Discúlpate, Raúl, ¿qué te cuesta?
Por Jesús Jambrina
Cuenta un mito urbano en La Habana que ante una referencia a las UMAP (Unidades Militares de Ayuda a la Producción) hecha por un diputado a la Asamblea del Poder Popular en Cuba a inicios de los años noventa, el entonces Vice-Presidente y Ministro de las FAR Raúl Castro se molestó, preguntando que hasta cuándo le iban a estar sacando el tema.
Eran los años en los que se basa la película Vestido de Novia (2014), Premio a la popularidad en el pasado Festival de Cine de La Habana y centro de un debate en estos días por su aparición desautorizada en internet.
Las UMAP fueron campos de reeducación socialista creados en Camagüey para enderezar a todos aquellos individuos, jóvenes en particular, considerados desafectos o potenciales desafectos a la revolución que recién comenzaba en aquellos años. Fueron sobretodo conocidas por que recluyeron a muchos homosexuales, pero, en rigor, ésta no fue la única comunidad que sufrió tales abusos, también fueron incluidos militantes religiosos, amantes de la música de moda en inglés, desempleados y así una lista de figuras sociales que, en opinión de la vanguardia política, no merecían la calle, reservada para
revolucionarios.
Dos de las figuras hoy conocidas que fueron víctimas de aquella aventura moralizante fueron el cardenal Jaime Ortega y el cantante y compositor Pablo Milanés. Aquella experiencia ha sido igualmente relatada por varios autores, entre ellos Reinaldo Arenas en su relato Arturo, la estrella más brillante (1984), y en una serie de dibujos, hasta donde sabemos, hoy desaparecidos, del artista César Bermúdez.
Aunque las UMAP fueron clausuradas en 1967, sus principios de categorización social se mantuvieron y se institucionalizaron hasta mediados de los años ochenta. De entonces acá, se han repetido llamados a la disculpa oficial por parte del gobierno cubano, reclamo que ha caído en oídos sordos.
Nunca me han preguntado tan directamente sobre las UMAP (irónicamente Unidades Militares de Ayuda a la Producción). La prensa cubana no se atreve y la extranjera desconoce la nefasta trascendencia que tuvo aquella medida represora de corte puramente estalinista. Allí estuvimos, entre 1965 y finales de 1967, más de 40.000 personas en campos de concentración aislados en la provincia de Camagüey, con trabajos forzados desde las cinco de la madrugada hasta el anochecer sin ninguna justificación ni explicaciones, y mucho menos el perdón que estoy esperando que pida el Gobierno cubano.
Pablo Milanés, entrevista en El País, 14 de Febrero, (https://www.gabitos.com/Cuba_Eterna/template.php?nm=1423965358)
No quiere este decir, sin embargo, que no haya habido respuesta oficial. Como sabemos, a Mariela Castro le ha sido permitido levantar la bandera gay en La Habana y no seré yo quien demerite lo que el Centro Nacional de Educación Sexual (CENESEX) ha logrado en los últimos años en el área de la conscientización de la en cuanto a la aceptación de la comunidad LGTB en Cuba. Queda mucho, por hacer, incluido legalizar el matrimonio gay, endurecer las leyes contra la violencia de género y en general modernizar el Derecho para considerar a la familia gay como tal. Pero lo cierto es que las UMAP fueron más que un acto homofóbico.
Se trató de la materialización aberrante de los peores prejuicios de la cultura cubana de aquel momento y en muchos casos de la actual. Las UMAP fueron la entronización del odio a lo que se considera diferente, distinto, fuera de la norma. Le dio valor a lo irracional por encima de los principios humanitarios y protegió a los verdugos. Mientras no se registre una disculpa oficial, mirándole a la cara al cubano y reconociendo el aspecto barbárico de aquella acción, esa herida no sanará. El servicio no será sólo a las víctimas de entonces, sino que se pondrá del lado de las del presente y preverá que actos similares se realicen en el futuro.
*Jesús Jambrina- Profesor e investigador de temas iberoamericanos