El porqué de mi viaje a La Habana
John Kerry Secretario de Estado, EEUU / El Huffington PostEn 1961, tres Marines arriaron la bandera estadounidense en la embajada de los Estados Unidos en La Habana. Hoy han vuelto a Cuba para izarla de nuevo.
Hace cincuenta y cuatro años, Estados Unidos rompió sus relaciones diplomáticas con Cuba, y tres guardas marines se prestaron voluntarios para un último acto de servicio: arriar la bandera de su país antes de regresar a casa. Hoy, en La Habana, voy a ver con orgullo cómo los mismos marines, Larry Morris, Mike East y Jim Tracy, ayudan a izar la bandera de nuestra embajada estadounidense, que se ha reabierto hace poco.
Mi visita a La Habana, la primera de un secretario de Estado estadounidense en 70 años, llega nueve meses después de que el presidente Obama anunciara un nuevo enfoque en las relaciones con Cuba. Dicho enfoque está basado en los lazos que unen a nuestros pueblos, los intereses compartidos por nuestros gobiernos y el respeto mutuo que debe caracterizar las relaciones entre estas dos grandes naciones, incluso cuando nuestras políticas tiendan a no estar de acuerdo.
Desde el anuncio del presidente en diciembre pasado, hemos logrado avances significativos. Hace tres semanas, los EEUU y Cuba restablecimos relaciones formales. Prueba de esto es que a partir de hoy las barras y las estrellas volarán sobre el Malecón por primera vez en más de medio siglo. Nuestros diplomáticos en La Habana ahora son capaces de hacer lo que hacen en todo el mundo: viajar por el país, hablar con los cubanos y representar los valores e intereses de los Estados Unidos. Además, dichos diplomáticos podrán ayudar de forma más eficaz a los ciudadanos estadounidenses que lo necesiten.
En Cuba y en toda América Latina estamos viendo los beneficios diplomáticos de revertir una política que nos apartaba del pueblo cubano y también nos aislaba tanto en el hemisferio como en el mundo. Ya estamos trabajando para evitar que haya derramamiento de petróleo en las costas de Florida, hemos prohibido los flujos de narcóticos en el Caribe y también promovemos los valores democráticos. Unos Estados Unidos más comprometidos equivale a unos Estados Unidos más fuertes e influyentes.
También es de vital importancia el hecho de que tanto los ciudadanos estadounidenses como los cubanos se estén beneficiando de los cambios de política de la Administración. Las visitas de estadounidenses a Cuba, que ahora llegan a los cientos de miles por año, han aumentado un 35 por ciento en 2015. Estos norteamericanos, muchos de ellos cubano-americanos, son los mejores embajadores de nuestros ideales. Llevan a Cuba nuevas perspectivas, una diversidad de ideas y ejemplos de libertad tanto política como económica.
Estos compatriotas también apoyan a los cubanos que trabajan por cuenta propia, el sector con el crecimiento más rápido en la economía cubana. Estamos hablando de casi medio millón de personas que serán claves para el futuro del país. Los estadounidenses alquilan habitaciones en las casas de los cubanos, comen sus manjares, compran su arte, andan en sus Chevys de época, ayudan al crecimiento de sus iglesias y proporcionan los fondos que están permitiendo que una nueva generación de cubanos abran pequeños negocios y sean económicamente independientes del Estado cubano.
Las empresas estadounidenses durante mucho tiempo han abogado por seguir con el comercio con Cuba. Las principales agrupaciones empresariales y agrícolas han sido algunos de los partidarios más vehementes de nuestra nueva política. Ya en este momento, empresas como Airbnb están haciendo negocios en la isla, con beneficios que fluyen directamente hacia los empresarios cubanos. Las firmas estadounidenses están buscando formas de ampliar las telecomunicaciones y los sitios de Internet. Cuba, por su parte, ya ha reconocido el tremendo deseo de la isla de gozar de conectividad a Internet. Es por esto que ha anunciando la creación de decenas de nuevos puntos con acceso a Wi-Fi a precios más bajos.
Después de 50 años de estancamiento, el sentimiento de progreso y potencial es real. No nos hacemos ilusiones respecto a que Cuba se transforme de la noche al día, tenemos muy claro que los retos que se avecinan no son pocos. Uno de estos problemas es la continua negativa de Cuba a respetar los derechos humanos universales. Los disidentes siguen siendo detenidos y golpeados. En Cuba, como en todas partes, debemos permanecer firmes en la defensa de los derechos de todos los ciudadanos a expresarse libremente, reunirse pacíficamente y pensar de forma diferente. Es por esto que voy a trasladar este mensaje a La Habana.
Hace veinte años ayudé a normalizar las relaciones con otro antiguo adversario, Vietnam. La semana pasada volví allí y me encontré con un país que es económicamente vibrante, orientado al mercado y goza de buenas relaciones con los Estados Unidos. Su gente también es más libre, tiene un mayor acceso a la información y una mayor autonomía sobre sus vidas. Aun así, todavía viven en un estado de partido único con un largo camino por recorrer en materia de derechos humanos.
Cuba seguirá su propio camino debido a sus circunstancias únicas; esto incluye su proximidad con los Estados Unidos y una comunidad diáspora que puede jugar un papel importante en el apoyo de su desarrollo. Sin embargo, el futuro de Cuba lo tiene que decidir el pueblo cubano. Nuestro compromiso con este nuevo enfoque tiene que ver con el reconocimiento de que hay muchos temas en los que no tenemos la misma opinión. Se basa en un reconocimiento honesto de todo lo que no ha funcionado, como por ejemplo un historial de intervención y una política de aislamiento en la época de la Guerra Fría. No solo esto, también está fundamentada en la convicción de que el compromiso es un camino más fértil para hacer avanzar nuestros intereses nacionales, y en el hecho de alentar a todos esos cubanos que aspiran a algo mejor para sus familias y su país.
Tal y como deseamos a todo el mundo, también queremos que los cubanos tengan libertad y prosperidad. Estamos convencidos de que los cubanos serán más libres de trazar su propio futuro cuando los Estados Unidos no sirvan como la excusa perfecta para la represión, sino que el país sea un aliado de los cubanos. Un amigo que apoye sus aspiraciones de prosperidad, que facilite su compromiso con un mundo de ideas e información y que ejemplifique el poder y la posibilidad de tener un gobierno al lado del pueblo.
El secretario de Estado de EE UU, John Kerry, en su encuentro con disidentes en La Habana