Por José Hugo Fernández | Desde La Habana |
Es posible que en el mundo real sea ordinario poseer un pasaporte. Pero en la virtual Comala donde vivimos constituye una conquista que no tuvo precedentes durante demasiado tiempo. El libre derecho a obtener un pasaporte (después que nos fue negado durante medio siglo) significa hoy para nosotros una luz al final del túnel. Es el primer paso para librarnos (aunque sea por unos días pero mejor para siempre) de la miseria, el atraso y la falta de oportunidades a los que nacemos condenados por destino histórico, llamémoslo así.
Mientras el gobierno de Cuba intenta exigir al de Estados Unidos la derogación de la Ley de Ajuste como un requisito indispensable para el restablecimiento de relaciones políticas y comerciales, y al tiempo en que muchos de los gobiernos latinoamericanos apuntan hacia nuestra aberrante dictadura como un ejemplo a seguir, la gente de a pie en la Isla solamente cifra sus esperanzas en la estampida. Es otro de esos casos en que la realidad echa por tierra los discursos.
Así pues, el temor de que más temprano que tarde sea abolida la Ley de Ajuste Cubano, no sólo ha vuelto a disparar los índices de los desesperados que huyen en frágiles embarcaciones. Todo lo que vuele o flote vuelve a ser buen vehículo y todas las variantes parecen pocas. Entre ellas la posibilidad de viajar legalmente, tanto a los Estados Unidos como a cualquier otra nación que sirva de trampolín. Y es ahí donde el pasaporte perdió su apelativo corriente para conquistar un nombre, sinónimo de exclusividad, como ya sucedió antes con el partido comunista, al que llamamos El Partido, descartando la cabida de los otros, o con la cuartilla de racionamiento, a la que eufemísticamente llamamos La Libreta.
El pasado año las autoridades consulares estadounidenses en La Habana otorgaron más de 57,000 visas a cubanos que solicitaban viajar a su país. Según cifras de la Dirección de Inmigración y Extranjería del Ministerio del Interior en la Isla, la tercera parte de nuestra gente que viajó al exterior en 2014, lo hizo a E.U, y el 60 por ciento no habría regresado. 2,059 navegantes cuasi suicidas sobre diversas cáscaras flotantes fueron interceptados en el Estrecho de la Florida. 815 lograron llegar para recibir refugio gracias a la Ley de Ajuste. 22,567 accedieron a suelo estadounidense mediante sus fronteras por tierra.
Según estimados recientes de la Oficina de Aduanas y Protección de Fronteras, en Estados Unidos, en el primer trimestre de 2015 se observa un incremento de 60 por ciento entre nuestros compatriotas que emigran hacia esa nación.
A nadie debe extrañar entonces que en las oficinas habaneras del DNI (donde expiden El Documento), las colas de gente ansiosa compitan en estos días con las que hacemos para comprar papas en los agro-mercados. La diferencia, a favor de estos últimos, es que en las tarimas de papas sólo venden papas, mientras que en las oficinas del DNI las colas son para todo en uno, o sea, la misma para varias gestiones diferentes, por lo que el servicio resulta abusivamente lento y agobiante, a pesar de que, a diferencia de las papas, el pasaporte cuesta 100 cuc, una cifra muy por encima del salario medio del cubano.
Constantes averías en las conexiones informáticas de estas oficinas, demoras injustificables en la atención, errores, fallas técnicas… coronan la única respuesta que al parecer puede dar el gobierno a una demanda de servicios tan masiva y que tan suculentas ganancias le está reportando. No obstante, la gente insiste, testaruda. Han hecho malabares económicos para pescar su pasaporte y no habrá cola larga ni indolencia burocrática que les desestimulen. El Documento es hoy aquí la buena noticia con la que todos esperan ponerse al día.
Mientras, la mala noticia, tanto para el régimen de Cuba como para los cientos de miles de ciudadanos de la Florida que deploran la posibilidad de que nuestra gente de a pie (ansiosa por escabullirse de los horrores de la dictadura totalitarista y de la falta de esperanzas) emigre como pueda hacia tierras estadounidenses, es que con la Ley de Ajuste Cubano o sin ella, a través del mar o el aire, por terceros países o como tenga lugar, continuará haciéndolo, porque sus motivaciones, muy por encima de toda regulación y de toda política, no han cambiado ni una pizca: se trata del impulso defensivo, inherente a los seres humanos, de arriesgarlo todo en busca de un mínimo de seguridad para la vida.
Bruce Springsteen afirma en una de sus canciones: “Aprendimos más con un disco de tres minutos que con todo lo que nos enseñaron en la escuela”. Aquí la máxima es aplicable a El Documento, cuyo nombre propio nos enseña más sobre la historia de la revolución cubana que los cientos de miles de libros y panfletos y discursos y textos para escolares que se han publicado en medio siglo.
ACERCA DEL AUTOR
José Hugo FernándezJosé Hugo Fernández es autor, entre otras obras, de las novelas El clan de los suicidas, Los crímenes de Aurika, Las mariposas no aletean los sábados y Parábola de Belén con los Pastores, así como de los libros de cuentos La isla de los mirlos negros y Yo que fui tranvía del deseo, y del libro de crónicas Siluetas contra el muro. Reside en La Habana, donde trabaja como periodista independiente desde el año 1993.
Los libros de este autor pueden ser adquiridos en la siguientes direccion: