolero. Música y bailes populares. Fiesta y alegría.
 
Fue el mayor de 18 hermanos de una familia afrocubana pobre a rabiar. Se dice que su tatarabuelo materno, Gundo, era descendiente de reyes en una tribu del Congo y a los nueve años fue capturado por traficantes de esclavos y vendido a un propietario en la Isla. Al pasar a pertenecer al Conde Moré, dueño del central azucarero Santísima Trinidad, al tatarabuelo del Benny le pusieron Ta Ramón Gundo Moré.
 
Con el tiempo, Gundo fue un hombre libre. Murió a los 94 años. El apellido del "tata" fue conservado por las mujeres de la familia: su bisabuela Julia, su abuela Patricia y su madre Virginia. El padre del Benny se llamaba Silvestre Gutiérrez.
 
Moré aprendió a tocar guitarra de oído a los seis años. Según contaba su madre, se fabricó su primer instrumento musical con una tabla de madera y un carrete de hilo. Abandonó la escuela a edad muy temprana para dedicarse a trabajar en el campo. En 1935, con 16 años, formó parte de su primer conjunto musical, que los fines de semana animaba con guateques a los lajeros.
 
Al año siguiente viajó a La Habana. En la urbe se ganaba unas pesetas vendiendo verduras y hierbas medicinales. Seis meses después regresó a Santa Isabel y se dedicó a cortar caña con su hermano Teodoro. Con los ahorros se compró su primera guitarra decente. En 1940 volvió a la capital. Sobrevivía precariamente, cantando sones en bares de la ciudad, donde casi nunca le pagaban con monedas.
 
Un almuerzo de cantina, una cerveza Hatuey o un doble a la roca de aguardiente: ese era el pago. Así andaba el guajiro de Lajas. Pasando el sombrero después de una tanda de boleros a gente de barrio, que entre vitrolas y músicos ambulantes mataban las tardes bebiendo como piratas y picando chicharrones y aceitunas. O comiéndose uno de esos panes con bistec de res que por 15 centavos se compraban en cualquier timbiriche de entonces.
 
Una Habana donde existía una competencia feroz entre agrupaciones soneras. En cartelera brillaban Arsenio Rodríguez, Abelardo Barroso o el Trío Matamoros. Rita Montaner ya era grande. Y el Septeto Nacional de Ignacio Piñeiro deleitaba. Todavía Celia Cruz vivía en un solar de Santos Suárez y estudiaba magisterio para complacer a su padre.
 
El genio del Benny aún andaba oculto dentro de una botella. No llamaba la atención a los que sabían de música. Su primer éxito llegó tras ganar un concurso radiofónico. En la CMQ, en un programa llamado "La Corte Suprema del Arte". Los ganadores eran contratados y se les daba la posibilidad de grabar sus canciones.
 
Fue cuando obtuvo su primer trabajo estable con el Conjunto Cauto liderado por Mozo Borguellá. También cantó en la emisora CMZ con el sexteto Fígaro de Lázaro Cordero. En 1944, mientras los aliados desembarcaban en Normandía, en plena Segunda Guerra Mundial, Benny Moré debutaba en la emisora Mil Diez, perteneciente al Partido Socialista Popular.
 
Todos tenemos una oportunidad en la vida. La suerte es saber aprovechar las oportunidades cuando ellas aparecen. Y el Benny la aprovechó. Siro Rodríguez, del fabuloso Trío Matamoros, una tarde lo escuchó cantar en el bar El Templete. Quedó cautivado.
 
Poco después, tras una indisposición de Miguel Matamoros antes de una actuación, Siro pidió que el Benny lo sustituyera. Y el Sonero Mayor llegó para quedarse. Durante varios años estuvo ligado al Trío Matamoros. Realizó numerosas grabaciones y giras por Cuba y México, donde cantó en dos famosos cabarets de la época, Montparnasse y Río Rosa.
 
A finales de los años 40, durante toda la década de 1950 y hasta el 19 de febrero de 1963, cuando falleció de una cirrosis hepática, en plena fama, el Bárbaro del Ritmo, fue —y sigue siendo— un ícono. En su patria y en muchos países del continente, que siguen escuchando sus canciones. Todavía no ha surgido nadie con una voz igual o mejor que la suya. Tampoco con su carisma y sabrosura.
 
En una crónica reciente publicada en El Mundo, Raúl Rivero escribía: "Bartolomé Maximiliano Moré, un negro santo, una leyenda de la música popular, que enseñó en América que el bolero es un poema que se deja bailar, llegó a ser tan informal a la hora de presentarse a trabajar con su banda gigante, que en Cuba, México y Venezuela se anunciaban sus actuaciones en los estadios y plazas públicas con este prodigio de la duda: ¿Vendrá o no vendrá el Benny?"
 
Sus boleros se inmortalizaron. Las guarachas, montunos y sones están a buen recaudo en un sitio privilegiado de la cultura nacional. En una nación donde la música es casi un estilo de vida, el talento autodidacta del Benny ha marcado a varias generaciones.
 
Ni el reguetón, la salsa, la timba o la trova. Ni ninguna fusión musical, ha podido relegar en la memoria al inmenso Benny Moré. Un hombre de la calle que hizo del Alí Bar, en Avenida Dolores y Carretera del Lucero, en la barriada habanera de Lawton, su trono y su cátedra.
 
Cincuenta años después de su muerte, los que seguimos en Cuba y también aquellos que duermen con el Malecón debajo de la almohada, no lo olvidamos. Genio y figura. Hasta la sepultura.


 
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