Viernes sin electricidad en La Habana
LA VIDA SIGUE IGUAL POR MÁS DE 54 AÑOS
Por: Yusnaby Pérez
8 de la mañana y quitan la corriente. Cada viernes sucede lo mismo. Escucho a mi vecina Yahima dar gritos de indignación con algunas malas palabras chillantes como floritura. No le dio tiempo bañarse antes de irse para el trabajo. De alguna manera misteriosa, los puntales de madera del solar rechinan más cuando no hay corriente. ¡Así comienza mi día!
Todos sabemos qué ocurre: desde hace 2 meses la empresa eléctrica corta el servicio de 8am a 6pm cada viernes. La excusa que ofrecen es que están reparando los transformadores. Al parecer esta historia no tiene fin.
Al no haber electricidad tampoco hay agua porque no funciona la bomba para llenar los tanques de la azotea que abastecen al edificio. Ramoncito tiene un punto de venta de carne de cerdo en la entrada del solar. Hoy estará todo el día esa carne sin refrigeración y sin agua, principales requisitos que exigen las normas de sanidad.
Tomás montó su barbería al lado de la escalera. Su hermana le mandó desde Miami una máquina de pelar y así articuló su negocio; poniendo una silla en medio del patio y haciendo del “corte de cabello” un espectáculo público. Hoy no podrá usar su máquina, tendrá que cortar con tijeras a cada uno de sus clientes.
Hoy no funcionarán los semáforos de la zona, tampoco ninguna cafetería estatal. Los mercados de “recaudación de divisas” donde venden los productos de primera necesidad estarán cerrados al igual que los bancos. Todos los cuentapropistas (trabajadores privados) que requieran electricidad para funcionar, no podrán ganar dinero. La escuela primaria de la esquina deberá funcionar hoy con sus aulas oscuras y el policlínico donde trabaja Mercy no estará operativo al 100%. Todos los centros de trabajo en mi localidad que dependan del uso de ordenadores: tendrán un día infructífero.
¿Cómo el Estado puede darse el lujo de paralizar a medio municipio cada viernes durante dos meses para “cambiar transformadores”? ¡Si lo hicieran bien! Pero cada vez que llueve los transformadores nuevos explotan. Se dan el lujo de pagarles a miles de trabajadores por no hacer nada, de cerrar bancos que recaudan moneda líquida, de no vender ni un solo centavo en tiendas y además, tener a una población trabajadora que paga impuestos en el desespero de la improductividad.
En nuestro socialismo hay muchas deficiencias y culpables, pero jamás tendremos explicaciones de un responsable. Al no haber interés individual ni conciencia en la toma de decisiones, un simple apagón se monetiza en pérdidas de muchos miles de dólares para el Estado y para el bolsillo de muchos trabajadores por cuenta propia.
¿Quién le pone el cascabel al gato? El problema es de raíz: es un error sistémico que jamás logrará establecer concordancia entre la economía, la política, los derechos y la productividad. Resulta que los transformadores “viejos” funcionan perfectamente, pero en el programa de trabajo de la empresa eléctrica está escrito que “tienen” que ser cambiados y punto. Da igual el tiempo que tarden en este proceso, nadie les exigirá rapidez ni eficiencia; y el coste por los daños ocasionados lo pagaremos cada uno de nosotros.
¡Hoy tampoco habrá pan racionado! Me dice mi abuela enfadada al no saber qué hacerme para desayunar. Sin dudas, tendré un viernes caótico.