Han pasado casi inadvertidos los centenarios de dos de los más influyentes músicos cubanos del siglo XX, Chano Pozo y Lilí Martínez
Chano Pozo y Lilí Martínez (Imágenes tomadas de Internet)
Luis Cino Álvarez | La Habana | Cubanet Chano Pozo (Luciano Pozo González) nació en un solar habanero en enero de 1915. Su vida discurrió en los barrios Belén, Jesús María y Cayo Hueso, entre rumba, comparsas, toques de santos, plantes de abakuás donde era muñanga efó, y los cabarets de las playas de Marianao donde solía coincidir con otro gran tamborero, El Chori. También bailó en Los Dandys y en La Sultana.
Fue muerto a tiros por un puertorriqueño, durante una disputa por un paquete de marihuana en un bar de Harlem, New York, en diciembre de 1948.
La irrupción en el be-bop de los ritmos afrocubanos, gracias a los tambores y el canto de Chano Pozo en la banda del trompetista Dizzy Gillespie, en 1947, sería uno de los hitos más importantes de la historia del jazz. A partir de ahí se originó lo que sería conocido posteriormente como latin jazz.
Según dijera el propio Gillespie, Manteca, el más famoso número de Chano, “revolucionó el jazz y la música popular norteamericana”. Por su parte, el reconocido antropólogo cubano Fernando Ortiz escribió que “por el tambor de Chano hablaban sus abuelos africanos, pero también hablaba toda Cuba”.
Los mejores percusionistas cubanos de las últimas seis décadas –Tata Güines, Changuito Quintana, Miguel Angá, Yaroldis Abreu– heredaron la forma de tocar de Chano Pozo.
Sin embargo, en Cuba ya apenas se habla de Chano Pozo. Una de las pocas personas que se ha ocupado de este imprescindible de la música cubana y el jazz es la documentalista Rebeca Chávez, quien a pesar de los muchos obstáculos que tuvo que enfrentar, hace unos años realizó el excelente cortometraje Buscando a Chano Pozo. Fue como revivir al Rumbero Mayor.
También en 2015 se cumplen 100 años del nacimiento –y 25 de su muerte– del guantanamero Luis Martínez Griñán, más conocido como Lilí Martínez, que a pesar de ser uno de los más grandes pianistas cubanos no ha tenido el reconocimiento que merece.
A finales de los años 40, en el conjunto de Arsenio Rodríguez, Lilí Martínez sustituyó en el piano a Rubén González. Enseguida se convirtió en el arreglista y director musical del conjunto. Se quedó definitivamente al frente de la agrupación cuando, a inicios de los años 50, Arsenio Rodríguez fue a operarse de la vista en los Estados Unidos y terminó radicándose allí.
En dicho grupo también estaban el trompetista Félix Chapotín, el Niño Rivera –que sustituyó a Arsenio Rodríguez en el tres– y el cantante Miguelito Cuní.
Los arreglos de Lilí Martínez para el conjunto, que luego sería conocido como Chapotín y sus Estrellas, jugarían un importante papel en el desarrollo del son montuno, caracterizado por la improvisación, la repetición de los coros y la intensidad de la instrumentación. A su vez, el son montuno sentaría las bases de lo que casi 30 años después sería bautizado en New York y Puerto Rico como la música salsa.
Lilí Martínez fue muy influido por la música clásica. En sus montunos se siente cierta dulzura, reminiscente de Chopin y Gershwin. Esto se puede apreciar en un documental de 1983, donde Lilí toca junto a Chucho Valdés y Frank Fernández. Mientras ellos se afanan y se sofocan por sonar lo más soneros posibles, Lilí, con naturalidad y elegancia, juguetea en su tumbao con los acordes de The man I love.
Ahora en Fuera de rosca, un programa musical de la TV cubana, una bella y simpática locutora, entre sonrisas y arrumacos, cuando entrevista a los artistas invitados, invariablemente termina preguntándoles cómo quieren ser recordados en los próximos cien años. Ellos responden, ilusionados, lo que se les ocurra: cosas como “alguien que puso a bailar a su público y lo hizo gozar”.
Como si alguien fuera a acordarse en el próximo siglo, por bonitillos que sean, del nombre de un reguetonero o una insulsa intérprete de baladitas pop hechas en serie. ¡Si no se acuerdan de figuras como Chano Pozo, Lilí Martínez y Bienvenido Granda, el bigotudo cantante de la Sonora Matancera, cuyo centenario también se cumple este 2015!
Y con estos olvidos, todavía tienen la cara dura los gerifaltes de la cultura oficial de hablar del rescate de la identidad nacional.