Desea vivir donde tú vives, habitar contigo en tu tierra prometida, llegar a tu mundo lleno de oportunidades. Está dispuesto a grandes viajes, a grandes peligros, a sufrir paciente.
A veces se encuentra un gran mar que os separa.
Parece infranqueable.
Pero asume los riesgos de cruzar ese mar para estar contigo.
Se encuentra con vallas que nosotros hemos construido. Límites.
No queremos que entre. Pero es perseverante.
Y entra.
Aquí dentro no encuentra lo que esperaba. No hay acogida.
No hay integración.
No le dejamos participar de nuestra vida. Sólo hay excusas, prejuicios, miedos, problemas burocráticos.
No nos resulta cómodo aceptarle. ¿Para qué?
Y si entonces le damos una oportunidad…
Dejamos que participe de nuestra vida.
Aceptamos el contacto.
Y descubrimos lo humano, lo personal.
Y las cosas cambian. Ya no valen las teorías, ni las ideas.
Los problemas se relativizan.
Somos más a menudo nosotros mismos.
La alegría se hace más intensa. Y la paz más duradera.