La policía detiene a los indigentes que revelan la
desigual lucha por sobrevivir en la asfixiante economía cubana
Por Augusto Cesar San Martin | La Habana, Cuba | Cubanet
La mayoría lo ha perdido todo, techo, salud, autoestima. La otra parte considera que vender artículos desechados en el basurero es más lucrativo que las ofertas laborales del gobierno. Todos desafían las prohibiciones porque la esperanza de mejores tiempos se aleja de sus vidas mientras más se adentran en la realidad del presente. ¨Los locos¨, apelativo utilizado por las autoridades para no llamarles indigentes, tienen entre sus principales puntos de concentración, los portales de la avenida Carlos III, en el municipios Centro Habana.
Como si pertenecieran al mundo mágico de Aladino, esparcen sobre una tela la mercancía que desaparecen, en segundos, cuando se acercan los inspectores o policías. Artículos recuperados del basurero, estropeados por el uso y el tiempo, son vendidos a precios accesibles, como el del ron a granel que venden en la red estatal de comercio. Una ganga con la que algunos de estos desesperanzados hipnotizan el cuerpo para dormir a la intemperie.
De 62 años de edad, uno de los indigentes vendedores de la avenida Carlos III ofreció su testimonio de forma anónima. ¨Para evitar problemas¨, dice. ¨Vendo cosas en buenas condiciones¨. Mientras conversábamos intentaba desprender con una tijera quirúrgica la bisagra clavada en un madero. ¨Con suerte alguien me da 2 pesos por ella…Yo vengo a luchar… Esta es la ley de la supervivencia¨, agrega. Confiesa que hay días que no vende nada. La venta de una buena jornada puede llegar a unos 150 pesos (7 cuc). ¨Para ellos (las autoridades) esto es venta ilícita…Yo viví en el capitalismo y los policías del batistato no se metían en esto¨, añade.
Otro indigente de 47 años que afirma vivir en la calle, se queja de las prohibiciones. ¨Son cosas que la gente bota… ¿Me van a cobrar por venderlo?… Vendiéndolo todo no alcanza para pagar las multas que me ponen¨, declaró bajo la condición de anonimato.
Los Supervisores Integrales aplican el decreto 315. 5 A que sanciona las ventas no autorizadas en la legislación. Las multas oscilan entre los 700 (29 cuc) y 1 500 pesos (67 cuc) para quienes no poseen licencias de ventas. La situación más difícil que enfrentan después de la multa es el arresto policial y la confiscación de los artículos. Uno de los indigentes vendedores que se identificó como Rogelio, de 45 años señaló: ¨Si me llevan para Zanja (estación de policía de Centro Habana) me tienen que dar comida y un lugar para dormir¨.
Con frecuencia la policía utiliza un ómnibus que llena de indigentes mediante arrestos masivos. Son trasladados para un lugar conocido como la Colonia, colindante al Hospital Psiquiátrico de La Habana.Allí les facilitan el baño, alimentos y atención médica. Quienes pasaron por ese lugar aseguran que al día siguiente se escapan.
Represión sin resultados.
En las últimas semanas las autoridades provinciales incrementaron los operativos contra los vendedores del mercado negro y los indigentes. Si poco lograron con los primeros, nada consiguieron de los segundos.
Horas después de aplicadas las multas, arrestos y confiscaciones, regresan a vender con la perseverancia del necesitado. Hasta el momento el único logro de la represión es el traslado de las ventas para el final de la tarde y los domingos. Tiempos considerados de limitada actividad de los supervisores integrales.
Un grupo de supervisores consultados coinciden en las dificultades que enfrentan para su trabajo. ¨No es fácil eliminarlos. Tenemos que hacer guardia constantemente por culpa de ellos¨, manifestó una de las funcionarias estatales que no se identificó. Otra del trio vigilante en la avenida Carlos III, señaló. ¨Muchos no son ¨locos¨. A muchos de ellos la gente le da las cosas para vender¨.
Los supervisores opinan que las multas no garantizan los resultados que se esperaban. Recientemente el gobierno modificó del decreto 274 que elevó la cuantía de las multas en el decreto 315, convirtiendo la infracción en grave. La represión agotó su poder con los marginados; un grupo cuya ruptura de los lazos sociales los sumerge sin protección en la indigencia.
El gobierno cubano no reconoce la existencia de la pobreza como fenómeno social que eleva el número de indigentes, mendigos y personas sin hogar. Mientras se utilice la represión para ocultar esta realidad, no se podrán visualizar políticas sociales que propongan soluciones.