Cuba: nadie quiere quedarse hasta el final de esta novela
Ya se ha vuelto habitual en cualquier barrio habanero las historias de vecinos y amigos que recientemente emprendieron los diversos caminos de la emigración.
Familiares se despiden en Terminal 2, aeropuerto de La Habana
León Padrón Azcuy| La Habana
Hace seis meses comenzaron las conversaciones sobre el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Cuba y EE.UU, pero hasta ahora solo se sabe lo que han dicho a la prensa Raúl Castro y Obama. Lo más sencillo en el proceso de esta normalización se llevará a cabo a partir del 20 de julio de este año, con la apertura de las embajadas en ambas capitales.
En medio de la lentitud del proceso, unido a la falta de información, se ha generado una enorme confusión pues los cubanos aún desconocen los beneficios que traerán la restauración de los lazos amistosos entre ambos países, y de paso, cómo quedará la actual Ley de Ajuste Cubano. Por tales motivos, cientos de ciudadanos aún cifran sus esperanzas en superar a como dé lugar la distancia de 90 millas que separan los EE.UU de Cuba, o seguir la ruta hacia Ecuador, y desde allí continuar el viaje a Centroamérica y México, con la esperanza de llegar al país norteño.
Ya se ha vuelto habitual en cualquier barrio habanero las historias de vecinos y amigos que recientemente emprendieron los diversos caminos de la emigración, ya sea legal o no, a pesar de los riesgos que supone esta última. Para citar unos pocos ejemplos: María Julia Menéndez, vivía en la barriada de Luyanó y tiene la nacionalidad española, por lo que pudo viajar a Miami el pasado año. Regresó, pero recientemente sus hijos que viven en la Florida, decidieron sacarla urgentemente del país rumbo a Miami, donde inmediatamente pidió asilo gracias a la Ley de Ajuste cubano.
En cambio su esposo, Manuel Osorio, quien no posee la ciudanía española, se ha lanzado en una lancha después de vender la casa, según cuenta su hermano. Se cree que se fue hacia México, aunque se desconoce su paradero actual. Al respecto, nos comenta su mejor amigo, Alfredo Zaldo: “Estoy consternado, porque mi amigo El Gordo, siempre le tuvo miedo al mar. Lo contradictorio es que por el año 2002 lo invité a firmar el Proyecto Varela, y se negó acobardado, y me dijo que él no se jugaba el pellejo metiéndose en asuntos políticos.”
Otro caso es el de Reina Irma de la O, trabajadora del sector de la Salud, y que profesa el cristianismo. Este mes estuvo angustiada por el riesgoso viaje de su hija, su nietecito, y su yerno, quienes después de vender su apartamento para costear su viaje al Ecuador, atravesaron la región centroamericana hasta llegar a la frontera de México con EE.UU: “Doy gracias a Dios que oyó mis oraciones, tuve mucho miedo durante la travesía de ellos por tantos países. Algunas personas me advertían que ese recorrido era muy peligroso, ya que a las personas les podían quitar el dinero y hasta la vida”, declaró.
Durante más de 50 años de fidelismo, millones de cubanos han querido irse de Cuba por distintas razones. Muchos hasta han preferido correr el riesgo de morir en salidas ilegales, antes de agonizar aquí. Las estadísticas (del año 2014) hablan por sí solas: la Guardia Costera de EE.UU registró la fuga de 2.059 cubanos en embarcaciones. En tanto, en Panamá se reporta la presencia de inmigrantes cubanos que llegan desde Colombia, atravesando la selva del Darién.
Resulta doloroso tener que leer cifras como estas: 1 154 muertes o desapariciones en intentos de salida ilegal, la mayoría de estas mar, documentado por la organización Cuba Archive en los últimos quince años. Aun así, hay otras fuentes, como la de la activista María Werlau, directora ejecutiva de la BBC, que están convencidos de que la cifra mencionada es mucho mayor.
Ya me lo dijo el viejo Pancho al salir del hospital: “Nadie quiere estar aquí para ver el final de esta trágica telenovela.”