No obstante haber arribado a Cuba desde mediados del siglo XIX, y después durante buena parte del siglo XX seguir siendo testigos los cubanos de la llegada de chinos a nuestro país, hace alrededor de cuatro décadas que casi no veíamos en nuestras calles a chinos auténticos, es decir, a chinos de China.
Y es que la presencia de chinos legítimos entre nosotros ha estado muy vinculada con el acontecer político-social de la isla. Antes de 1959, debido al ambiente de libertad y la bonanza económica que exhibía Cuba, muchas personas de otras nacionalidades- especialmente españoles, chinos, caribeños y los llamados “polacos”- llegaban a nuestras costas con el objetivo de establecer negocios y encauzar favorablemente sus vidas.
Sin embargo, con el advenimiento de la revolución castrista, Cuba dejó de ser un país de inmigrantes para transformarse en otro de donde la gente huye aceleradamente. En el caso particular de los chinos que habían venido en los años finales de la década del 50, desesperados por las locuras maoístas que culminarían en la política del Gran Salto, la decepción sufrida debe de haber sido muy grande al constatar que el comunismo se abatía también sobre esta isla caribeña.
De inmediato, los chinos más jóvenes y emprendedores, aquellos que habían establecido prósperos negocios a lo largo y ancho del país, o que contaban con una activa presencia en el Barrio Chino de La Habana – uno de los más significativos de América Latina-, comenzaron a abandonar la isla, casi todos en dirección a Estados Unidos. Solo irían quedando los de mayor edad, algunos de ellos propietarios de puestos de frutas, tren de lavado o pequeños comercios. Unas propiedades que desaparecerían en 1968 arrasadas por la tristemente célebre Ofensiva Revolucionaria.
Esos chinos que permanecieron en Cuba irían muriendo hacia los años 70, y comoquiera que no se produjeron nuevos arribos de asiáticos, La Habana y otras ciudades se fueron quedando paulatinamente sin chinos nacidos en esa lejana nación. Claro, siempre hemos contado con la presencia de los chino-cubanos, ese resultado de la mezcla que hoy constituyen una porción del ajiaco étnico que conforma la nación cubana.
Mas, en los últimos tiempos hemos apreciado en las calles habaneras a grupos de jóvenes que resaltan como chinos de China. Se trata de estudiantes de esa nación que están en Cuba para adiestrarse en el idioma español, como parte de un convenio entre los dos gobiernos. También, y como una muestra de la pujanza de la sociedad china a raíz de las reformas económicas de mercado, no es extraño encontrar a turistas chinos visitando cotizados restaurantes y paladares, así como otros sitios de interés del casco histórico habanero.
Por supuesto que estos chinos no van a dejar entre nosotros la misma huella que sus predecesores. Estudiantes y turistas son conscientes de que su estancia en Cuba es temporal, y aunque muchos ya hablan español, no conversan ni se relacionan mucho con los cubanos. De todas formas, resulta gratificante recibir a los de una nación que siempre ha estado ligada a nuestra historia.