Sobre el filme “Fátima o el Parque de la Fraternidad”
Se agradece al cine cubano por abordar temas candentes en un país que aún perdura la homofobia, y sobre todo bajo un régimen represivo
Escena de Fátima (foto tomada de Internet)
Por Marcia Cairo | La Habana, Cuba | “Fátima o el Parque de la Fraternidad”, dirigida por el actor y realizador Jorge Perugorría, fue una de las películas que concursó en el pasado Festival del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana.
Inspirada en un cuento del escritor Miguel Barnet, recrea la historia de la transformación de un homosexual en un travesti que se prostituye.
Carlos Enrique Almirante es el principal protagonista, en los papeles secundarios están Tomás Cao, Mirta Ibarra, Broselianda Hernández y Néstor Jiménez. El guion es de Fidel Antonio Orta, dirección de fotografía de Ernesto Granado, y música de Hernán López Nussa.
En constante flash-back, la historia cuenta los episodios de la niñez y adolescencia de Manolito, que vive en un pueblo de campo, donde se suceden las dificultades y maltratos. Tiene una madre amorosa y un padre homofóbico y alcohólico, mezcla disfuncional que estallará, aportando un cambio al personaje.
Lo más destacado es la construcción del personaje, que transita por actitudes que para bien o mal lo definen como ser individual y sexual. Esmerada caracterización por parte del joven actor Carlos E. Almirante.
Hay puntos de referencia con Fresa y Chocolate, del director Tomás Gutierrez Álea: la persistente conversación del travesti con la foto de su amante. En el caso del filme de Titón, Diego hablaba con la Caridad del Cobre. Manolito tiene a su amiga Olena, la santera. Diego a Nancy, la prostituta. El tema religioso de raíces africanas, está presente en las dos películas.
Abundan las escenas reiterativas de encuentros sexuales, que no aportan nada a la historia, haciendo la película extensa sin razón. El contexto social apenas se toca: ocurre una redada policial de los travestis-prostitutas, y una salida ilegal del país. Aquí no se habla de la UMAP, tampoco del CENESEX. Hay varias escenas de un cabaret donde aparecen los travestis reales con sus pelucas y lentejuelas mostrando su arte.
El guión, desde el comienzo, tiene inconsistencias y recurridos clichés que lastran el relato. La liberación de Manolito, de la vida que le impuso su novio proxeneta, nunca sucede.
De todas maneras se agradece al cine cubano por abordar temas candentes en un país que aún perdura la homofobia, y sobre todo bajo un régimen represivo. Es un retrato de estos seres que abogan por ocupar un lugar representativo en la sociedad.
|