A Yosvani lo mató el silencio
Nuestra prensa algunas veces hace alusión a la
violenciacontra la mujer, pero casi nunca al racismo y a la homofobia
Por Jorge Ángel Pérez | La Habana, Cuba
Un amigo que vive en Nueva York me hizo conocer la noticia hace unos días. En Pinar del Río habían matado a pedradas a La Eterna. Veinticuatro años tenía el muchacho que apedrearon en un parque.
Según la noticia, entre los detenidos estaba un niño de trece años y un joven de diecisiete. Uno de ellos, el mayor, terminó confesando que fue él quien lanzó esa piedra que le destrozó el bazo y que provocó la muerte a Yosvani. Quien redactó la noticia llegada desde el norte por vía electrónica, asegura que el apelativo de Eterna tenía que ver con las muchas veces que salió ileso Yosvani de las enfermedades oportunistas que lo acosaron desde que contrajo el SIDA. No fueron esas enfermedades oportunistas ni tampoco el SIDA quienes acabaron con el hijo de Berta. A Yosvani lo mató el odio, la intolerancia; a Yosvani lo mató una pedrada que le destrozó el bazo, pero también el silencio.
Muy pronto terminará mayo y hasta ahora nadie hizo saber la noticia. Yo que no estoy suscrito a ningún periódico me puse a indagar esperando una sorpresa, creyendo que finalmente alguien daría la noticia a los cubanos, pero nada. Ya estaba muerta la Eterna cuando dedicaron una mesa redonda a las jornadas contra la homofobia que se celebran en la isla. Este año comparecieron tres cubanos, un uruguayo y una argentina, quienes respondieron a las preguntas de la moderadora. Nadie preguntó por los sucesos de Pinar del Rio, nadie se refirió a ellos. A ninguno se le ocurrió mencionar la interrumpida eternidad de Yosvani. No hubo espacio que hablara del dolor de la madre y de los amigos. No hubo un periódico, estación de radio ni espacio televisivo que aludiera al muerto.
Por esos días nuestros medios estaban muy ocupados con las también dolorosas muertes de afro norteamericanos a manos de policías racistas. De esos vimos muchísimas imágenes, lo mismo de los policías que golpeaban que de las sufridas madres y otros familiares. Debe ser por eso que me pregunto ahora si las muertes que nos llegan en noticias que vienen desde el norte duelen más que la del joven pinareño. También quisiera saber qué habría pasado si el homosexual muerto lo pusiera Bogotá, Roma o Pittsburg. Resulta muy curioso que en Cuba se hable tan bajito de hechos de violencias contra los homosexuales. Es curioso que en esos susurros casi siempre denoten las zonas que visitan los gays para cumplir con sus esencias, para responder con las necesidades de sus cuerpos. Y yo me pregunto cada vez por el lugar a dónde debe ir el gay para buscar al macho que le falta sin que se encuentre con su asesino. Quizá si la figura del gay fuera mejor reconocida en Cuba, el censo de población y viviendas nos hubiera advertido de la cantidad de homosexuales que tienen casa y cuántos pueden tenderse junto a su amante en una cama tranquila donde gozar de los placeres que trae el sexo, pero ni siquiera de eso se habla, sin embargo mandan al policía a hurgar en esas zonas que los gays visitan, se dice que a cuidarnos, pero lo que hace realmente es multar a quienes hacen esas “cochinadas” en un espacio público, que casi siempre es el más tupido matorral. Son esos mismos policías los que voltean la cara cuando en el mismo lugar una pareja heterosexual se desnuda para gozar entre ellos, porque ellos no hacen demostraciones indebidas. Ellos solo se divierten, como Dios manda. Debe ser por eso que cada vez aparecen con más frecuencia los delincuentes que se hacen pasar por policías y que amenazan a los atrevidos y bucólicos maricones, para exigir, mostrando las esposas, el pago de algunos billeticos. Habría que hacer más evidente lo que esos delincuentes no acaban de entender, como tampoco la policía y las autoridades; si los homosexuales tuvieran billeticos se desnudarían con más gusto en el cuarto de un hotel.
El caso de Yosvani la Eterna no es un asunto aislado, son muchos los homosexuales que terminan muertos sin que nos enteremos, y lo peor es que casi nunca se encuentra al asesino. Nuestra prensa, nuestros medios en general, son pacatos, ocultadores, manipuladores. Nuestra prensa algunas veces hace alusión a la violencia contra la mujer, pero casi nunca al racismo y a la homofobia.
Yo tuve un amigo con una gracia y un talento enorme, con muchas ganas de vivir, se llamaba Alberto Yañez, pero todo el mundo le decía Albertico. Yo que lo recuerdo muchísimo, nunca supe el nombre de su asesino. ¿Lo sabrá alguien? Quien le quitó la vida a Albertico sigue en la calle, quien sabe si buscando, en los tristes lugares de ligue al que van los “maricones”, una nueva víctima, y quien podría dudar que hasta ande vestido de policía. A esa lista en la que está mi amigo muerto se incorpora ahora La Eterna, que era la más grande alegría de su madre, y muy poco sabemos de su muerte. Ningún periódico cubano dijo nada. Yo me enteré por una nota que me mandaron desde Nueva York.
Siempre he creído que si se hacen más visibles esas muertes, los asesinos tendrán más cuidado. Desde tiempos muy remotos existen los castigos. Los escarmientos siempre sirvieron para algo, y los asesinos de gays necesitan unos cuantos, los mismos que precisan los que los golpean o los injurian, incluso si el insultante es policía. El silencio puede convertirse en Premio. El silencio puede ser un Homenaje. Creo que la mesa redonda habría sido un buen espacio para hablar del asunto con más luces, con toda la verdad. La ocasión era perfecta. Era mayo, todavía lo es. De mucho serviría que la televisión se ocupara de la homofobia. Imaginen que pasaría si dedican un Cuba dice al tema. Me gustaría ver a un locutor hablando de la homosexualidad en Cuba, y de las fobias que despierta. Supongo que alguien dirá que estoy delirando, y también que sueño con una prensa sensacionalista, rosa, amarillita, pero no se trata de sensacionalismo, que de lo insólito y también del triunfalismo ya sabemos bastante en este país. De lo insólito y sensacionalista me viene ahora mismo una noticia que causó sensaciones muy tremendas. Fue hace algunos años y en la televisión cubana. El programa era 9550 y la moderadora era la misma que tuvo la mesa redonda ese día que le dedicaron a la homofobia. Fue Arleen Rodríguez quien nos mostró al perro que supuestamente hablaba. No recuerdo el nombre de aquel perro que emitía unos sonidos que en nada se acercaba al lenguaje humano, pero quisieron hacernos creer que hablaba. Todos sabíamos que aquello era imposible, pero no dijimos nada, como ahora.
ACERCA DEL AUTOR
Jorge Ángel Pérez
(Cuba) Nacido en 1963, es autor del libro de cuentos Lapsus calami (Premio David); la novela El paseante cándido, galardonada con el premio Cirilo Villaverde y el Grinzane Cavour de Italia; la novela Fumando espero, que dividió en polémico veredicto al jurado del Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos 2005, resultando la primera finalista; En una estrofa de agua, distinguido con el Premio Iberoamericano de Cuento Julio Cortázar en 2008; y En La Habana no son tan elegantes, ganadora del Premio Alejo Carpentier de Cuento 2009 y el Premio Anual de la Crítica Literaria. Ha sido jurado en importantes premios nacionales e internacionales, entre ellos, el Casa de Las Américas